El lucro en la educación trajo más cola de lo previsto
A juzgar por lo que pude leer en las redes y en nuestra página de Jugo de Caigua, mi columna del miércoles pasado tuvo más partidarios y detractores que lo habitual. Esto me ha ocurrido cada vez que he tratado de discutir sobre los alcances y límites de los mercados de la educación, un tópico que siempre da para largas discusiones. Hoy quisiera tocar algunos temas que quedaron pendientes.
Dicho artículo exponía dos de las características principales del equilibrio en nuestro mercado: pobre inversión y baja calidad. Pero hay más. Cuando el lucro guía la provisión de servicios educativos, la composición de la oferta se ve afectada. Esto ocurre en varias dimensiones y me permito resaltar tres:
- En primer lugar, formamos muchos jóvenes en carreras que son rentables para las universidades, pero no para la sociedad. Esto sucede, por ejemplo, con Derecho y Contabilidad, que pueden enseñarse a aula llena con una mínima inversión: tiza, pizarrón, un profesor mal pagado y algo de gastos administrativos. En contraste, formamos menos profesionales en Bioquímica o Metalmecánica porque los costos de las maquinarias y los equipos son muy elevados. También formamos menos profesionales en Filosofía o Matemáticas, en ambos casos porque la demanda de estudiantes es muy pequeña.
- Esta mirada a la demanda me lleva al segundo problema de la composición de la oferta de servicios educativos con fines de lucro: se concentra en grandes ciudades, profundizando las brechas entre la urbe y el campo. El mercado, al asignar recursos eficientemente, concentra la oferta donde hay demanda con capacidad de pago, pero ignora consideraciones sobre la equidad y perpetúa las desigualdades.
- El tercer problema de composición tiene que ver con el carácter aspiracional de la educación. El consumo de educación universitaria y privada sirve también para satisfacer las aspiraciones de los hogares. La educación técnica no siempre satisface tales aspiraciones. Como resultado, tenemos un exceso de formación universitaria y un déficit en la técnica, que es tan necesaria para el país.
Un dato curioso adicional es que la semana pasada salió una lista de universidades señaladas por Indecopi. El regulador de mercados las sancionó por cobrar intereses moratorios superiores al permitido legalmente,[1] por condicionar a sus estudiantes a adquirir un documento denominado “solicitud” para efectuar diversos trámites internos, por exigir a los alumnos documentación innecesaria para la realización de diversos trámites, y por establecer medidas prohibidas para procurar el pago de las pensiones. Recordemos que este mercado tiene dos reguladores, uno transaccional (Indecopi) y uno educacional (Sunedu): demasiada complejidad para un mercado que no brinda tanto beneficio social.
En resumen: formamos con pobre inversión y baja calidad en carreras que no necesitamos, profundizando las brechas urbano-rurales, subinvirtiendo en lo técnico y en un mercado complejo con proveedores que requieren mucha supervisión. Mucho problema para tan poca solución. Y más grave aún, si recordamos que hace dos décadas el motivo para permitir el lucro en la educación fue mejorar nuestro pobre sistema educativo.
La solución actual que pretende que cada familia solucione su problema educativo como pueda, además de ser inmoral, genera serios problemas económicos en lo agregado. ¿Prohibir el lucro es la solución? Por si sola, no. En varios de nuestros países vecinos el lucro en la educación no está permitido, pero empresarios con pocos escrúpulos han encontrado formas de darle vuelta a las normativas con contratos fantasma de arrendamiento de edificios y laboratorios del campus, pagando salarios exorbitantes, o combinando servicios educativos con financieros (préstamos universitarios). Parafraseando a Sam Bowles, hay un problema en algunas personas, más allá de cualquier legislación.
Privatizar la educación a ciegas ha sido una mala solución, pero esto no invalida el viejo diagnóstico: tenemos una mala educación. Hay que volver a ello y plantear la solución adecuada. Necesitamos una mejor educación para todos, pública en su gran mayoría y privada para algunos casos especiales. La oferta privada puede aportar en los segmentos de mercado donde la provisión publica no se puede adaptar con rapidez y flexibilidad a un mundo que cambia cada vez más rápido. Usémosla para innovar creando las profesiones del futuro, no para formar más de lo mismo.
Cuando se aboga por la provisión pública de un servicio, invariablemente surge el argumento del “maldito estado ineficiente”. Se piensa que el estado es incapaz de hacer buena gestión, en todo momento y en todo sector. Este análisis del Banco Mundial para la educación peruana de 2017 muestra con evidencia que tal afirmación tiene en este caso una buena excepción. El Perú se encuentra en la frontera de eficiencia respecto a sus pares de la región. El problema de la pobre educación en el Perú no es uno de ineficiencia, sino de escasos recursos.[2]
Debemos dotar de mayores recursos a la educación pública del Perú y con ello exigir mejor desempeño a decenas de universidades públicas con una calidad que a las justas pasa los estándares de SUNEDU pero que, en el panorama internacional, aún está muy lejos de los promedios. Conforme mejore la educación pública y nos convenzamos de ello, más hogares caerán en la cuenta de que no necesitan destinar parte de su ajustado presupuesto a una educación privada de baja calidad.
Aquí también cabe un argumento sobre las externalidades. Que una familia opte por una mala formación para alguno de sus miembros nos afecta a todos, tanto en términos de competitividad como en la posibilidad de formar una nación cohesionada que conviva en armonía cerrando paso a las posverdades. La mala educación, aun cuando sea el resultado de una transacción privada, nos afecta a todos.
Así las cosas, la pregunta de fondo que nos queda pendiente es: ¿como conseguir más recursos para invertirlos en la educación pública? Hoy invertimos cerca de 4% del PBI. Durante la campaña presidencial el equipo del presidente Castillo ofreció llevar ese monto a 10%. Es delirante pensar que podremos dar tal salto. Seamos realistas, pero planteémonos metas ambiciosas: para invertir más en nuestra educación se necesita una verdadera decisión política.
[1] Varios han anotado que en este listado de universidades sancionadas no estuvo la PUCP. El proceso que tiene sigue su curso, así que pronto escucharemos novedades del caso de cobro de moras excesivas que costó la cabeza de un rector.
[2] Descargo de responsabilidad: fui parte del equipo que preparó tal informe. Huelga decir que el estudio siguió los procedimientos estándares de revisión por pares dentro de la institución.
La mala educación, aun cuando sea el resultado de una transacción privada, nos afecta a todos. Me quedo con esta frase.
Muy interesante artículo. Faltaría añadir qué hacer para la mejora sustantiva de le educación? Más dinero? Más capacitación? Mejores equipos? Infraestructura? Creo q en la mediocridad docente está al menos el 75% del problema.
Gracias Julio, la evidencia es clara: la clave esta en el trabajo de los docentes. Como mejoarlo? No es tarea sencilla. Requiere una mirada de laego plazo, pensando en el recambio generacional. Para atraer jovenes talentosos se necesita mejorar el estatus de la profesion. Como? Mayores exigencias de la mano de mejores recompensas.
Estimado Hugo, excelente artículo. Existen muchas facultades universitarias de cartón, engaña muchachos. En este país en muchos casos para sobrevivir solo tienes que presentar un cartón (título) muchas veces trucho. Muy poca investigación, y por eso se vuelve recurrente el ctrl c+ctrlv, eso lo puedes verificar en muchos expedientes técnicos de baja calidad. La exigencia debe ser alta. Y regular las facultades. El estado debe ser promotor de carreras técnicas o de vanguardia.
Coincido, Paul, con ambos puntos: hay que mejorar el valor de un carton universitario y tambien hay que incentivar mas formacion tecnica.
Hola Hugo, gracias por estas reflexiones sobre la educación superior privada. Sería interesante también conocer qué ha sucedido con la docencia universitaria en este contexto. En muchos casos, los docentes han sido tomados como piezas fungibles de un sistema de producción masivo de profesionales para el mercado, sin mayor preocupación por brindarles las condiciones laborales justas e idóneas para ese tipo de labores: tiempo y recursos para investigar, tiempo para preparar clases, tiempo para asesorar investigaciones de los estudiantes, salarios estancados o empobrecidos. Las utilidades de las universidades con fines de lucro no han disminuido, pero las condiciones laborales de los docentes se han empobrecido. Saludos!
Muy cierto, Oscar. Junto con lo que mencionas sobre la utilizacion/explotacion del recurso docente se ha perdido la nocion de campus universitario. Los docentes van a la universidad solo a dar clases (y se reparten en multiples universidades haciendolo). Asi se pierde la posibilidad de dialogo, discusion, y debate, tan necesario para construir el pais que queremos.
Me gustó el articulo. Plantea varias tareas: cómo mejorar la oferta, cómo orientar a la demanda, de qué se necesita y quién lo va a hacer. Respecto lo último, me quedo con la siguiente frase: «Cuando se aboga por la provisión pública de un servicio, invariablemente surge el argumento del “maldito estado ineficiente”. Se piensa que el estado es incapaz de hacer buena gestión, en todo momento y en todo sector.». Ya es hora de que este mito cambie de una buena vez.
Muchas gracias, Nancy. Ojala desterremos ese mito. Para eso hay que trabajar tanto en el plano de lo real (con un estado que, efectivamente, mejore su eficiencia) y en el plano de los imaginarios (para que muchos cambiemos esa percepcion).
Es más que obvio que la educación en el Perú- en general – deja mucho que desear. Pero, no se trata de elevar el gasto (cosa que se viene haciendo) sino de mejorar la calidad de nuestros profesores y de replantear por completo el modelo educativo actual por otro más moderno, eficiente y equitativo. Para ello debemos de evaluar con objetividad y criterio de valor, si lo que invierte el Estado por alumno en promedio por año está dando buenos resultados, en comparación con los costos por alumno y los resultados que obtiene el sector privado. Como en todos los otros sectores de la economía, el sector privado tiene mucho que aportar en la educación de nuestros pequeños y jóvenes. No tiene porque ser distinto.
PD: Sí, el Estado es un pésimo administrador.
Hola Miguel Angel, coincido mucho con la mirada a la calidad de los docentes. Los comentarios que le hice a Julio en un comentario previo van por esa linea.
Para lo otor, te recomiendo darle una mirada al estudio del Banco Mundial que cito en la columna.