La tecnología como imagen de culto


De cómo las promesas tecnológicas pueden convertirse en dogmas 


Un pódcast que escucho con frecuencia es Sounds like a cult, en el que una lingüista y una comediante analizan movimientos actuales que actúan como sectas. Ellas narran, por ejemplo, la forma en que seguidores acérrimos de Starbucks, Disney o algunos programas deportivos llegan a comportarse como integrantes de grupos religiosos. Para ello analizan el lenguaje que suelen usar estos grupos para diferenciar a los miembros de quienes no lo son, cómo se manejan las críticas y de qué manera la vida de sus seguidores gira en torno a las enseñanzas de ciertos seres carismáticos. Así, al final de cada episodio las conductoras presentan la deliberación final, si este grupo suena a una secta o no. 

Entre los casos nos podemos topar con “sectas urbanas” de todo tipo, incluyendo ejemplos relacionados con la ciencia y tecnología. Uno de ellos ha sido el de Elizabeth Holmes, la creadora de Theranos —la corporación privada de tecnología sanitaria—, quien está próxima a pasar una década en la cárcel por estafar a sus inversores. También le han dedicado un episodio a Elon Musk, en el que destacan la intensidad de sus seguidores, para quienes una crítica válida hacia Musk es considerada una ofensa y un símbolo de ignorancia. También han incluido un capítulo dedicado a las criptomonedas y los criptobros, a quienes ya se conoce por su fanatismo. 

No es casualidad que ciertos líderes tecnológicos tengan grupos de seguidores que comparten características que podríamos describir como sectarias. Parte del pódcast se centra en analizar el lenguaje que las sectas tradicionales usan y que también vemos en otros grupos. Así, encontramos «diccionarios de cripto»  que incluyen todos los términos que tenemos que manejar si queremos seguir alguna conversación entre quienes profesan esta tecnología. En este caso, usar deliberadamente palabras que otros no entienden ayuda a marcar la diferencia entre quienes están dentro del grupo de quienes no lo están. Lo mismo sucede con las disciplinas científicas, en las cuales los términos técnicos tienen significados para los científicos que los usan, los cuales deben dejarse de lado cuando quieren comunicar sus ideas al público general. En los cultos tecnológicos —y en la academia—, a veces el uso de términos técnicos se mantiene, no para asegurar la comunicación entre sus miembros, sino para mantener la autoridad que el conocimiento confiere. 

Una de las conductoras del pódcast, la lingüista Amanda Montell, ha escrito extensamente sobre cómo las sectas suelen estar lideradas por una figura carismática. Los casos que ya hemos mencionado, como los de Musk y Holmes, son claros ejemplos de líderes tecnológicos con estas características o, por lo menos, lo suficiente enigmáticos como para que otros busquen seguirlos. Los seguidores de Musk son conocidos por sus alabanzas a cada tuit que el magnate publica y por secundar cada decisión que toma, por más errática que parezca. Lo mismo ocurre con Holmes, quien, incluso tras ser develada la farsa de Theranos, tenía a un grupo de seguidoras vestidas como ella esperándola a la salida del juzgado. Seguidores también son aquellos inversores que amplifican el poder de figuras como Holmes y Musk. En el caso de Holmes, esto está muy bien documentado, pues se cuenta con los nombres de aquellos políticos y empresarios que invirtieron en Theranos a pesar de no tener suficiente evidencia de que la tecnología estaba desarrollada y funcionando, y de quienes sirvieron como respaldo para incluir a un mayor número de inversores. 

Obviamente, Holmes y Musk no son los únicos líderes carismáticos del ámbito de la tecnología. Steve Jobs, con sus cafarenas negras y jeans, inspiró a Holmes y a toda una generación de innovadores, menos carismáticos pero igual de influyentes, como Zuckerberg y su armario repetitivo, o Bill Gates, que ha hecho un rebranding de villano metódico a generoso financiador de la salud global. Entre las figuras más recientes podemos citar a Sam Bankman-Fried, el creador de FTX, señalado por malversar 10 billones de dólares y que hasta hace unas semanas era uno de los rostros más reconocidos de las criptomonedas. 

Una perspectiva que escapa a los análisis de Sounds like a Cult es el rol que juega la supuesta objetividad de la tecnología al momento de promover compartimientos sectarios. Solemos describir a la tecnología como objetiva, sin opinión, como un sistema que funciona sin fallos humanos. Esta idea hace ver a quienes la producen como seres que están por encima de sus sentimientos y opiniones, y que solo se mueven por los resultados que obtienen. Aunque pensemos que la tecnología está en el polo opuesto de la religión, realmente no lo está. Al igual que en la religión o la espiritualidad, no necesitamos comprenderla por completo para incorporarla en nuestra vida. Tanto en la tecnología como en la religión, lo que no conocemos nos mueve igual o más de lo que conocemos. Es así como alguien puede involucrarse en una iglesia con la promesa del paraíso eterno sin cuestionar lo que ahí se le enseña, y un inversor puede desembolsar millones en una start-up con la promesa de un retorno económico sin cuestionar lo que ahí se desarrolla. 

En la tecnología y la religión, el misterio y la interpretación personal le otorgan permiso a la manipulación. Como lo describía Latour, la tecnología funciona como una caja negra en la cual solo vemos los resultados, mas no los procesos. Podemos usar una MacBook y tener una foto de Steve Jobs en nuestra mesa de noche, pero eso no va a hacer que podamos recrear o entender la tecnología que su empresa creó. Lo mismo le sucedió a los inversores de Holmes, quienes entendían sus promesas y las de su empresa, pero el misterio no los llevó a dudar de ella ni a cuestionarla. Algo similar ocurre con Elon Musk: para seguirlo fielmente hay que asumir que no lo entendemos. Al leer los comentarios de sus seguidores, siempre hay alguien que ante la crítica o pregunta responde que si entendiéramos a Elon Musk, entonces no sería Elon Musk. Así, para adular a un líder tecnológico hay que asumir que no podemos pedir aclaraciones. Es gratificante que pódcast como Sounds like a cult se enfoquen en temas de cultura popular y reconozcan el factor sectario de los líderes tecnológicos. Tal vez esta semana muchos se hayan desilusionado con la potencial caída de Twitter, con la sentencia de Holmes y con la bancarrota de Bankman-Fried. Sin embargo, si escuchamos a sus seguidores, comprobaremos que ellos sienten lo contrario, pues ellos aseguran que para que las tecnologías funcionen, otras tienen que fracasar. Las nuevas generaciones de sectas tecnológicas tal vez se alejen de las cafarenas negras y otros vestuarios repetitivos, pero mantendrán el halo de misterio tecnológico que asegura que no solo suenen sectarios, sino que lo sean.


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