A propósito de los presos y las vacunas
Las vacunas que vimos aterrizar en Perú han sido, durante las primeras horas, gotas de lluvia cayendo sobre sedientos: las exclamaciones se apretujaban, las jerarquías se discutían, las necesidades se ponían en entredicho. En esta batahola, algunas personas en Twitter se quejaron furiosamente de que los reos estén antes que ellos en la fila de vacunación y, ante mi respuesta de que me parece una secuencia razonable, se adivinará el otro tipo de virulencia que se puso en juego.
Para justificar mi opinión bastaría con quedarme en el terreno práctico y científico: todo espacio hacinado es un paraíso para que el virus se multiplique y las prisiones peruanas son ideales para irradiar la peste en todas direcciones. Nuestras 68 cárceles deberían albergar a 40 mil internos, pero su población llega a los 96 mil. Más del doble y sin campo abierto. De no ser controlado en ellas, el virus se expandirá indetenible hacia los policías que las resguardan, el personal que allí cocina, el personal médico que las atiende, el transeúnte ocasional, las familias que las visitan. Los virus no saben de moral: si el objetivo es evitar el derrumbe de la salud pública, vacunar a nuestros presos es de inteligencia elemental.
Pero soy algo terco y no quisiera dejar pasar la oportunidad de escarbar un poco en esa tendencia de muchos compatriotas a ser implacables con los infractores de la ley. Me temo, por lo tanto, que este artículo terminará siendo uno de los más impopulares que he escrito.
Siempre he pensado que una sociedad se mide según cómo trata a sus presos.
Y que toda familia se mide según cómo corrige a sus hijos.
Pensemos en nuestros hogares. Recordemos en los métodos que usaron con nosotros y en los que vimos que usaban con nuestros conocidos. Reflexionemos sobre los antecedentes y en la justicia aplicada. Por ejemplo, yo tuve un primito al que obligaban a terminarse todo el almuerzo y, cuando se negaba, era confinado en la cocina hasta la noche. ¿Era razonable castigarlo por no tener apetito?
Si me hubieran sorprendido con revistas pornográficas bajo la cama, ¿hubiera sido justo castigarme si es que nunca me habían hablado de sexo y la pornografía era una manera de saciar mi curiosidad junto a mis ganas? ¿Era justo que uno de mis tíos perdiera un diente de un cucharonazo en la boca por haber contradicho una opinión de su abuela? ¿Para qué se corrige a las personas? ¿Para que aprendan las consecuencias de sus actos, o porque nos gusta el sadismo?
Con esto no quiero exculpar a ningún criminal, obviamente. Solo busco relativizar de qué hablamos cuando pensamos en el castigo: así como hay familias que cometen barbaridades contra sus miembros aduciendo una legalidad propia, hay países en los que ocurre lo mismo.
Quizá la ferocidad con que se recibe la posibilidad de un reo siendo vacunado tenga que ver con las asociaciones que trae aquella palabra. Azuzada por el sensacionalismo, a nuestra mente acuden los sicarios de las películas y los noticieros, los asaltantes a mano armada, los capos del narcotráfico, e incluso los terroristas. En ese recuento ligado al crimen como espectáculo nos olvidamos de las jóvenes que son enganchadas por necesidad para ser burriers, de los enredados en tramas judiciales debido a su ignorancia, y yo mismo olvido que si las deudas fueran motivo para el encarcelamiento –como ocurrió en algún momento–, hasta mi atribulado padre habría terminado en la cárcel.
¿Habría merecido un empresario corrupto –y en libertad debido a sus conexiones– recibir la vacuna antes que mi padre?
Pero saltémonos a los sentenciados: casi el 40% de los que habitan las cárceles peruanas siguen esperando el juicio que confirme sus crímenes.
Bajo el razonamiento de que todo preso debe ir al final de la fila, ¿merecerían estos prisioneros esa suerte?
Quienes estamos fuera de prisión solemos olvidar que en nuestros países la cárcel es un reflejo de la pobreza. Cada una de ellas es el repositorio de un embudo en el que se agita la inequidad. Allí terminan sus días una mayoría que ha heredado de sus ancestros la falta de igualdad, de educación e, incluso, de recursos para defenderse en un debido proceso: siempre es noticia que una persona con plata termine presa. Aunque Capote lo dijo mejor: A los ricos no los ahorcan nunca; solo a los pobres y sin amigos.
Sin embargo, esto no me lleva a olvidar que en nuestras cárceles haya psicópatas.
Confieso que pensar en Abimael Guzmán recibiendo la vacuna antes que una joven maestra me causa repelús. Una parte mía quisiera que se muera boqueando, pero existe otra, más serena, que me pide pensar en el verdadero bien común y no en un deseo individual de desquite.
Un estado siempre debe demostrar que es mejor que el peor de sus ciudadanos.
El Estado nos representa y debe aspirar a servirnos de ejemplo aunque pocas veces lo logre, pero es en ese intento donde radica el combate por ser una mejor sociedad.
Si un estado se rebaja a ser cruel, ¿no le está dando una justificación adicional a quienes lo son?
Si nuestro sistema apartara a los reos de la fila lógica de vacunación, el mensaje sería el mismo que el de la pena de muerte: “me parece bien que mueras porque al delinquir, dejaste de ser humano”. Y, nos guste o no, por más actos horrendos que cometamos, nada nos quita el hecho de ser humanos.
En todo hombre se esconde un criminal en potencia, y la ley no existe para reproducir tal naturaleza. Como decía Camus, existe para corregirla.
Lo peor que hace el Perú es mantener condiciones inhumanas en las cárceles y darles los peores servicios sociales a las zonas con mayor índice delictivo. Ahí es donde deben estar los mejores modelos educativos y todas las facilidades para hacer deporte y crear cultura. Hace poco hablaba con una persona de un Gobierno Regional y me refutaba que por qué debía prestarles ayuda y servicios a gente que se porta mal cuando hay gente buena muy necesitada. Cuando se conoce a esa gente «mala» de cerquita se sabe por qué son como son y duele muchísimo la falta de visión con ellas… Gente que se empodera de lo malo porque este mundo anida lo perverso y se asquea de la violencia cuando es nuestra propia cosecha…
Querida Leyla, el problema es que se aborda la criminalidad casi siempre desde el ángulo moral y no desde sus causas.
El análisis «buenos versus malos» nunca trae buenos resultados en ningún ámbito.
Gracias por comentar.
Concuerdo, muchos de nuestros problemas sociales (pobreza, informalidad por ejemplo) los vemos como blanco o negro. Me ha gustado mucho esta columna y me has dado argumentos sólidos para debatir con personas cercanas a mi entorno. Gracias por tanto estimado Gustavo
Muchas gracias a ti, Fernando.
Que lo compartas para un debate sano sería la mejor recompensa por escribirlo.
Hay varias aristas en este tema tan espinoso. No es un secreto para nadie que el sistema penitenciario esta quebrado desde hace mucho tiempo atrás, y que la sobrepoblación en nuestras cárceles es un caldo de cultivo para que este virus no solo arrase con ellos (algunos se lo merecerían) sino que también liquidará a todo al personal del Inpe y a sus familias. Adicional a ello, lamentablemente en estos tiempos de crisis el Estado resulta ser igual o peor que algún criminal confeso.
Sí, casos históricos hay de estados más sanguinarios que cualquier criminal.
Un abrazo.
Este articulo es impresionante. Es prolijo en su redacción y sólido en sus argumentos. Aprecio mucho que se haya tomado el tiempo de escribir sobre un tema tan delicado.
«Una sociedad se mide según cómo trata a sus presos.» Me impacto en gran medida este y muchos otros extractos.
Quiero leer más de usted.
Hola! Yo coincido contigo en que todos tenemos el mismo derecho a acceder a la vacuna sin lugar a duda. Imaginémonos esta situación…
Sabiendo que luego tendrás la posibilidad de vacunar a todos, pero hoy solo cuentas con la dosis para vacunar a 1 persona. La pregunta que me hago y te haria es: ¿Cuál sería el criterio para definir la prioridad de quién debe recibirla?
Para ser más concreto: Tienes al frente personas exponiendo sus vidas día a día por su compromiso y pasión como doctores, enfermeros, policias, bomberos, trabajadores municipales, etc y otros que no bajan la guardia por sacar adelante al pais y de paso a sus familias como colaboradores de empresas como supermercados, bancos, restaurantes, mercados, etc y también tienes a un preso que quizá esta dentro del 40% que esta esperando con fe el esperado juicio para ser liberado de una prisión que no merece.
Para mi, el cuestionamiento es la prioridad. En un estado de emergencia como en el que vivimos el criterio de la prioridad es clave.
Los presos como todo ser humano tienen derecho a la vida, al estar hacinados la probabilidad de contagio es muy alta por lo cual me parece muy bueno el artículo. Además que tocas el tema de oportunidades, la mayoría de presos son gente de escasos recursos, porque quienes los tienen y han delinquido no están hacinados
Buen dia Gustavo.
Esta frase lo resume todo: «Un estado siempre debe demostrar que es mejor que el peor de sus ciudadanos»
Tu escrito mas «impopular» para mi, es el mas justo.
Vivimos en una sociedad «YoYo», donde la gente no piensa mas que en si mismo y cuando uno quiere hacerles entender, con argumentos, algo distinto, te tachan de terrorista, comunista, rojete…
Una lástima
Muchas gracias, Mona, por tu comentario y veredicto.
Me tranquiliza saber que no estoy solo, o loco.
Un abrazo.
Tu impecable escrito «impopular» es el dardo a la yugular de esa moral inmoral de nuestra alicaida sociedad que va solo ahí y no a las causas, ir a ellas acaso devele lo que anida y cosecha. Mira tú, también me siento sola y a veces loca, ya me siento acompañada.
Primo, un buen artículo. Son ciudadanos solamente con algunos derechos disminuidos, los sentenciados. Por supuesto que deberían ser vacunados, pero la prioridad es discutible. El número de contactos hacia afuera o sea el personal que directamente trabaja con ellos, cara a cara, no son muchos. Por lo tanto, el personal directo debería tener prioridad. Se nota que de la masa de no vacunados en las primeras vacunaciones se filtrara algunos infectados. Bien, es parte de la estadística.
Pero darle prioridad a otros ciudadanos que están en múltiples y diversos contactos a la vez con sus pares impacta más en contener la epidemia. Concluyo: ellos pueden esperar un poco.
Claro, que esperen el lugar que les corresponde en la fila.
No creo que nadie abogue porque se les adelante.
Mi artículo va hacia quienes reclaman «que se mueran».
Un abrazo, primo.
Gracias Gustavo por estas reflexiones. Mientras leía recordaba la frase de Lao Tsé: “Cuando te des cuenta que todo lo que haces al otro, te lo haces a ti, habrás aprendido una gran verdad”
Gracias, Gia, no la conocía.
Todo mi afecto.
Siempre he tenido una metáfora cruda sobre las cárceles y me gustaría compartirla. Las veo como el pozo séptico de una red de desague. Una red que capta con sus drenajes y tuberías la escoria de la sociedad y que constantemente exigimos funcione mejor aterrados por la delincuencia. Aplaudimos al político que promueve comprar más sumideros (patrulleros) y estamos atentos a mejorar todo aquello que tenga que ver con atrapar y captar con eficacia estas aguas sucias y drenarlas con rapidez al pozo séptico que está al fondo del jardin.
Pero con ese mismo empeño por mejorar las tuberías nos oponemos indignados cuando alguien habla de mejorar las condiciones del pozo séptico.
Lo patético del caso es que la mancha oscura y el olor del fondo del jardín no dejan dudas que ya colapsó. Lo patético del caso es que nuestra única arma como sociedad contra la delincuencua radica en este sistema de captura y detención. Y si no hacemos NADA, absolutamente nada por cambiar nuestras cárceles, nos vamos a seguir hundiendo literalmente en nuestros propios desechos como sociedad.
Seguimos todos los días maldiciendo un nuevo secuestro, un nuevo robo al paso, mientras vemos las noticias tomandonos un café… y somos incapaces de alzar la vista y ver las moscas zumbando al fondo del jardín.
Muy interesante este «impopular» con el que concuerdo de principio a fin: gran enfoque, para reflexionar, entender y compartir….gracias Gustavo.
Al contrario: gracias a ti, Laura.
Una metáfora dolorosa.
De imaginarme a un hermano o familiar mío en un pozo séptico, me sublevo.
No entiendo cómo no se entiende, si es lógica elemental. Te acompaño en tu impopularidad, Gustavo. A seguir remando contra la corriente, que es fuerte, porque lamentablemente se ha formado un gran remolino entre la opinión pública y las decisiones de los políticos. Se alimentan mutuamente.
Gracias, querido José.
Un abrazo, como siempre.
Estimado Gustavo, leo constantemente tus comentarios porque me parecen incisivos y oportunos, y no estoy en contra de que la poblacion carcelaria se vacune. Lo que no comparto es que se vacune en la fase 1 o 2, antes de la vacunación masiva. No olvidemos las causas que los llevaron allí, mayoritariamente están pagando por actos delictivos. No me parece justo posponer a la maestra, los profesionales, estudiantes universitarios, comerciantes que deben luchar día a día para subsistir, para darle pase primero a un preso, tenga o no sentencia.
Claro, Magali.
Mi artículo fue escrito debido a los «que se mueran», no a los «que respeten su turno técnico».
Gracias por tu comentario.
Hace poco lei en el libro PANDEMONIO el articulo de Pérez Guadalupe y Lucia Nuñovero acerca del mal manejo de las políticas preventivas y de excarcelación en el sistema penitenciario, por ser , como manifiestas, impopulares…
La falta de compromiso de los políticos nos cuesta a diario yla percepción de no avanzar en un contexto tan dificil, es preocupante.
Buen dato ese libro, Karla.
Muchas gracias.
Yo era igual que tu primito, me la pasaba toda la tarde sentada de terca porque no me gustaba la comida o no tenía ganas de comer. Lo que pasa es que hay asesinos, pedófilos y gente de este tipo que indigna que con las pocas vacunas que tenemos se les priorice a otras personas, quizás soy muy radical por otro lado me pongo en el lugar de familiares de personas que están esperando un juicio y son inocentes y es terrible también. Prefiero este dicho : “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que se trata a sus animales”
Claro.
Pero el problema es grande cuando trata a sus ciudadanos peor que a animales.
La desigualdad, la falta de equidad es nuestra condena….
Condena casi perpetua.
Gracias, Valeria.
Muy provocador tu artículo, agudo, acucioso. Además de los presos pondría al personal de salud, médicos, obstetrices, trabajadoras sociales, enfermeras, auxiliares, personal de limpieza, muchas veces me hago la siguiente pregunta, ¿ cuántos inocentes hay en las cárceles?, personas que no tienen contactos, vínculos con el poder, nuestro país es muy desigual, fragmentado e injusto.
Gracias, Ana, por acompañarnos siempre.
Comentario impopular??? para nada Gustavo. Si me da pena que los Candidatos no asuman, no se comprometan y no toquen temas elementales como estos en su plan de Gobierno. Por ejemplo cuantas cárceles nuevas en la selva o en la sierra pueden hacerse y generar economía a los pueblos, cuántos Hospitales Regionales Categoría III Nivel III-1, realizarán y en que ciudades. En el Callao solo el Carrión pero faltan 2 más. Quien dice algo de un Hospital de Rehabilitación, alguien me explica como hace una señora de 50 años para llevar a su hijo de 20 postrado en silla de ruedas desde Comas a Chorrillos. Eso un Gobierno Regional solo no lo va a hacer tiene que venir de la mano del ente rector y ese es el Ministerio, el Ejecutivo. En que lugar el hijo de un obrero o una empleada del hogar puede aprender idiomas. Solo si pagas Icpna, Euroidiomas, Británico, Centro de Idiomas Universitario el mas barato 260 soles pero la empleada del hogar gana 970 o 1200 en el mejor de los casos. Esa familia se puede educar, progresar o deben pasar 4 generaciones para que los visnietos vayan a la universidad. En estos tiempos eso ya no debería existir. En el Siglo XXI esono debe pasar.
Gracias, Nilo.
Estamos en tiempos turbulentos en los que nos cuestionamos el paso del propietarismo y culto a lo privado a un modelo más equilibrado con la acción pública.
Veremos en qué termina.
Saludos.
Excelente artículo. Esta pandemia ha desnudado lo poco civilizados que somos como país y lo poco que nos interesan los derechos humanos. Aparte de la razón práctica que mencionas, son gente. Agregaría un dicho más, que no tiene que ver con los presos pero si con nuestro bajo grado de ciudadanía: también se mide por cómo tratamos a los animales, entre estos, los que dependen de nosotros.
Gracias, Cecilia.
Un abrazo.
Y vaya que es impopular su artículo. No tanto en twitter donde los diálogos son más alturados. Pero en Facebook los que se adhieren a su posición son atacados salvajemente. Una de las respuestas menos agresivas es «Entonces llévatelos a tu casa». Las otras son impublicables. Una forma de medir la cultura y el nivel de valoración de los DDHH es dar una mirada a los comentarios sobre estos temas.
Comentarios como los tuyos, Luis, son los deseados.
Un abrazo.
Hola Gustavo. Muy ilustrativo tu artículo. Estoy de acuerdo. Algo leí a una criminóloga en «El Comercio» hace pocos días sobre, justamente, prisión y pandemia. MI amigo Aldo Vásquez, que fue Ministro de Justicia al final del gobierno de Humala, me describía como son las condiciones carcelarias (por ejemplo que en una celda para dos, estén diez hacinados). El se empeñaba en dejar listas las gestiones para la construcción de nuevos centros penitenciarios. Necesitamos mas opiniones serias y menos prejuicios. Saludos!
Gracias, Jairo, ¡un fuerte abrazo!
Felicitaciones, es un artículo que apunta a fijarnos en las causas del crimen y no en sus consecuencias. Es muy importante que el artículo haya mencionado «el espectáculo» que generan los medios de comunicación y partidos políticos, afectando la sensación/percepción que tenemos frente al crimen (Roberts & Hough, 2002; Doyle, 1998; Barak, 1994). En el Perú el 85.5% de peruanos (INEI, 2019) creemos que vivimos en una insostenible inseguridad, mientras que el real nivel de victimización es del 26.4% (INEI, 2019); una diferencia abismal que merma la confianza mutua, disminuye la calidad de vida y nos invita al uso de violencia y otras medidas contraproducentes. El crimen siempre existirá, pero necesitamos enfocarnos en sus orígenes, ahí la mejor solución para reducirlo: falta de educación, salud, pobreza extrema, enfermedades mentales, maltrato y demás factores de riesgo. Nuevamente, felicitaciones por el atrevimiento.
Muchas gracias, Ian, por el aliento y el dato estadístico.
Un abrazo.