Había una vez un zar


Un nuevo paralelo histórico a propósito de la invasión a Ucrania



A pesar de que en toda la historia de la humanidad el mundo no ha vivido prácticamente un solo momento de paz, la actual invasión rusa a Ucrania ha desatado un comprensible nerviosismo entre propios y extraños. Los fantasmas de guerras anteriores azuzan los temores de quienes observamos un nuevo conflicto en Europa.

Uno de los paralelos históricos más señalados en estos días alude a la invasión alemana de Hitler a las regiones germanoparlantes de lo que se conocía entonces como el “Sudeten”, en la antigua Checoslovaquia. La excusa que presenta Vladimir Putin es muy similar: que lo suyo es “liberar” a las poblaciones rusoparlantes en las repúblicas de Donetsk y Luhansk –además de la península de Crimea que ya había anexado– de la opresión de los nacionalistas ucranianos.

Quienes dedican atención a las semejanzas históricas también han dicho que desde la caída de la Bolsa de 2007, igual que cuando se desplomó Wall Street en 1929, no tomaría mucho tiempo para que se desate otro gran conflicto mundial. Llevó un poco más de una década y una pandemia que, según otros aficionados a las comparaciones, debía habernos traído unos nuevos “locos años 20” y no un nuevo 1936.

Pero ¿y si los paralelos estuvieran menos en el siglo XX y más en el siglo XIX?

A mí, el actual conflicto en Ucrania me hace pensar en la Guerra de Crimea que se peleó entre 1853 y 1856. Por un ladose encontraba el Imperio Ruso; por el otro, una coalición que comprendía a Francia, Gran Bretaña, el reino de Piemonte-Cerdeña y el Imperio Otomano. El hecho de que solo Francia y Gran Bretaña queden hoy como entidades políticas no debe engañarnos: en ese momento se trataba de dos imperios que competían por ver quién se hacía del mayor botín.

El Imperio Otomano se desmoronaba progresivamente yRusia, Francia y Gran Bretaña competían por los pedazos que iban quedando. La independencia de Grecia entre 1821 y 1830estableció un nuevo balance en el Mediterráneo oriental,cimentado en un tratado de comercio firmado en 1838 entre el Imperio Otomano y Gran Bretaña, quienes entonces dominaban la entrada y salida del Mar Negro. Francia no se opuso, ya que había tenido sus propias ganancias a costa de los otomanos, pues desde 1830 había ocupado Argelia, y en 1838 había apoyado la autonomía de Egipto en coalición con Austria y Gran Bretaña.

Rusia había obtenido la custodia de los principados de Moldovia y Wallachia en el Danubio, que se sumaron a los que había ido absorbiendo y que los separaban del Imperio Otomano. Se trataba, casualmente, de los cosacos ucranianos,los tártaros, así como del Kalinato de Crimea y los circasios. Gran Bretaña desconfiaba de la expansión rusa y temía que su interés pudiera volcarse a su imperio en la India o más cerca,en Europa, a los países escandinavos. Por ello le interesaba mantener al Imperio Otomano como un bastión que garantizara la entrada y salida de buques de guerra al Mar Negro, una medida que el zar consideraba un insulto.

La excusa para la guerra fue una disputa sobre la libertad religiosa y el estatus de los cristianos en el Imperio Otomano. Rusia se consideraba protectora de los creyentes, pero Napoleón III, que en ese momento era el emperador de Francia, decidió que debían ser los franceses como católicos, en vez de los ortodoxos, quienes protegieran Tierra Santa y en particular a los palestinos, ignorando la serie de tratados que por mucho tiempo gobernaron esos asuntos. Napoleón III envió un acorazado al Mar Negro violando los tratados de no agresión firmados en Londres, y el zar Nicolás I respondió enviando su ejército por el Danubio desde Wallachia a atacar al Imperio Otomano. Su cálculo de que Gran Bretaña no intervendría fue equivocado y eso, junto a la falta de garantía de neutralidad del Imperio Austriaco, llevó finalmente a la guerra.

En 1853 Karl Marx describió esta guerra en un artículo para el New York Tribune como un conflicto entre fuerzas con ideales democráticos inspirados por la revolución de 1789, contra las fuerzas del absolutismo ruso. Mientras tanto, el profesor de Historia del zar, Mikhail Podogin, declaraba ese mismo año que se trataba de una injusticia que nadie protestara cuando Francia tomaba Argelia, o cuando Gran Bretaña anexaba otra provincia de la India, pero que se pusiera el grito en el cielo por la ocupación temporal rusa de Moldavia y Wallachia.

Al final, la guerra sirvió principalmente para decidir quépaíses tenían el derecho de establecer imperios y para proteger la integridad de Europa ante una posible expansión rusa. Francia y Gran Bretaña trataron a Rusia como a una potencia secundaria, mientras que los imperios austriaco y otomano se desintegraron ante la avanzada de las ideas del nacionalismo.Los intentos de paz no lograron nada y la guerra se prolongó hasta 1856, pues Francia y Gran Bretaña se encargaron de extender el enfrentamiento hasta haber humillado completamente a Rusia.

¿Hasta dónde nos sirven los paralelos históricos en este contexto? 

En el fondo nos son útiles para recordar que las guerras se pueden desatar por los motivos más absurdos y hasta vanidosos, pero que en el fondo siempre obedecen al balance de poderes. El costo de esta guerra, como el de todas las guerras, será demasiado alto y mostrará una vez más cómo hemos aprendido tan poco.

3 comentarios

  1. Isabel Sobrevilla

    Nos ilustra y nos hace ver los motivos, el más terrible: el de la vanidad

  2. Júlia Roura

    El poder, junto y revuelto con el dinero (la riqueza) ,han influido e influyen más en las guerras, que las ideas para el bien del pueblo, de los ciudadanos. Así está la humanidad. Respeto a tratados? Estos son respetados hasta cuando interesa cambiarlos.

  3. Creo que Putin esta medio loco, , su codicia es tan grande que ahora quiere ser el dueño de Europa y más adelante (con la ayuda de China) probablemente querra ser el dueño del mundo. Ahora resulta que termino siendo un "paria" mundial!

    Creo

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