Reflexiones tras ver un documental que me pide comprar menos
Acabo de ver Minimalismo, un documental que sigue la ruta por Estados Unidos de dos predicadores modernos que se bajaron del coche del consumismo –Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus–, quienes proclaman la idea de que vivir con menos es vivir mejor. A las voces de ambos en el documental se suma un coro de investigadores y expertos que complementan esa línea. Por ejemplo, un arquitecto que diseña casas tan minúsculas como funcionales, o Courtney Carver, quien lanzó en 2010 el Proyecto 333, que consiste en que las personas acepten el reto de usar solo 33 prendas y accesorios durante 3 meses, algo que, según quienes salieron airosos, no solo sirve para despejar armarios, sino también la mente. Aunque nunca sobre recordar lo nocivo que es para el planeta el fast fashion que nos imponen las cadenas de ropa –y que son el mejor ejemplo de un eficaz martilleo publicitario que nos distrae de reflexionar sobre la raíz de nuestras carencias afectivas–, a mí lo que me dejó más pensativo tras ver el documental fue la tarea de llegar a un acuerdo conmigo mismo sobre los metros cuadrados que deberían rodearme en mi entorno doméstico. Admito que es una preocupación sofisticada: mientras tengo compatriotas que viven hacinados en un solo ambiente, a mí lo que me inquieta es que mis hijas volarán del nido y pronto empezará a sobrarme espacio. ¿Cuál será mi equilibrio entre lo que necesito para vivir sin preocupaciones y lo que necesito para representar algún tipo de poder? Sin embargo, otro par de cuestionamientos se me quedaron atascados.
Que los bienes no generan la felicidad es un cliché tan repetido que ya se salta los oídos.
De hecho, el documental menciona un estudio según el cual una vez que se traspasa la línea de ganar 70.000 dólares al año, cada dólar ganado adicionalmente disminuye su capacidad de abonar bienestar psicológico o, en términos más cursis, de gestar felicidad. Si conocen un millonario con una vida vacía, aquí hay una explicación.
Me parece, sin embargo, que esta filosofía minimalista a gran escala solo tiene un asidero real en sociedades con enormes clases consumidoras y con preocupaciones que ya escapan de las necesidades básicas. En países latinoamericanos como el mío el minimalismo se impone no por una preocupacion social, sino por nuestra abominable pobreza. Decirle a un peruano que sobrevive con menos de 100 dólares al mes lo liberador que es vivir con poco es un chiste de mal gusto. Otro cuestionamiento que me ronda siendo un consumidor latinoamericano con las necesidades básicas ya satisfechas, es que… ¿acaso no me han enseñado que mi consumo genera trabajo y hace girar las ruedas de nuestra precaria economía? ¿Soy un traidor de nuestro crecimiento cuando me niego a comprar en un centro comercial?
Por fortuna, cada sábado me reúno con los integrantes de Jugo de Caigua en un espacio que me aclara las ideas y que nuestros suscriptores pueden espiar.
Alejandra Ruiz León, quien en Estados Unidos ha asistido a un encuentro con los protagonistas del documental, me aclaró que si bien los minimalistas no aconsejan los gastos en artículos que resultan superfluos, sí recomiendan trasladar ese consumo al de las experiencias.
Hugo Ñopo complementa lo anterior con una de sus explicaciones didácticas y me recuerda que los dos insumos de la economía son el capital y el trabajo. En los últimos tiempos, la retribución al trabajo viene siendo muy inferior a la de quien aporta capitales, por lo que, por ejemplo, pagarle el servicio a una señora que nos hospeda en su casita en un valle sería un pequeño acto de justicia económica y, claro, de crecimiento personal.
En todo caso, si usted tiene las necesidades básicas cubiertas, no está de más que le eche un vistazo al documental y saque sus propias conclusiones, ahora que el mundo empieza a cuestionarse lo desbocado de nuestra multiplicación de bienes y necesidades.
Excelente articulo, recién estoy aplicando ser mininslista, mi hijita nació y la atención se la lleva ella y, seguro con 33 prendas podré sobrevivir…
Verás que sí, Paul.
¡Felicidades por la bebé!
Muchos aplican el minimalismo teniendo poco pero muy costoso y sofisticado; además de renovar sus “pocos bienes” con frecuencia innecesaria. Gracias, Gustavo. Tu texto es un gran aporte para reflexionar en este sábado otoñal.
Hola Gustavo, existe un muy lejano antecesor del minimalismo que mencionas y es Guillermo El Mariscal (a finales del siglo XII era un cargo o función palaciega), quien se desprendió de todo bien que lo atara a esta vida cuando se decidió entregarse a bien morir.