Nunca entro por la puerta 2


El universo tras los fraudes para ingresar a San Marcos


“Yo nunca entro por la puerta 2”, me cuenta por Instagram uno de los postulantes a la Universidad de San Marcos que va a repetir el examen para Medicina este fin de semana. Evitar dicha entrada es una de sus estrategias para controlar los nervios antes de rendir la prueba. Los ocho exámenes de admisión que lleva en su vida de postulante han llevado a mi informante a pulir sus cábalas, pero también a comparar el último examen con los anteriores. 

Como me cuenta, antes de cada examen siempre hay rumores de fraude y llegan ofertas por redes sociales, incluso por WhatsApp, para conseguir las claves. Los estafadores piden 30 mil soles para ingresar a Medicina y 8 mil para las demás carreras. Esto no quiere decir que quienes ofrecen las respuestas a los exámenes realmente las tengan, pero los perpetradores saben que los postulantes nunca irían a las autoridades con el argumento de que las respuestas facilitadas no les aseguraron el ingreso.  Sin embargo, este año ha sido diferente: los rumores no se quedaron en rumores y las sospechas de un supuesto fraude se evidenciaron en los resultados del examen y la cancelación del mismo. 

La frustración es una buena motivación para voltear a mirar los números. En casos como un examen de admisión, o un gol que no fue gol, intentamos buscar una fuente confiable, objetiva y sin lugar a interpretaciones, una fuente numérica que nos asegure explicarnos la realidad. Como siempre digo, los números tienen sus limitaciones y solo comprobarán aquello para lo cual han sido empleados. En el caso del examen de San Marcos, el detonante de la certeza fue un empate estadísticamente improbable. 

Al publicarse los resultados, los postulantes y las academias preuniversitarias notaron que un grupo de alumnos –incluso con el mismo apellido– compartieron exactamente el mismo puntaje. Este empate en un proceso como el de San Marcos quiere decir que no solo ese grupo de personas acertó el mismo número de preguntas, sino que también se equivocó en un número exacto de preguntas. Esto es algo que puede pasar, pero es poco probable, no por lo menos sin haber tenido antes las respuestas al examen. 

Como explica Christian, de la academia preuniversitaria “La biología te hará libre”, estudiar los conceptos y dar el examen es solo una parte del universo que significa postular a una universidad como San Marcos. Los ya-no-escolares o todavía-no-cachimbos tienen que aprender a controlar sus tiempos, conocer los puntajes, calcular sus respuestas y, sobre todo, manejar sus nervios. Postular a cualquier universidad pública en el Perú es un mundo en sí, donde existen academias preuniversitarias, balotarios, cuadernillos de respuestas, exámenes, puntuaciones, etc. 

Yo descubrí este mundo en cuarto de secundaria, cuando quería ingresar a San Marcos. Finalmente, obtuve una beca para estudiar en España después de haber invertido en dos pres durante dos veranos para ingresar. En este mundo descubrí que uno no va a la pre para aprender ni para suplir los huecos que dejan la educación del colegio, porque en realidad uno acude a una academia preuniversitaria para conseguir vacante. Para la carrera que yo quería, solo existía una vacante por 70 postulantes a través de la pre y 8 por cada 500 por el examen de admisión. 

En aquel mundo nuevo existían otros códigos, otros horarios y otros lenguajes. Recuerdo haberme ganado un “qué lorna” cuando pregunté por qué las academias preuniversitarias que funcionaban después del horario oficial de la pre-San Marcos incluían en su publicidad fotos de microondas: entre las 2 y 8 pm. El horno era fundamental para calentar los almuerzos y las cenas. 

Luego de hablar con algunos postulantes me di cuenta de que algunas características del mundo que experimenté como postulante aún se mantienen, pero en tiempos de pandemia se han dado varios cambios. Muchos postulantes llevan dos o tres años intentando ingresar a San Marcos, algo que es común para Medicina, pero la pandemia introdujo casos de coronavirus en sus familias y la necesidad de trabajar mientras se preparaban. Las academias también se han adaptado, como “La biología te hará libre”, que es una academia virtual que les permite tener un porcentaje considerable de alumnos de diferentes regiones del Perú, quienes tendrán que volver a viajar a Lima para dar el nuevo examen. 

Mientras los recientes postulantes a Medicina me cuentan sus experiencias, intento cuidar mis palabras. Bajo ninguna circunstancia quiero decirles que si entraron una vez, pueden volverlo a hacer, algo que sé que ya han escuchado y que sabemos que no es verdad. La preparación no es lo único que los hará ingresar a la universidad, también existe el factor suerte. No hablo de la suerte de poder prepararte para el examen sin tener que trabajar, ni de la suerte de tener 30.000 soles para ingresar con trampa. Me refiero a una más sencilla, la que hace que te pregunten por un tema que dominas más, o que te toquen preguntas que ya habías resuelto. 

La preparación, la suerte y la tensión son factores que influyen en quiénes entran y quiénes no. A esta situación se le suma la desconfianza producida por los casos de corrupción. Todos los postulantes con los que he hablado coinciden en que no creen que en dos semanas se hayan solucionado los problemas de seguridad. No solo se trata haber conocido estos casos de fraude, sino también de la desorganizada respuesta de San Marcos, que canceló y luego validó el examen para las carreras que no son Medicina.

Los casos de corrupción en otros exámenes de admisión en universidades nacionales, como la Universidad de Puno, lleva a pensar en grupos más organizados que tienen acceso a los más “tigres” de cada universidad para resolver los exámenes y que buscan aplicar nueva tecnología para poder asegurar el acceso. Los alumnos sospechan que también hay funcionarios involucrados. Pero mientras no se culminen las investigaciones, todo queda en sospecha. Cada día falta menos para el nuevo examen de admisión y cada hora es crucial para quienes deben asegurar la transparencia del proceso y para quienes se encuentran en el limbo académico de ya no ser escolares, pero tampoco cachimbos.

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