Una lección de los hermanos Santa Cruz desde Washington D.C.
Alejandro Neyra es escritor y diplomático peruano. Ha sido director de la Biblioteca Nacional, ministro de Cultura, y ha desempeñado funciones diplomáticas ante Naciones Unidas en Ginebra y la Embajada del Perú en Chile. Es autor de los libros Peruanos Ilustres, Peruvians do it better, Peruanas Ilustres, Historia (o)culta del Perú, Biblioteca Peruana, Peruanos de ficción, Traiciones Peruanas, entre otros. Ha ganado el Premio Copé de Novela 2019 con Mi monstruo sagrado y es autor de la celebrada y premiada saga de novelas CIA Perú.
El GALA Hispanic es un auditorio que presenta obras en español en el centro mismo de Washington D.C. Se trata de un espacio que formaba parte del antiguo teatro Tivoli, que cerró en los setenta del siglo pasado durante las protestas por los derechos civiles de las minorías en los Estados Unidos (una ola de reacción social iniciada en 1968, año del asesinato de Martin Luther King). GALA significa ‘Grupo Latinoamericano de Artistas’. El teatro ofrece una propuesta alternativa con obras y actores hispanos en el emblemático Columbia Heights, un barrio de mayoría afroamericana hasta hace algunos años, y hoy una de las zonas de más rica y mayor diversidad de la capital estadounidense.
Pese a que su director, Hugo Medrano, falleciera hace solo unas semanas, el GALA viene presentando el que fuera su último proyecto: una potente obra titulada Kumanana, inspirada en la vida y los aportes de los hermanos Santa Cruz a la lucha por los derechos del pueblo afroperuano. Esto se da nada menos que en el marco del mes de la cultura afroperuana, y a pocos días de celebrar el Juneteenth, la fecha que conmemora la liberación de los esclavos negros tras la guerra civil de los Estados Unidos.
Escuchar en las voces de Anaí Padilla y Vicky Leiva las composiciones de Victoria Santa Cruz, recordar con los actores las décimas de Nicomedes, y vibrar con el son contagiante de la música afro mientras se admiran las estampas de vivanderas y zapateadores proyectadas sobre el escenario es una experiencia hermosa y emotiva. Y más estando lejos del Perú.
Hace unos días el Ministerio de Cultura lanzó la estrategia ‘Perú sin racismo’, que busca llamar la atención sobre este problema que seguimos barriendo bajo la alfombra y que no solemos dimensionar adecuadamente. Ojalá la campaña contemple iniciativas concretas con las que peruanos y peruanas puedan luchar contra la discriminación, y esté acompañada de una labor conjunta con el Ministerio de Educación. Esto porque, más allá de lo que pueda proponer el Mincul, las cifras que arrojó la Encuesta Nacional de Percepciones y Actitudes sobre Diversidad Cultural de 2018 resultan alarmantes y dramáticas: 5 de cada 10 peruanos reconocen que hay racismo, pero solo el 8% se percibe a sí mismo racista. Mientras sigamos practicando el autoengaño no podremos derrotar la lacra.
Ejemplos como el de Victoria Santa Cruz pueden servir para diseñar ciertas acciones estratégicas. Ella decidió que su conocimiento de las raíces y herencia afroperuanas no debían quedarse únicamente en el ámbito de las danzas y las costumbres. Sin alejarse de los objetivos de Cumanana, su compañía original, decidió hacer del activismo una forma de vida, y no dejó de viajar para formarse y luego comprometerse con algunas iniciativas desde el Estado. Victoria, no olvidemos, fue, por casi una década, directora del Conjunto Nacional de Folclore del antiguo Instituto Nacional de Cultura, y luego continuó estudiando y formando talentos en la Universidad de Carnegie Mellon, en los Estados Unidos.
Esta es una lección: el compromiso con una causa debe llevarnos a pensar desde qué espacio —no única ni necesariamente público— podemos contribuir a ella de la mejor forma. Construir un país sin racismo requiere del esfuerzo de todos, no solo de los representantes de las instituciones, sino que debe contemplar cuál es la forma en que cada uno pueda ayudar a que no veamos diferente a alguien por su color de piel o por hablar una lengua diferente del castellano.
Hacia el final de Kumanana le preguntan a Victoria, como si estuviera respondiendo a su hermano Nicomedes en una entrevista radial (esa entrevista existe y está transcrita aquí gracias al notable investigador Luis Rodríguez Pastor), por qué lucha ella; o en qué piensa primero, en la negritud o en la peruanidad. La actriz que la encarna se pone de pie, orgullosa, desafiante, y responde: “Por ahora solo puede decir una cosa: soy peruana y soy negra. Soy negra y soy peruana…el día en que sea una sola cosa, veremos”.
¿Cuánto falta para que encontremos la cuadratura del círculo y seamos negros, indios, mestizos peruanos? ¿Cuánto tiempo más debe pasar para enterrar de una vez por todas el sistema de castas colonial que parece seguir acompañándonos, y que seamos una sola cosa? Empecemos primero por no seguir autoengañándonos.
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Muy interesante articulo sobre la maravillosa obra Kumanana, presentado por el prestigioso GALA Hispanic Theatre de Washington DC, en honor a los hermanos Santa Cruz, que nos invitan a reflexionar sobre la nuestra identidad afroperuana, las batallas ganadas y los retos pendientes. Atentamente, Germán Prado Pizarro
Extraordinario artículo, extraordinaria página web, saludos.