Reflexiones nacidas de un dato electoral
Quienes me conocen como cazador de datos interesantes me pasaron este: en los cuatro distritos más pudientes del país, los votos por Pedro Castillo sumaron alrededor de 60 mil. “Esos votos de San isidro, Miraflores, Barranco y Surco son los que le darán la victoria al profesor” me dijeron, irónicamente. Lo cual me trae dos reflexiones.
La primera es sobre lo maravillosamente mágico de la democracia. Todos los votos valen lo mismo, no es posible jerarquizarlos. En tal sentido, no es cierta esa afirmación sobre los votantes más pudientes que le dan la victoria a Castillo. Los que eventualmente lo harían son tanto los de San Isidro como los de Espinar, Ayabaca o Padre Abad. Todos. Pero en esta misma afirmación hay otro sentido en el que se encuentra un valor de verdad: todo voto cuenta. Sin esos votos en la parte más pudiente de Lima, Castillo no estaría a punto de ganar.
Y esto me lleva a la segunda y más profunda reflexión. Más de uno se ha preguntado: “¿Cómo es posible que alguien de un distrito acomodado pueda votar por una izquierda tan radical?” Tengo algunas respuestas.
Lo primero a anotar es que no todos los que viven en distritos pudientes son pudientes. De hecho, también hay pobreza ahí. Poca, pero hay. Algunas de esas personas trabajan en casas de familias acomodadas y otras pertenecen a familias que lamentablemente han caído en pobreza.[1] Esto quizás explique parte del voto por Perú Libre en barrios ricos, pero no mucho.
Segundo: hay un grupo de ciudadanos pudientes de esos distritos afortunados que creen en la importancia de la redistribución económica. Algunos lo hacen por altruismo, otros porque creen que eso nos permitiría una mejor convivencia. En esto hay quienes critican una aparente contradicción. En una mirada simplista, la aparente contradicción se resolvería si las personas con mayores recursos económicos y convicciones de izquierda –los “caviares”– dejara su comodidad económica para compartirla con los que menos tienen. Lo que esto ignora es que el impacto de tal desprendimiento sería limitado.
Quienes apuntan a la desigualdad de riquezas miran la punta del iceberg: el problema de fondo está en la desigualdad de oportunidades. Eso no se resuelve solo compartiendo dadivosamente o igualando “hacia abajo”. Esto, más bien, requiere de cambios estructurales de los que se debe hacer cargo el Estado: servicios públicos de calidad para todos, sin importar la capacidad adquisitiva, y una efectiva igualdad ante la ley que trascienda lo escrito para convertirse en una igualdad práctica.
Pero hay un tercer grupo de votantes de Perú Libre en los distritos más acomodados: los que lo han hecho por razones que van más allá de la economía y de la igualdad de oportunidades. O, mejor dicho, a pesar de los problemas económicos que probablemente se avecinen y reducirán las oportunidades de todos. Ellos han votado así para castigar a quienes han tenido mal comportamiento democrático. Las instituciones han sido fuertemente golpeadas en los últimos años y uno de los responsables directos de ello ha sido Fuerza Popular desde el Congreso.
Después de la derrota de Keiko Fujimori en 2016 vimos cómo se censuraba a ministros por razones inverosímiles, se elegía para el directorio del BCR a personas sin calificación suficiente, se blindaba a personajes muy cuestionados del Poder Judicial que hoy, en lugar de estar pagando culpas, están fugados; se legislaba desde la amargura de la derrota sin pensar en los intereses nacionales en una espiral de corrupciones, manipulaciones y manejos poco transparentes. Esto ha indignado a varios.
Días antes de la votación compartí que no votaría por ninguno de los dos candidatos. Así lo hice, pero confieso que me identifico más con este tercer perfil. Si al final de cuentas hubiera optado por votar por alguien, lo habría hecho por razones similares a las de ellos. Me parece que la convivencia democrática necesita un cambio de rumbo. Necesitamos líderes que prioricen el interés común sobre la polarización. Necesitamos un trabajo serio en la mejora de nuestras instituciones.
Han pasado diez días desde las elecciones y, lejos de tener alguna certeza sobre el conteo final de los votos, las cosas se ven inciertas. No sabemos cuándo terminará este abuso de lo legalista que nos está imponiendo el fujimorismo. La candidata y sus aliados están haciendo un uso retorcido del derecho haciéndole daño al país.
Esto se tiene que condenar. Hasta aquí nomás, señora Fujimori.
[1] Esto me hace recordar uno de los grandes retos que tenemos en la lucha contra la pobreza. Tendemos a pensar en ella como un fenómeno esencialmente rural pero la realidad es que la mayoría de pobres están en zonas urbanas. Y en las ciudades es más difícil hacer una correcta focalización que permita identificar a los hogares pobres para llegar a ellos con ayuda. El próximo gobierno tendrá que incluir esto dentro de sus prioridades.
«Vivo» en uno de los «distritos adinerados» , totalmente convencida de que podemos lograr «… cambios estructurales de los que se debe hacer cargo el Estado: servicios públicos de calidad para todos, sin importar la capacidad adquisitiva, y una efectiva igualdad ante la ley que trascienda lo escrito para convertirse en una igualdad práctica»; tengo este convencimiento desde hace más de 20 años, trabajo a favor de proyectos sociales; tengo fe, de que saldremos adelante, a pesar de todo ese andamiaje y contubernio.
He votado por Keiko, y las razones de mi voto las he expuesto ya. Por mi parte, que se agoten las vías legales, que eso es repúblicano y democrático, aun cuando incordie, y comprendo eso también.
Compartiré esta entrada en mi página. Interesante dato ¡de los 60,000!
Saludos
Me parecen bien las reflexiones apuntadas. Por mi parte añado otras, como las que me han motivado a mí a apoyar a Castillo. 1, Siempre he votado por la izquierda, voté por Vero en la primera. 2. Mi área de trabajo es la cultura, la historia, la arqueología, las ediciones de libros, especialmente sobre historia y cultura andina. Me parece bastante claro que la candidatura de Keiko no representa una visión amigable hacia ese campo, mucho más cuando declaró que quería cambiar los libros de historia por razones políticas. 3. Algo muy personal: viví en Cusco 12 años, aprendí quechua, amo su gente y cultura, no podría votar contra la gente de la cual me siento parte. Aunque vivo en Miraflores no me siento miraflorino. Respeto merecemos todos pero es vergonzoso que tanto pituco miraflorino demuestre estos días descarado racismo y desprecio al Perú, su gente y su historia. Con todo respeto al votante de Keiko democrático, como el señor que envió el comentario anterior.
Excelente columna como siempre :’) no vivo en una zona adinerada pero la mayoría de mi círculo sí y las pocas personas que también votaron por Castillo me dieron las mismas razones 🙂 personalmente me da esperanza
Otro dato, irónico, pero con reflexión.
Es una verdad que todos los votos cuentan, y hoy FP reclama 200Mil votos casi tan igual como las 200Mil personas que se llevó la pandemia por un sistema al que el fujimorismo ni siquiera lo cuestiona y que propone su continuidad.
Vivo en Surco, y toda mi vida viví aquí. Y he votado por el profesor Pedro Castillo, porque considero que el famoso «modelo» que puede haberme beneficiado a mí, no es el que beneficia a la mayoría de mis compatriotas. No busco el bien personal, busco justicia e igualdad para todos. Para mi, no se trata de defender «mi» posición, sino de buscar lo mejor para quienes más lo necesitan. No se trata de que a mí no me falte nada, sino que hay quienes a los que les falta todo. Y eso me mueve por dentro, el bien de todos, pero sobre todo el de los «nadies». Con esa ilusión voté por el profe y e deseo lo mejor… Yo por mi lado, seguiré trabajando, con esfuerzo -como siempre- por mi país y mis seres queridos.
Gracias Jugo de Caigua, gracias señor Ñopo, son ustedes una gran opción de lectura. Me suscribiré.