Notas sobre una ejecución


Una novela brillante y el tratamiento de asuntos espinosos como el feminicidio y la pena de muerte


Alejandro Neyra es escritor y diplomático peruano. Ha sido director de la Biblioteca Nacional, ministro de Cultura, y ha desempeñado funciones diplomáticas ante Naciones Unidas en Ginebra y la Embajada del Perú en Chile. Es autor de los libros Peruanos IlustresPeruvians do it better, Peruanas Ilustres, Historia (o)culta del Perú, Biblioteca Peruana, Peruanos de ficción, Traiciones Peruanas, entre otros. Ha ganado el Premio Copé de Novela 2019 con Mi monstruo sagrado y es autor de la celebrada y premiada saga de novelas CIA Perú.


Las casualidades del destino hicieron que mientras el autor oficial de esta columna escribía sobre uno de esos extraños rezagos de inhumanidad del siglo XXI que es la pena de muerte, a miles de kilómetros de distancia yo adquiera el libro Notes on an execution, de Danya Kukafka, ganadora del prestigioso premio Edgar a mejor novela de 2023 (el certamen lleva el nombre del gran Edgar Allan Poe y celebra las mejores obras de misterio y terror en los Estados Unidos). Lo compré no solo por el premio y porque estaba en la lista de mejores novelas del año pasado, sino también porque me parecía peculiar el apellido de la autora, una reminiscencia del gran autor checo.

Más allá de las curiosidades, se trata de una novela magnífica, inteligentemente construida y diferente de los clásicos thrillers de nuestro tiempo. Por un lado, estamos en la celda de Ansel Packer, condenado a la pena de muerte al que le quedan 24 horas de vida antes de su ejecución, y quien sueña con las casi inexistentes posibilidades de que su castigo sea pospuesto o cancelado; y que fantasea también con fugarse cuando sea trasladado al lugar donde se le aplicará la inyección letal, gracias a la ayuda de su única amiga, la cocinera del presidio de máxima seguridad en que pasa sus días y a quien cree haber conquistado y convencido para ser su cómplice.

Pero además de Ansel, vivimos el horror de algunas mujeres cuyas vidas giran en torno a la de Packer. La primera es Lavender, su madre, quien pensando en una juventud jipi de los 70 huye de su casa con su novio, pero se ve prácticamente secuestrada, además de abusada física y psicológicamente por él, en una granja de los Adirondacks —cadena montañosa al norte del estado de Nueva York— en la que nacen Ansel y otro bebé, y de la que logra huir milagrosamente para no encontrar ella misma la muerte. Lavender idea un plan con el que puede alejarse de su novio, hacer una llamada a la policía y cruzar todos los Estados Unidos hasta California, obligada a dejar a sus hijos, aunque cargando con una culpa que la acompañará toda la vida. 

Por otro lado está Hazel, la hermana de Jenny —esposa de Ansel antes de que fuera arrestado—, una mujer que siempre sospechó de aquel hombre que, para cuando se conocieron al salir de la preparatoria, ya cargaba en sus espaldas la muerte de tres chicas adolescentes y que muchos años después volvería a asesinar a otra mujer. Y, finalmente, Saffy, una detective que se había cruzado con el propio asesino y una de sus primeras víctimas en el orfanato donde había ido a parar Ansel, y en el que la propia Saffy había visto premonitoriamente algunos signos de esa personalidad oscura que el condenado a muerte había intentado siempre ocultar bajo signos de fragilidad y simpatía que en determinados momentos daban paso a un joven violento, cruel y capaz de todo —mientras escuchaba los llantos de su pequeño hermano bebé, a quien ve prácticamente desfalleciendo, mientras él era llevado con la policía—. 

Hacia el final de Notes aparece una pregunta que es la clave de una novela que busca entender la psicología del asesino a través de la visión de tres mujeres que lo conocen e, incluso, de alguna manera, lo quieren y ven en él a un hombre engañosamente bueno. Y es que finalmente los ojos de todos están puestos en Ansel. ¿Qué es lo que nos fascina de los asesinos en serie? ¿Por qué nos gustan las series de estos temas que se encuentran por montones en las plataformas como Netflix? ¿Por qué es el condenado el que se lleva las luces de la prensa y no las mujeres a las que les arrebata la vida? 

Kukafka, nos damos cuenta entonces, ya nos ha respondido bien estas preguntas a lo largo de su novela sin caer en el dramatismo y sin utilizar imágenes violentas o sangrientas. Cuando va llegando el momento de la ejecución —las últimas horas de Ansel pasan inexorablemente, mientras él se va dando cuenta de que la vida se le escapa y sus remordimientos dan paso a una filosofía más bien amoral, signo de los tiempos— lo que nos queda es la sensación de que Ansel merece también otro tipo de juicio, uno que pueda ser llevado a cabo desde el futuro por las vidas truncadas de las mujeres a quienes impidió realizarse: ser profesionales, madres, compañeras. Y eso es lo que hace que la novela de Kukafka sea distinta. Y nos haga pensar de verdad si en pleno siglo XXI aún sean sobre todo los sentimientos atávicos y primitivos los que conduzcan nuestras vidas (y nuestras muertes).


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