La casa de los espíritus


Reflexiones a raíz de encuentros inesperados en Facebook


Mi generación cada vez usa menos Facebook. Las principales interacciones con amigos ahora las tengo en Instagram o vía Whatsapp, pero uno de los motivos por los cuales entro cada mañana a la red social de Mark Zuckeberg es la sección de “recuerdos”. Una nostálgica opción que te permite ver qué publicaste en esa misma fecha años atrás, desde que creaste tu cuenta. En mi caso, el 2008. Trece años es mucho tiempo y siempre hay cosas para redescubrir. 16 de marzo de 2009, camino a la playa con amigos a los que ya no veo. 16 de marzo de 2010, frase de Joaquín Sabina para hacerme el ingenioso. 16 de marzo de 2013, foto en el (primer) matrimonio de un amigo. 16 de marzo de 2015, nieve en Washington D.C. 16 de marzo de 2019, foto en el Congreso anterior, todos sin mascarilla. Me divierte esta manera de hurgar en el pasado, a través de pequeñas dosis de información cotidiana, sin mucha importancia, pero que en conjunto ayudan a explicar quién eres y cómo llegaste a donde estás.

            Sin embargo, de un tiempo a esta parte, algo más me viene sucediendo al revisar esa sección. Algo inesperado. Y es que me estoy encontrando con amigos que ya no están más con nosotros en este mundo. Personas que murieron, pero cuyas cuentas siguen activas, lo que hace que todos sus comentarios e interacciones se mantengan preservadas en la red social, indiferentes a lo ocurrido con sus autores. Encuentro sus comentarios en mi estatus y fotos, me topo con sus “likes”, como si hubiesen sido puestos ayer.  

            Les confieso que al inicio fue una sensación rara. Uno siente que hay algo mal ahí, que no debería ser posible seguir viendo esos mensajes. Es como si los espíritus de estos amigos te visitaran a través de esa red social, y uno no sabe muy bien qué hacer con eso. Durante buena parte de mi vida, quienes fallecían eran personas que superaban los ochenta años, sin cuentas en redes sociales, y como parte del ciclo natural de la vida. Ya no. Ahora se tratan de amigos de todas las edades, ausencias que todavía duelen. Son personas a las que quiero y cuyas muertes considero profundamente injustas. Deberían seguir aquí, poniendo nuevos mensajes en nuestras redes, creando nuevos recuerdos.

            Poco a poco estoy haciendo las paces con esto. La sorpresa y tristeza que sentía al inicio está dando espacio a sentimientos más gratos. Estoy disfrutando nuevamente las bromas ácidas de Gio, las reflexiones de Francisco, los saludos amables de West, los mensajes de apoyo generoso de Chachi, los “Me divierte” cargados de ironía de Javier. Mucho de ello se habría ido perdiendo en el recuerdo si no fuese por esta opción que nos da Facebook de volver a leerlos, de volver a tenerlos. Esta red social no solo permite un contacto directo con los amigos, sino también ir construyendo una suerte de memorial virtual de nuestras amistades. Siento que todavía están conmigo de alguna forma. Y eso me hace bien.

            Comparto este testimonio personal porque me da pie para invitar a pensar más sobre el duelo y la memoria, y la importancia que tienen para evitar que el dolor de una pérdida se vuelva insoportable. La pandemia que hoy vivimos se ha llevado a muchísimos peruanos. Ha enlutado familias, ha apagado grupos de amigos, ha roto comunidades, se ha llevado talentos y mucha energía. Nunca habíamos sufrido tantas pérdidas en tan poco tiempo. Y si bien todavía estamos todos concentrados en vencer a esta peste, creo que también debemos empezar a preguntarnos cómo haremos para procesar tanto dolor. Para que las ausencias no nos inmovilicen. Para que los que se fueron estén presentes. Qué dinámicas de duelo, de memoria, podemos asumir para que esta no sea solo una tarea individual frente a un dolor silencioso, sino un esfuerzo consciente y colectivo para ayudarnos a seguir.

4 comentarios

  1. Causa dolor y miedo, ver cómo esta pandemia comenzó recién hace pocas semanas, a llevarse a amigos y conocidos. Aunque uno siempre se cuidó, antes eran gente a la que veía más lejana. Una oración al cielo por todos ellos

  2. Lourdes Paredes

    Alberto, a tu pregunta qué dinámica de duelo y memoria podríamos asumir es el acompañamiento comprensivo, compasivo y humano del sentir que devela la culpa de las debilidades humanas compartidas con el ser perdido y así los tiempos individuales.
    «No hay palabras que mitiguen el dolor de estos momentos,
    mas este será el bálsamo que alimente de fortaleza y aceptación a tu alma en tu tiempo. Que cada instante plasmado en recuerdos inspire a retomar la vida con gratitud por el amor compartido entre Uds sintiendo que cada quien brindó con toda seguridad lo mejor de sus corazones a pesar de vuestras debilidades humanas»
    Este mensaje de mi autoría lo dediqué a unas amigas quienes acaban de perder a sus padres, lo comparto editado contigo. Saludos cordiales que tu pluma de hoy mueva fibras de conciencia y humanidad en un tema que se visibiliza en esta pandemia.

    • Cecilia Zamora

      Alberto, como tú sentía una extraña sensación al ver la página en FB de algún amigo muerto … después me fue agradable poder conversar con todos ellos….una sensación mucho más auténtica con ese mundo incomprendido de la muerte!

  3. Gloria Dunkelberg

    Una «dinámica de duelo» para mí es leer y comentar en Jugo de Caigua…No lo sabía hasta ahora…Me acabo de dar cuenta al leer su artículo y así «procesar tanto dolor» Natalia Sobrevilla tocó el alma en su artículo de los dos hemisferios…Lo leí y se alivió «el dolor silencioso»…Gustavo Rodríguez habló de las «Contraseñas de la clase alta» y despertó lo inaceptable de la superficialidad en épocas de adversidad en la salud. ¿»Dinámicas de duelo consciente y colectivo»? Gracias por decirnos que no estamos solos.

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