Incluso las guerras tienen reglas


La humanidad debe condenar (toda) la barbarie


El título de este artículo repite un mensaje colocado recientemente por las Naciones Unidas en sus distintas redes sociales. Es un recordatorio para quienes hoy, en pleno 2023, quieren hacernos creer que en la guerra “todo vale”, como si se tratase de un violento juego de video.

Estas reglas de la guerra están recogidas por el derecho internacional humanitario, también conocido como el derecho de los conflictos armados. No es nuevo, se trata de la rama más antigua del derecho internacional y sus orígenes se remontan a varios siglos. Esta rama del derecho busca reconocer principios éticos que históricamente han estado presentes en menor o mayor medida en las guerras. La aspiración es preservar un mínimo de humanidad, incluso en medio del caos más violento.

La base legal del actual derecho internacional humanitario se encuentra en los Convenios de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales, así como en numerosos tratados internacionales, costumbres de guerra, principios básicos de la ley internacional y jurisprudencia de tribunales internacionales.

Las normas del derecho internacional humanitario —aplicables para conflictos armados internacionales y también para otros tipos de conflictos— pueden dividirse según dos grandes objetivos: el primero, la protección de las personas que no participan o han dejado de participar en el conflicto; y el segundo, las restricciones de los medios de guerra (objetivos militares, armamento utilizable, tácticas, etc.).

Sobre el primer grupo, podemos resaltar tres conjuntos de normas: las que buscan proteger a los heridos y enfermos, que deben ser recogidos y cuidados por la parte en conflicto que tenga el control sobre ellos; el trato a los prisioneros de guerra, que no deben ser objeto de violencia; y la protección de los civiles, que no deben ser atacados, tomados como rehenes, violentados, ni desplazados forzosamente.

Sobre el segundo grupo, también podemos colocar las normas en tres categorías: la restricción de uso de armas, pues se prohíben aquellas armas que causen sufrimiento innecesario o daños indiscriminados; la regulación de los métodos de guerra, los cuales deben limitarse a objetivos militares, evitando causar bajas civiles desproporcionadas; y el establecimiento de objetivos militares, los cuales deben ser aquellos cuya destrucción o neutralización contribuyan a disminuir la capacidad militar del enemigo.

Las reglas recogidas por el derecho internacional humanitario no se suspenden de acuerdo a quién sea el enemigo. Tampoco si es que se tiene la razón en un conflicto. Y no se deja de lado si se sufre un ataque primero. 

Teniendo en cuenta ello, existe evidencia más que suficiente de la vulneración grosera del derecho internacional humanitario por parte del gobierno de Israel en el conflicto en la Franja de Gaza. Y aquí resulta muy pertinente compartir la reflexión que hizo el presidente chileno Gabriel Boric luego de su reunión con Joe Biden en la Casa Blanca la semana pasada: “No dudo ni un segundo en condenar de la manera más enérgica y categórica los atentados terroristas de Hamas, y exigimos, por cierto, la liberación de todos los rehenes. Pero no aceptamos que se nos haga elegir entre uno y otro bando: nosotros optamos por la humanidad”.

Se debe condenar sin matices al grupo terrorista Hamas y sus ataques contra Israel. El atentado del 7 de octubre pasado perpetrado por Hamas con extrema crueldad y violencia —que ocasionó la muerte de más de 1.400 personas— tiene un lugar reservado en la historia de la infamia. Israel tiene el derecho y la obligación de proteger a su Estado y a sus ciudadanos. Nada de eso debe ponerse en duda. Tampoco deben pasarse por agua fría los preocupantes atentados o ataques de odio que vienen sufriendo personas de origen judío en diversas partes del mundo. El consenso en esto debe ser un sentido común de la decencia y la humanidad.

Pero con la misma claridad hay que señalar que la barbarie sufrida por Israel no da carta blanca para la violencia indiscriminada. La información es abundante y de fuentes confiables, como Human Rights Watch, las agencias de Naciones Unidas o medios de comunicación de prestigio como el New York Times. Se ha documentado ataques indiscriminados y desproporcionales por parte del ejército israelí, miles de civiles muertos (entre ellos bebés y niños), otros miles desplazados, destrucción de instalaciones que no son objetivos militares (incluidos aquellos que son objeto de especial protección, como campos de refugiados). 

Todo ello va en contra de las reglas básicas del derecho internacional humanitario. Si esto no se dice con claridad, si no se condena sin medias voces, estamos validando la barbarie y destruyendo nuestro paradigma de civilización.

Además, esta óptica va más allá de tener solo una mirada principista, porque deberíamos tener también una mirada estratégica: ¿así se conseguirá la paz? ¿Por cuánto tiempo?


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