Hacer plata o hacer patria


Esa falacia de que saber de negocios es saber gobernar 


Hubo quienes notaron que los dos candidatos con mayor riqueza dineraria fueron los que tuvieron, acaso, el más pobre desempeño en los debates de esta semana. Seguro fue una casualidad. Esto porque asumir que —por el hecho de serlo— los multimillonarios postulantes son incapaces de pensar con claridad, tener ideas concretas y realistas para sacar al país del hoyo, y expresarse con una elocuencia elemental sería incorrecto. Es decir, creo que elegir de presidentes a Acuña o a López Aliaga sería como lanzarnos colectivamente al infierno cual clavadistas acapulqueños, pero de ahí a asumir que su lamentable oratoria tiene un nexo directo con su riqueza, por más sugestivo que suene, resultaría mentiroso, además de clasista. El problema no es la fortuna que poseen, sino las personas que son.

            Cuando recordemos esta campaña electoral —ya que, por desgracia, no podemos formatear la memoria— evocaremos algunos de los episodios más ruines de la historia del insulto y el desprestigio patrios. En campaña la pulla artera no es una novedad, claro, pero la profunda crisis que atravesamos crispa y divide como nunca. Esto se refleja en las redes sociales, que, así como dan cabida a la información sincera y la opinión serena (del tipo que sea), también alojan una infame turba de imbéciles y agraviadores ad honorem; además de los asalariados, que serían miles y miles. El troll suele ser un libelista ignorante y ramplón que miente, repite, intriga, ensucia, todo esto sin la menor gracia; más bien, pertrechado de falsa moralidad. Actúa individualmente, con múltiples avatares; o en bloque, como la Coordinadora Republicana o Willax o Expreso. Su rasgo esencial, su marca, es la falacia.

            No voy a hacer un florilegio de denuestos recientes, solo quiero anotar dos o tres asuntos que promueven en tándem ciertas candidaturas y sus huestes, y terminan colisionando con la lógica. 

            Algo que veo y leo mucho es una corriente de opinión que podría resumirse así: “Estamos hartos de los que hablan bonito, de los grandes oradores. ¿Vieron adónde nos llevó García del 85 al 90? ¿Para qué nos sirvió que Sagasti recitara a Vallejo? No tenemos tiempo para rollos de ociosos neomarxistas. ¡Menos floro, más acción!”. Ya existían en 1990: afirmaban que Vargas Llosa vivía en el mundo de las ideas y la ficción lo que, se supone, no se lleva bien con la ejecución y el pragmatismo, desde luego una insensatez (como afirmar que García fue un gran orador, pero ese es otro cuento). Aquí me parece detectar al menos dos tipos de falacia: la de la generalización apresurada (aquella que aglutina pero no fundamenta con datos suficientes); y la del hombre de paja, donde no se critica las ideas del adversario, sino que se le intenta caricaturizar. 

            ¿Qué somos, si hablar con corrección, tener inclinaciones humanistas o artísticas, o saberse un poema es considerado una debilidad para gobernar? El aparato de propaganda fujimorista de los noventa desprestigió el valor intelectual por considerarlo banal, sospechoso y, en última instancia, enemigo del progreso que se empeñó en vendernos. Pero creo que involucionamos y hoy hemos llegado a niveles muy peligrosos de desinformación y cinismo, en especial cuando se vincula a la cultura con la monserga de la “caviarada proterruca y moradicta”, o lo que sea que se invente. 

            No se necesita de un gran verbo para ser un gran estadista; pero afirmar que más bien estorba como un lastre o un defecto, sería una memez… como sostienen ciertos defensores de López Aliaga.

            El inefable José Barba, tratando de justificar que el candidato de Renovación Popular pudiera apenas dirigirse al país que pretende gobernar leyendo mal unos papeles escritos por otros, dijo que “es empresario, no político”. Qué le vamos a hacer, es una u otra, parece. Este invento del “gerente” por sobre el “intelectual” como ideal de mandatario resulta engañoso, sobre todo cuando se entiende como jefe y organizador solo a aquel capaz de hacer dinero a través de los negocios lícitos o ilícitos (30 años de neoliberalismo sin inclusión no parecen haber dejado ninguna enseñanza. Por cierto, quienes le temen al mínimo cambio en el modelo económico, además de crujirles el colon, suelen caer en la falacia de la pendiente resbaladiza). Los que piensan así —empresario exitoso = político exitoso, pues ya que hizo mucho dinero podrá llevarnos adelante— miden el triunfo de una persona solo por la plata acumulada (como cancha), y no son capaces de notar que esas mismas dotes directivas —conocimientos generales y aplicados, visión, estrategia y liderazgo— las comparten buenos profesionales de cualquier ámbito. Desbarran en la falacia ad verecundiam, también llamada de autoridad.

             Dije que solo mencionaría unos cuantos ejemplos, pero tanto los argumentos como las paradojas y falacias esgrimidas solo esta semana podrían ilustrar un manual de lógica. Lógica, la que estudia las formas y principios generales que rigen el conocimiento. Lógica que, como la oratoria, la retórica, la ética o la dialéctica, se estudiaba y practicaba para formar el ideal clásico del soberano. Lógica como coherencia y verdad. 

4 comentarios

  1. La antirretórica (retórica contra la retórica) es un artificio tan antiguo como la política y, por tanto, como los homo sapiens. En tiempos romanos, por ejemplo, podemos destacar el discurso de Marco Antonio frente a la tumba de Julio César. Podemos rastrear ejemplos en otros tiempos y por todo el mundo. En Lima, el gran promotor de este discurso fue Castañeda Lossio, el «mudo», quien se jactaba de no hablar y hacer obras. La coincidencia retórica entre López Aliaga, Castañeda Lossio y sus defensores no es gratuita.

  2. Luis soldevilla

    Lamentablemente sólo podemos discutir de los personajes .quienes son lo que no tenemos son organización política que genere planes y programas de que hacer en todos los campos de la actividad humana y en tanto ello efectivamente optar por alguno y ser parte de esa propuesta

  3. Samuel Adrianzén Merino

    Ninguno los 17 candidatos, que participaron en los debates organizados por el JNE, mencionó o hizo referencia a la palabra cultura. Estamos avisados. Es, para mi, una lástima que Verónica Mendoza, la que mejor articuló sus intervenciones, no dijo nada sobre el particular.

  4. Pilar

    Cultura, filosofía y retórica son términos y conceptos desconocidos por los candidatos del turno electoral. Una lástima!

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