Recomendaciones de horarios, lecturas, eventos y hasta baños para los últimos días de la FIL Lima
Me pasé un buen rato tratando de escoger el tema de este artículo, barajando entre las opciones una potente refregada en la cara a todos los fraudistas y terruqueadores tras la celebración del servinacuy del fujimorismo con Perú Libre: sé que no se trata de ninguna novedad, pero me pasa de vueltas que no resulte más escandaloso, que pocos expresen su vergüenza con la misma pasión con la que vaticinaban la creación de Peruzuela. Luego pensé en un mínimo perfil del impresentable que hoy preside el Congreso; la lotización de las comisiones (Mujer y familia para Renovación Popular, Ética para Acción Popular); la intención de regresar a la inmunidad parlamentaria…
Pero pasa también que estoy agripado, con fiebre, y, como a todos, eso me bajonea. Y ya mucho, ya. Además, hay un lindo sol ahí afuera.
Así que voy a escribir de cosas más felices como son la FIL Lima, que ya se acaba este fin de semana, y los hermosos libros.
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Haber dejado la visita para el final puede ser bueno y malo, aunque más lo segundo: por un lado, algunos stands aumentan sus descuentos para mejorar sus cierres, lo que siempre se agradece. Por el otro, la asistencia aumenta, y puede resultar agobiante. La recomendación es estar parado en cualquiera de las tres entradas a las once de la mañana en punto, que es cuando la feria abre sus puertas. Por supuesto, con una entrada digital para evitar la cola, comprada en este enlace. Con cada hora todo se pone más denso. Además, las posibilidades de toparse con una pelota humana alrededor de un cosplayer o algún impulsador gritón (amigos de Estruendomudo, así no) también se incrementan.
A los que saben claramente qué librerías, editoriales y distribuidoras quieren visitar sí o sí, les sugiero revisar la lista de expositores aquí, y el mapa del recinto acá. Mirar este puede ser útil en términos generales, pero mejor sería no hacerse muchas ilusiones porque el lugar es bastante caótico (no podría ser de otra manera, se realiza sobre un parque que ni siquiera es plano). Mi recomendación es anclarse de puntos de referencia —las entradas, los caballos, el monumento— y, si hay buen humor, dejarse perder. En cualquier caso, siempre se puede incordiar a los vendedores y agentes de seguridad, por ejemplo, para ubicar las salas, que suelen estar especialmente escondidas. En el módulo de atención de Salaverry hay chicos muy amables y programas generales impresos.
Un asunto no menor a tomar en cuenta es el de los baños. Si eres hombre no tendrás problemas, pero si eres mujer es más que posible que tengas que bancarte una fila larga. Creo que la opción menos tugurizada está al lado del stand de Libros del Zorro Rojo, camino al pabellón del cómic y el auditorio César Vallejo. Y hablando de este stand, junto con su mellizo (Prometeo, un poco en la otra punta del recinto) presentan la más surtida y actualizada selección de títulos de Anagrama que se haya visto últimamente por aquí, además de otras hermosas editoriales españolas, argentinas y mexicanas como Capitán Swing, Eterna Cadencia, Fiordo, Almadía y más. Me parece de lo mejor que ofrece la feria.
Si te van los comics, el pequeño pabellón dedicado parece bastante animado, aunque toda esa sección está un poco desligada del conjunto. Una lástima, porque acoge también la zona regional con varias publicaciones a las que prestar atención (compré una edición del clásico Rebuzno propio, de Leoncio Bueno, editado por la trujillana Nectandra). El área institucional y universitaria siempre depara sorpresas a los pacientes (y más porque sus publicaciones no suelen estar en las librerías debido a su proverbial mala distribución). En el Icpna pueden hacerse del último número de la bella revista Ojo Dorado. Casi como anécdota, en el stand de la Municipalidad de Lima encontré un lindo y amplio libro ilustrado sobre los árboles de la capital por 50 soles. Por otro lado, y a diferencia de otros años, la sección donde algunas cadenas y editoriales ponen sus saldos en remate me pareció tristona. Pero se trata de un stock en constante renovación, así que igual se puede tener suerte. Por menos de diez soles me llevé del local de Penguin un híbrido de ensayos y memorias de Julián Herbert titulado Ahora imagino cosas.
No me voy a referir a la ausencia de México como país invitado, si Vallejo fue relegado por Barbie, si deberían venderse chucherías o solo libros, si habría que limitarse a las presentaciones ‘serias’. Si bien este año no hubo figurones entre los invitados extranjeros (¿son necesarios?), la grilla de actividades de internacionales y locales estuvo más o menos bien. Un punto por mejorar sería garantizar que haya libros disponibles, en especial las novedades, de todos los escritores de otros países que vengan. Lamentablemente no ocurrió, por ejemplo, con la gran escritora boliviana Giovanna Rivero.
Los eventos siguen hasta el domingo, y aquí marco algunos que no me perdería si la gripe satánica me lo permite: hoy viernes a las 14:00, en el auditorio Clorinda Matto de Turner, se presenta Desprendimiento de la noche, una bella antología de textos sobre la nocturnidad de José Carlos Mariátegui con Teresa Cabrera, José Carlos Agüero y Guillermo Nugent; y a las 20:00, ¿Cuándo se jodió el Congreso?, de Martín Hidalgo, en el J.M. Arguedas. El sábado, a las 16:00 y en el J.E. Eielson, El peso de vivir en la Tierra, de David Toscana, con Verónica Ramírez y Giovanna Pollarollo; y a las 19:00, Guía para escribir historia, de Marcos Cueto, con Cristóbal Aljovín y Nashely Lizarme. Por último, el domingo a las 14:00 le toca a El gran teatro de Paucartambo, de Miguel Rubio, en el Matto de Turner; y a las 19:00, la reedición de Crimen, sicodelia y minifaldas, de José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo en el Blanca Varela. Pero no te dejes confundir por mi subjetividad y mira el programa completo aquí.
Por último, aquí va la pesca de novedades, dejando de lado la no ficción (aunque hay dos títulos de fronteras difusas: V13 de Emmanuel Carrère y El camarada Jorge y el dragón, de Rafael Dumett).
Novelas: Fortuna de Hernán Díaz, Falsa liebre de Fernanda Melchor, Literatura infantil de Alejandro Zambra, Lapvona de Ottessa Moshfegh, El peso de vivir en la Tierra de David Toscana, No juzgarás, de Rodrigo Murillo. Cuentos: Aquello que agoniza entre nuestros dedos de Stuart Flores y El peso inevitable de las palomas de Carlos Yushimito. Poesía: Poema de las emociones comunes de María Belén Milla Altabás y El cuatro está solo de Mario Montalbetti.
Eso, amigos. Tomen propóleo y, si les dan el cuerpo y el ánimo, asistan al cierre del mayor evento de los libros peruanos.
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