Mi prima, la antivacunas


Si soy un entusiasta de la ciencia, ¿podré hablarle desde el alma?


Me acabo de enterar, desconcertado, de que una prima muy querida no se piensa vacunar contra el Covid-19. Pero el verdadero combazo llega cuando su hijo mayor me cuenta lo siguiente que le dijo:

           –De hecho, si pudiera retroceder en el tiempo, no te habría vacunado de niño.

           ¿En qué momento mi prima querida se volvió una antivacunas? 

           ¿Hace cuánto no hablo con ella de verdad? ¿Cuándo dejamos de compartir nuestros miedos y esperanzas?

           Recuerdo que cuando se divorció, hace varios años, un grupo de mujeres que atravesaban distintos tipos de pérdida le sirvió de apoyo. Meses después la vi contenta, etiquetada en la foto de un taller de arte. Por Facebook también me enteré de que empezaba a interesarse por el alineamiento de chakras y la vi abrazar árboles. Yo, que oscilo entre el ateísmo y el panteísmo, miraba todo esto con simpatía, hasta que hace poco leí que tomaba dióxido de cloro para prevenir el Covid-19. Me contacté entonces con ella y le compartí con delicadeza algunos artículos científicos, y luego se instaló entre nosotros un cordial silencio.

           Pero con esta postura suya hacia las vacunas siento que debo volver a contactarla.

¿Cómo empezar?¿Cómo llevarla a atisbar un ratito el mundo de la ciencia sin caer petulante, sin hacerle sentir que le hablo desde ese pedestal en el que a veces colocamos a los científicos?

           Quizá la mejor estrategia sea tratar de entender qué la ha llevado a este extremo.

           Creo saber las razones y ahora debo tratar de sentirlas. 
Mi prima ha encontrado refugio en los últimos años en una espiritualidad mal entendida, una espiritualidad que segrega al extremo, que desconfía totalmente de aquello que tenga cierta porción de materialidad. A su favor, debo decir que no le falta razón: en su esquema del mundo, el Covid-19 fue creado a propósito por intereses privados con la intención de luego vendernos la vacuna. No ha sido así, –el mundo no es una película de James Bond con una liga de villanos–, pero sí es verdad que la zoonosis, madre de esta pandemia, nace del desenfreno humano por invadir hábitats naturales. El mundo no es ni blanco ni es negro, pero en ambos extremos caen los hipernaturistas como mi prima, y los hipermaterialistas que desprecian las energías que no pueden aprehender.

           Tal vez deba asentirle: sí, el ser humano es un producto de la naturaleza, pero como tal, ¿lo que produce no se enmarca también dentro de ella? ¿Tanto lo más sublime como lo más destructor? Una vacuna podría verse como un atajo creado por la humanidad para parecerse a la naturaleza: ¿no se inspiran en los insectos muchos creadores de vacunas?

           Pero no, demasiada filosofía. 

           Quizá deba recordarle que cuando ambos nacimos, el mundo esperaba que un par de peruanos como nosotros viviéramos 52 años. De tener las mismas condiciones de entonces, y si fuera un peruano promedio, hoy yo estaría muerto.
Pero la expectativa de vida hoy en el Perú es de 77 años: veinticinco años más.

           La expectativa de vida de los europeos hace cien años era de 47 años, y hoy alcanza los 85.

           A inicios del 1800, la mitad de la población mundial moría al entrar en la veintena: por lo menos uno de los tres hijos veinteañeros de mi prima estaría enterrado y era lo esperable.

           ¿Cuál ha sido la diferencia? ¿Por qué los niños han multiplicado sus opciones de llegar a adultos en este siglo? Entre otras cosas, por la higiene –qué importante es el acceso al agua–, por los antibióticos y por las vacunas: soluciones nacidas del método científico.

           Puedo entender que mi prima sospeche de la rapidez con que los laboratorios han desarrollado vacunas contra el Covid-19. “¿Ves que lo tenían todo preparado?” O: “Y si son fallidas con tanto apuro?”. Al margen de que estas nuevas vacunas no nacen de cero, sino que aprovechan avances en otros tipos de coronavirus ­–además de que un grupo de científicos chinos dio un enorme paso inicial al desvelar su puerta de entrada a las células humanas– mi prima debería entender que ciertos milagros ocurren cuando las mentes brillantes de la humanidad trabajan en red y con un gran aliciente. A Estados Unidos le tomo una década llegar a la Luna, pero estoy seguro de que si tal reto hubiera sido un objetivo mundial de sobrevivencia –y sin celos ideológicos–, la humanidad habría llegado antes.

           Pero no debería hacer falta tanto rodeo para que mi prima entienda la importancia de las vacunas: le bastaría ver su álbum familiar. Allí están las fotos en silla de ruedas de su abuelo materno, un señor gringo que contrajo polio cuando era niño, y que toda su vida adulta se lamentó de haber nacido antes de que Jonas Salk desarrollara la vacuna. Algún día le prestaré Némesis, la novela de Philip Roth donde se relata el pavor que vivió Estados Unidos durante décadas a que sus niños contrajeran la enfermedad, un pavor del que ya no se recuerda nada. Y, ahora que lo pienso, quizá ahí esté la clave. En nuestra presente comodidad damos por sentado el bienestar que a nuestros antecesores tanto les costó alcanzar: nadie se preocupa por la suciedad cuando entra a una habitación limpia. No es extraño que, por ejemplo, tras analizar el brote de sarampión de Estados Unidos en 2014, los hogares más ricos hayan sido los más escépticos con la vacuna.

           Quizá tengo suerte de que mis padres hayan pasado penurias y hayan apreciado el valor de la salud. Mi madre, por ejemplo, casi murió de niña por la reacción brutal ante una vacuna: en su brazo lleva una cicatriz enorme, como una rodaja de piña. Solo con ese recuerdo habría evitado que vacunen a sus hijos. Pero también vio morir a su lado a su hermanito de meningitis: el “por si acaso” le ganó al “yo sufrí”. Y aquí estoy, vivo y sano gracias a haber recibido mis vacunas completas: ¿no es extraordinario no haber sufrido ninguna de las dolencias que hace 200 años mataban a la mitad de tu familia?

           Todos tenemos nuestros propios círculos de información. Todos terminamos atrapados en burbujas que conversan de manera paralela y dándose la espalda.

           A pesar de ello, sé que mi prima leerá esto y luego la llamaré para conversar.

           Le propondré un intercambio: le enviaré informes de científicos empáticos que saben divulgar ­–nada de esas cadenas anónimas que recibe por Whatsapp– y, cuando esta pesadilla termine, nos iremos juntos a sentir la energía de los árboles.

           A ambos nos caerá bien.


38 comentarios

  1. Denisse Dibos

    Buenísimo Gustavo. Yo me parezco a tu prima en algunas formas de pensar que mencionas, pero podemos ser sensatos y actuar inteligentemente sin dejar de cuidar y sanar tu vida espiritual que, en mi caso y el de tu prima por lo que cuentas, es lo que nos trae paz y felicidad.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, querida Denisse.
      El balance es lo adecuado, como bien comentas.
      ¡Un beso!

      • Raul

        El balance ,Queen lo definitivt? El balance es una ilusion, en realidad lo unico que cuenta es eres Ono error

  2. Lilian Kuhlmann-Samamé

    Yo también ando entre el panteismo y ateísmo, abrazo árboles y me doy baños de bosque y de hecho me voy a vacunar. Mi espiritualidad también abraza a la ciencia .

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Lilian, ¡más abrazos, entonces!

    • Gladys Cuellar Laupa

      Qué buen artículo, muy oportuno y optimista. Felicitaciones!

      • Gustavo Rodríguez

        Muchas gracias, Gladys. Cariños.

  3. Benjamin

    Muy buen articulo Gustavo
    valoro la fuerza con que has expresado lo que paso antes –en historia pasada la redundancia es al proposito–, de haber conocido los antibioticos y vacunas, en esos dias como ahora, pudimos ser lo mas espirituales del mundo … igual hubiesemos «perdido» o desaparecido en la proporcion que mencionas, y sobre las conspiraciones: me encantan, superan a las de james bond…me parecen que son «horribles» incentivos a seguir creando y avanzando, contra el lamentable y desafortunado beneficio sesgado como casi siempre de algunos pero que puede ser al final para el uso y benefico de todos, obviamente y contra lo que muchos no quisieran: a un precio

    • Gustavo Rodríguez

      Muchas gracias, Benjamín, por el comentario y la reflexión.
      ¡A seguirse cuidando!

      • Enrique

        Las creencias en algo superior es de por sí natural , pues nada es causalidad , no somos gusanos que crecemos por generación espontánea, todo tiene un sentido en la vida , lo importante es que no te vayas de esta sin saberlo ….el libre albedrío es lo más puro en el tiempo para nuestra especie :
        SERES HUMANOS.

  4. Maria Elisa

    Excelente y muy respetuoso del pensamiento diferente al nuestro. Hay un punto que no se somete a debate alguno, y es que la religión se maneja mediante el dogma, la espiritualidad es subjetiva y la ciencia se maneja entre el ámbito del método científico y la revisión Inter pares lo que la sujeta a prueba-confirmación o prueba-desaprobación y a partir de allí hacia adelante. La ciencia nos continúa dando años de vida, mejor adaptabilidad al medio, desarrollo y comfort. No podemos darnos el lujo de retroceder a los años oscuros que tuvieron a la humanidad secuestrada. Hoy como civilización tenemos nuestros problemas, si, pero la ciencia será la herramienta de la evolución y curiosidad humana que nos llevará a superar los obstáculos y desafíos que se presenten para nuestra sobrevivencia como especie.

    Gracias por tan honesto e inteligente artículo!

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias a ti, María Elisa.
      ¡Tú lo has explicado mejor!

  5. Cecilia Garavito

    Excelente artículo. Recibí la vacuna Salk cundo niña, pero vi niñas y niños mayores que yo con polio y esos aparatos en las piernas para ayudarlos a caminar. Soy agnóstica y las religiones llamadas paganas, ligadas al ciclo de la tierra me atraen mucho. Hemos depredado nuestro hogar, la tierra, y hay que solucionarlo. En mi opinión, ponerse la vacuna y respetar más el hábitat de los animales son parte de este nuevo comienzo. Un dato, en el Censo de 1940, la esperanza de vida al nacer era de 35 años promedio. Quienes estaban en el sector urbano vivían más años que aquellos en el sector rural; quienes tenían más ingresos más que aquellos con menos ingresos; y las mujeres más que los varones. Esto último es un fenómeno demográfico llamado la «supermortalidad masculina». Al promedio actual, le subes dos años si eres mujer y le bajas dos si eres varón.

    • Gustavo Rodríguez

      Cecilia, muchas gracias por ampliar el sentido del artículo.
      Es bonito cuando los lectores resultan ser mucho mejores que el texto.

  6. Ana Ibarra Pozada

    Excelente artículo, estoy segura que la convencerás, muchos amigos/as piensan así, muy fuerte, no sé cómo los voy a convencer, me darás los tips.

    • Gustavo Rodríguez

      Ana, ¡ya conversamos!
      Está más abierta a explorar opciones, felizmente.
      A tus amigos déjales el artículo como quien no quiere la cosa, jajaja.

  7. Mariela

    Muy buen artículo. No como alimentos de origen animal y la mayoría de productos que tengo – por no decir todos – no están testeados en animales y no contienen ingredientes animales. Las vacunas están testadas en animales, pero a pesar de eso me vacunaré porque no puedo dejar de la lado la ciencia y la responsabilidad social. Seguiremos luchando por ciencia sin involucramiento de animales, claro que sí.

    • Gustavo Rodríguez

      Excelente.
      Yo cada vez como menos carne y me siento mejor (y conmigo mismo).
      No terminaré vegetariano, pero sí bastante más balanceado.

  8. Iván Maldonado

    Hola Gustavo: para mí el problema debe ser simplificado.
    Primero, ya no interesa cómo se formó el virus, este existe y mata.
    Segundo: hagamos una «reducción al absurdo»:Si las vacunas protegen solo 1%, por tanto quien se vacune tendrá 99% de probabilidades de contagiarse frente al 100% de probabilidades para quien no se vacune. De ahí en adelante, al aumentar la eficacia que se le asigne a cada una de las vacunas, las probabilidades de no enfermarse se incrementará.
    En conclusión: siempre algo es mayor que nada.

    • Gustavo Rodríguez

      Amén.
      De hecho 70 o 80% es muchísimo mejor que nada.

  9. Gloria Diana Dunkelberg Miller

    ¡¡¡ Muy buena lectura…!!! A veces pienso que los antivacunas, en el Perú, caminan por una ruta extraña de coincidencias, son Pro Vida, les gusta Trump, creen en el Sr.Fernandez, veterinario de Chincha, ven el mismo canal de TV y leen el mismo periódico, toman ivermectina automedicada, detestan a Vizcarra visceralmente, hablan del odio del otro…y no se conocen entre ellos..¿Explicación? . Tengo mis sospechas, pero no la digo porque me van a odiar a mí también…

    • Gustavo Rodríguez

      ¡Me gustaría mucho escuchar esa explicación!

    • Iván Maldonado

      Mi querida Gloria, la explicación es sencilla: “ porque el número de tontos es infinito”.

  10. Mabel Villanueva

    Muy buen post. Particularmente pienso que las vacunas son uno de los mayores descubrimientos de la medicina.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Mabel. Abrazos.

      • Gustavo Rodríguez

        Qué pena, Alfredo.
        Un abrazo sentido.

  11. Alfredo Yong

    Me da un poco de pena pero ya me imagino el final de esta historia: personas antivacunas que contraen enfermedades horribles (que enfermedad no lo es) y su sufrimiento y dolor sirven de ejemplo de lo que no se debe hacer.

    Yo también soy de los abraza-árboles, y que lástima, ya fui testigo de un amigo que fallece de una enfermedad muy tratable, pues prefirió curarse con veganismo. Una tragedia, los doctores dijeron que la desnutrición fue un agravante.

  12. Kenneth Salas

    Muy interesante, tengo familia y amigos en grupos así, no fui muy sutil, la mayoría me ataca, pero tu publicación es excelente, voy a citarla con esos grupos, espero ser mas sutil.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Kenneth.
      En comunicación, el tono suele ser más importante que el mensaje en sí.
      Un abrazo y suerte.

  13. Javier Chocano Portillo

    Muy buen artículo Gustavo! Tengo una prima parecida a la de tu relato así que se lo envío para ver si se convence que las vacunas y la ciencia no están reñidas con el desarrollo espiritual del ser humano. Slds

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Javier.
      Lo mejor para ti, tu prima y tu familia.

  14. Elena Alvites

    Muchas gracias por tu artículo, en estos tiempo hace falta sutileza y empatía para intercambiar argumentos y llegar a acuerdos. Confío en que, con aportes como tu texto, cuando las vacunas estén disponibles, el acuerdo generalizado sea que debemos vacunarnos, así como el valor de la ciencia y su compatibilidad con nuestras ideologías.

    • Gustavo Rodríguez

      Elena, mejor dicho, imposible.
      Muchísimas gracias.

  15. Samuel Adrianzén Merino

    Las últimas vacunas que me puse fueron la antigripal, contra La neumonía y hepatitis-b (hace vario años)…. los anti-vacunas le están haciendo mucho daño al combate que se libra contra el Covi19….

    • Gustavo Rodríguez

      Es triste todo esto.
      Ánimo, hagamos que el péndulo vuelva al centro.

  16. Guido Valdivia

    Brillante artículo, Gustavo. Parece que el homo urbanus idealiza la naturaleza -que en un instante le regala un amanecer y dos minutos después la picadura de una araña venenosa- y en su torre de marfil, olvida la inminencia y la inevitabilidad de la muerte. Protegido por la ciencia y la tecnología, se deja seducir por el espejismo de la inmortalidad. Pero en el fondo, teme morir y prefiere escudarse en la evasión. Como se dice ahora: si no lo recuerdo, no pasó.

    • Gustavo Rodríguez

      Gran comentario, Guido. Como siempre. Va un abrazo agradecido.

  17. Marisol Tobalina

    Abraza a tu prima y simplemente dile «aunque no confíes en la vacuna, hazlo por mí» esa fórmula es infalible como todo lo que envuelve el amor. Por cierto yo abrazo árboles, divulgo que YO SOY UN MILAGRO VIVO y aunque estoy segura de mi protección divina mi vacunaré porque sería poco empático no hacerlo, al estar vacunada el resto de la humanidad vería en mí un peligro menos.

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