¿Se puede separar a los científicos de su responsabilidad ciudadana?
Un artículo de mi autoría en Jugo de Caigua casi a fines de 2020 se titulaba “El trío de los tibios: ni política, ni religión, ni dinero” y respondía a la situación política que vivíamos en noviembre de ese año.
Quien escribe se envalentonaba y decía que “en la ecuación del científico peruano no hay espacio para tibiezas”. Cuando fue publicada, no sabía cómo iban a entenderse mis posturas; temía esa réplica que dice que es de científicos de segunda categoría preocuparse por la política y que los científicos “de verdad” no tienen tiempo para eso. O que me respondieran que podía opinar así porque mi disciplina es la comunicación científica y “no la ciencia”, que también me recuerda a ese “tú no sabes nada porque vives en el extranjero”. Sin embargo, el artículo fue compartido y comentado, especialmente por investigadores peruanos que sentían que sus carreras profesionales no desacreditaban sus opiniones como ciudadanos.
Tal como lo vimos aquel 2020, ahora muchos investigadores han hecho públicas sus opiniones políticas y han explicado cómo las demandas de la sociedad están relacionadas con sus investigaciones. En aquel tiempo la relación con la ciencia era tal vez más visible porque estábamos en uno de los picos de la pandemia, y el contagio de coronavirus era el principal miedo. Aunque la pandemia no encabece hoy nuestras preocupaciones, no significa que la inestabilidad política no esté relacionada con las diferentes disciplinas de la ciencias, ni con las instituciones dedicadas a la creación del conocimiento.
No hay una sola arista para entender la relación entre los reclamos sociales y la investigación. Por ejemplo, la semana pasada escribí sobre los paralelos entre tumbarse la reforma universitaria y tumbarse la puerta de San Marcos. Otros han optado por reclamar mayores espacios de debate dentro de las universidades y han aparecido comunicados organizados de profesores, investigadores y alumnos en contra de la represión policial, abogando por los derechos humanos. Como decía la semana pasada, quienes critican las protestas también esperan de la academia un rechazo que invalide los reclamos sociales.
Observar cómo se critica la respuesta de los científicos o investigadores también nos lleva a pensar sobre qué esperamos de la ciencia y también de la divulgación científica como una mera máquina de producir “datos curiosos”, pero que no conversa con la realidad. Como dije antes, las protestas de 2020 ya nos enseñaron que muchos esperaban el silencio de médicos y científicos ante la crisis política de 2020. Ahora no ocurriría lo contrario.
Uno de los ejemplos de cómo una parte del público espera una ciencia sin contexto es el portal Salud con Lupa. En sus secciones de comentarios podemos ver qué es lo que se espera de un medio de ciencia y lo que realmente es el periodismo en salud. Como indica su directora, Fabiola Torres, “no hay salud ni bienestar si no entendemos dónde vivimos”. Bajo esta visión se explica la necesidad de que un medio científico cubra manifestaciones políticas, incluyendo información como reportes médicos sobre los fallecidos en las protestas, la situación de los hospitales, los testimonios de las familias de las víctimas, entre otra información que los medios científicos y no científicos a veces suelen ignorar.
Aunque algunos critiquen que medios científicos y científicos comenten y analicen temas políticos, esta es una tendencia que se observa a nivel mundial, y exige nuevas forma de comunicar la ciencia. En el artículo Science communication as political communication, Dietram Scheufele abogaba ya en 2014 por un modelo que tuviera en consideración “los contextos políticos en los que se desarrolla la comunicación científica”. Este modelo no solo aboga por que la ciencia se comunique a los políticos para que tomen decisiones basadas en resultados de investigación, sino que también reclama centrar los problemas científicos como parte de nuestras realidades políticas. Por ejemplo, un medio que cubra temas de salud mental, pero que ignore el peso que tiene las protestas en la familia de las víctimas y en el resto de la población, realmente está ignorando el contexto que afecta nuestra salud.
Otro punto que indica este modelo es la necesidad de que los medios de ciencia creen las conexiones entre la información científica y la realidad que estamos viviendo. Como indican los investigadores, no todos podemos prestar atención a todo lo que ocurre en nuestro mundo, y la selección de ciertas noticias y la inclusión del contexto político ayuda al público general a entender el trasfondo de las noticias que vemos. Un ejemplo de ello es la noticia sobre cómo 1500 médicos serumistas no pueden llegar a sus lugares de trabajo por el bloqueo de carreteras. Podemos quedarnos con el asombro que provoca la noticia, o podemos profundizar en el problema, que es la precariedad de nuestro sistema de salud y las condiciones de trabajo de los serumistas y médicos que también están expuestos a la represión policial en las protestas.
La conexión entre la ciencia y la política es inherente, no solo por las preferencias políticas de quienes realizan la ciencia, sino por la realidad en las que ambas existen. Ignorar, o pretender que otros ignoren estas conexiones, exige que desfiguremos el motivo de la ciencia: entender y explicar el mundo que nos rodea.
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La conexión entre la ciencia y la política es inherente.