La guerra y la paz


Hoy más que nunca urge recordar las palabras de Yitzhak Rabin


Mucha gente de mi generación no lo sabe —ni es capaz de imaginarlo— pero hubo un tiempo en que la paz entre Israel y Palestina parecía estar a la vuelta de la esquina. Fue a inicios de los noventa, y alrededor del mundo venían sucediendo cosas que una década atrás parecían imposibles: la caída del muro de Berlín, la transición a la democracia de países que habían sufrido por décadas dictaduras comunistas, la liberación de Nelson Mandela y el fin del apartheid sudafricano. Pese a que todavía existían escenarios muy complicados, el optimismo tenía un lugar en la mesa de la política internacional.

Israel y Palestina habían firmado los Acuerdos de Oslo. Esos dos compromisos incluían, entre otros aspectos, un reconocimiento mutuo de la existencia y legitimidad de ambos estados y sentaban las bases para ofrecer una solución permanente del conflicto, estableciendo una línea de tiempo de cinco años para lograr la tan ansiada paz.

Una de las personas claves para lograr esos acuerdos fue Yitzhak Rabin, entonces primer ministro y ministro de Defensa de Israel, y exjefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa. Un hombre de la guerra que buscaba decidido el camino a la paz. Ese esfuerzo le significó el premio Nobel de la Paz, junto al líder palestino Yasser Arafat. Comparto con ustedes algunos fragmentos del discurso de Rabin al recibir el galardón, cuyo mensaje considero urgente en esta coyuntura. Pueden acceder al texto completo en este enlace a la web de la Academia Sueca. 

“A una edad en la que la mayoría de los jóvenes se esfuerzan por desentrañar los secretos de las matemáticas y los misterios de la Biblia; a una edad en la que florece el primer amor; a la tierna edad de dieciséis años, me entregaron un rifle para que pudiera defenderme… y también, por desgracia, para que pudiera matar en una hora de peligro.

Ese no era mi sueño. Yo quería ser ingeniero hidráulico. Estudié en una escuela de agricultura y pensé que ser ingeniero hidráulico era una profesión importante en el reseco Oriente Medio. Sigo pensando lo mismo. Sin embargo, me vi obligado a recurrir a las armas.

Serví en el ejército durante décadas. Bajo mi mando, hombres y mujeres jóvenes que querían vivir, que querían amar, fueron en su lugar a la muerte. Bajo mi mando mataron a los hombres del enemigo que habían sido enviados a matarnos.

Señoras y señores,

En mi puesto actual, tengo muchas oportunidades de sobrevolar el Estado de Israel, y últimamente también otras partes de Oriente Medio. La vista desde el avión es impresionante: lagos azul intenso, campos de color verde oscuro, desiertos pardos, montañas gris piedra y toda la campiña salpicada de casas encaladas con tejados rojos.

Y cementerios. Tumbas hasta donde alcanza la vista.

(…)

La historia en su conjunto, y la historia moderna en particular, ha conocido épocas desgarradoras en las que los líderes nacionales convirtieron a sus ciudadanos en carne de cañón en nombre de doctrinas perversas: el fascismo vicioso y el nazismo diabólico. Las imágenes de niños marchando hacia el matadero, las fotos de mujeres aterrorizadas a las puertas de los crematorios deben aparecer ante los ojos de todos los líderes de nuestra generación y de las generaciones venideras. Deben servir de advertencia a todos los que ejercen el poder:

Casi todos los regímenes que no situaron al Hombre y la santidad de la Vida en el centro de su visión del mundo, todos esos regímenes se han derrumbado y ya no existen. Pueden verlo ustedes mismos en nuestros días.

Pero esto no es todo. Para preservar la santidad de la vida, a veces debemos arriesgarla. A veces no hay otra forma de defender a nuestros ciudadanos que luchar por sus vidas, por su seguridad y su soberanía. Este es el credo de todo Estado democrático.

(…)

En los próximos días, una comisión especial de las fuerzas de defensa de Israel terminará de redactar un código de conducta para nuestros soldados. La formulación relativa a la vida humana dirá lo siguiente, y cito:

‘En reconocimiento de su importancia suprema, el soldado preservará la vida humana de todas las formas posibles y se pondrá en peligro a sí mismo, o a otros, solo en la medida que se considere necesaria para cumplir esta misión.

La santidad de la vida, en opinión de los soldados de las fuerzas de defensa de Israel, se expresará en todas sus acciones; en una planificación meditada y precisa; en una formación inteligente y orientada a la seguridad y en una ejecución juiciosa, de acuerdo con su misión; en la asunción del grado de riesgo y de precaución profesionalmente adecuados; y en el esfuerzo constante por limitar las bajas al alcance necesario para lograr el objetivo’. Fin de la cita.

Durante muchos años incluso si las guerras llegan a su fin, después de que la paz llegue a nuestra tierra estas palabras seguirán siendo una columna de fuego que va delante de nuestro campamento, una luz que guía a nuestro pueblo. Y nos enorgullecemos de ello.

Señoras y señores,

Estamos en plena construcción de la paz. Los arquitectos e ingenieros de esta empresa están inmersos en su trabajo incluso mientras nos reunimos aquí esta noche, construyendo la paz capa a capa, ladrillo a ladrillo, viga a viga. El trabajo es difícil, complejo, duro. Los errores podrían derribar toda la estructura y traer el desastre sobre nosotros”.

Ese último fragmento que comparto terminó siendo profético. Un año después, el primer ministro fue asesinado de dos disparos por un nacionalista radical israelí y, como recuerda el periodista chileno Daniel Matamala en una estupenda columna publicada el domingo en el diario La Tercera, tanto palestinos como israelís se dejaron llevar por los fanáticos extremistas, destruyendo cada capa, cada ladrillo y cada viga de esa construcción de la paz a la que hacía referencia Rabin.

Paradójicamente Yitzhak Rabin fue asesinado al finalizar un mitin a favor de la paz. Sus palabras en ese último discurso quedaron registradas para la historia: “Se trata de un camino plagado de dificultades y dolor. Para Israel, no hay camino sin dolor. Pero el camino de la paz es preferible al camino de la guerra. Les digo esto como alguien que fue militar, alguien que hoy es ministro de Defensa y ve el dolor de las familias de los soldados. Por ellos, por nuestros hijos, en mi caso por nuestros nietos, quiero que este gobierno agote todas las aperturas, todas las posibilidades, para promover y lograr una paz global”.

Hoy, mientras vemos en nuestras pantallas los horrores de la guerra, es difícil tener algo de esperanza. Sirvan las palabras de Yitzhak Rabin para recordar que se puede soñar con algo diferente.


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