O por qué tantos profesionales le rehúyen a la carrera pública
Mariela Noles Cotito es profesora en el departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del Pacífico. Es máster en Derecho por la University of Pennsylvania, master en Estudios Latinoamericanos y máster en Ciencia Política, con una concentración en Etnicidad en Países Andinos, por la University of South Florida. Ha conformado equipos técnicos del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y del Ministerio de Cultura; ha sido coordinadora de temas de diversidad e inclusión en la Municipalidad Metropolitana de Lima, así como consultora de diversas agencias gubernamentales.
Si algo viene evidenciando la coyuntura política actual —más parecida a un estado de crisis permanente que a un escenario repentino de inestabilidad— es la urgencia de un mejor entendimiento de la complejidad del país en el que vivimos de y una mayor perspectiva sobre los diferentes desafíos que enfrentamos y las oportunidades que nos alumbran.
Pensar el Perú es una tarea profunda. Una obligación que debería ser corriente para nuestras autoridades, pero que debería convocar también a la ciudadanía en general. Pensar el Perú, sin embargo, requiere que lo entendamos en su complejidad o que, por lo menos, apostemos por miradas mas amplias que nos permitan iniciar este proceso. Muchos jóvenes peruanos tienen la capacidad para asumir este desafío. Salvando las muchas o pocas oportunidades de participación política en instituciones a nivel local, regional o nacional, muchos de nosotros conocemos de posibilidades de participación comunitaria y de diversas formas de incidencia política que no tienen que ver con nuestra presencia en Twitter. Por ejemplo: comentar los documentos o instrumentos de política pública sometidos a consulta popular, involucrarse en los procesos de presupuestos participativos en diversas municipalidades, organizaciones sociales de diversa índole, generar conocimiento y educación cívica comunitaria, auspiciar espacios de debate colectivo y/o análisis crítico, etc. Y sin embargo, parece que el miedo a “quemarnos” en tal o cual gobierno nos previene de utilizar nuestras habilidades al servicio del país.
Nos dijeron que el Bicentenario representaba una oportunidad. En sus cortos 200 años, nuestra nación ha sufrido diversos procesos de profunda fractura social, muchas de las cuales nunca sanaron. Han sido momentos que demarcaron un antes y un después en el desarrollo y devenir de los diversos pueblos que componen nuestro tejido social, pero que hemos preferido ignorar. El contexto de crisis, acelerado y facilitado por la pandemia del Covid-19, no hace sino más urgente la necesidad de levantar nuestra proverbial alfombra política y confrontar todos los temas, asuntos y problemas que habíamos colocado debajo de ella; entre ellos el cuestionamiento de por qué, a pesar de nuestras capacidades, habríamos optado por la indiferencia.
Quiero pensar que una nueva promoción de jóvenes peruanos ha venido observando nuestro país de los últimos 20 años y que han arribado a algunas conclusiones. Por ejemplo, que es imposible comprender el Perú si uno no tiene en consideración su geografía; entender que el territorio peruano tiene tres regiones geográficas distintas, con ordenamientos sociales, económicos y políticos diferenciados; reconocer a nuestros 54 pueblos indígenas formalmente identificados, localizados entre los Andes y la Amazonía, así como, por lo menos, las 48 lenguas originarias habladas por cerca de 4 millones de peruanos; recordar que tenemos lugares donde el único medio de transporte es un burro, o una canoa, y que cinco soles tienen un valor distinto en Lima, y en Huancavelica, donde además se compran cosas distintas.
Entender al Perú es imposible sin verificar los cimientos de nuestro proyecto republicano originario y cómo nuestro pasado colonial afecta nuestras dinámicas socio-políticas el día de hoy. Es comprender o, por lo menos, estar abierto a dialogar desapasionadamente sobre nuestras percepciones sobre raza, etnicidad, diferencia y diversidad, así como sobre privilegio, centralismo y quienes ostentan las oportunidades. Lo mismo con respecto al rol fundamental de la educación pública, lo desconectado que está el sistema nacional de salud y lo precario de nuestro sistema de administración de justicia.
Finalmente, también sabemos que esta tarea no estaría completa si no se observara que la vida empresarial del país se compone de grandes emporios empresariales de proyección multi-rubro, y un robusto bloque de pequeña y mediana empresa que convive con un bloque laboral, aun más robusto, que se considera de labor informal. O si se dejara por fuera el rol fundamental que cumple la Iglesia católica y la prensa en nuestro entorno.
Este tipo de análisis seguirá siendo inacabado, pero brinda una mirada mucho más comprensiva de la realidad del Perú, lo cual eventualmente podría apoyarnos en el proceso de identificar sus tareas pendientes: las más importantes, las más urgentes y las activamente olvidadas.
Voces como “no me representa” se hacen más y más fuertes cada vez y, sin embargo, seguimos sin involucrarnos. ¿Qué nos preocupa realmente? Que nos cancelen? ¿Nuestra reputación? ¿Nos da flojera? Ya sabemos que el activismo performativo, ese para salir en la foto, no le sirve a nadie. El que sí sirve y transforma de verdad requiere del concurso de todo el talento, las habilidades y capacidades de un grupo enorme de gente que, pudiendo hacer algo, se limita a observar la situación desde la tribuna o desde su celular.
Muy importante la descentralización, y apoyar directamente a las distintas comunidades ,
Un interesante artículo, de un tema multidisciplinario y constante análisis, de relevante importancia en la Nación y la búsqueda del bienestar de su Sociedad, el enfoque asertivo como crítico, nos trae a la interrogante de que podemos accionar, dando prioridad a la obra y no a la retórica, en ello las políticas públicas y los responsables de su ejecución, no la realizan al nivel, como velocidad de la realidad que demandan las necesidades de una población en crisis con una temperatura de agresividad en ascenso, dónde no solo los jóvenes son el motor sino también requieren del eje de experiencia y moderación valorable de los Senior, hoy en día cada vez más relegados en empleo, educación y salud, con políticas públicas diseñadas para promover su supervivencia con irrisorios dinero en pensiones y precarios servicios.
Gracias por este artículo y su importancia en poner en agenda vital tema de realidad nacional.