Ejemplos exitosos y menos occidentales para imaginarnos en el Bicentenario
Hagamos un pequeño ejercicio: si tuviéramos que imaginar una ciudad del futuro, ¿cómo lo haríamos? ¿Con qué ciudades actuales las compararíamos? ¿Tal vez Londres, Tokio? ¿Quizás Dubái? Hoy vengo a sugerir que también podríamos añadir a esa lista urbes como La Paz, Ayacucho y Otavalo. ¿Cómo así?
Diferentes intelectuales y activistas indígenas han propuesto el término ‘futurismos indígenas’ como una manera de pensar en otras formas de imaginar las nociones de desarrollo para nuestras sociedades. Si revisamos la historia, veremos que en el siglo XIX el ferrocarril era entendido como el símbolo del desarrollo, del mismo modo que tal vez a mediados del siglo XX lo eran las carreteras. Es decir, manifestaciones de progreso relacionadas a la cultural occidental, mientras que las culturas indígenas eran —y suelen ser—vistas como sinónimo de atraso. Sin embargo, para muchos, La Paz es ahora un área metropolitana que opera como una meca de innovación arquitectónica en Sudamérica: el Oscar Niemeyer de este siglo es Freddy Mamani, quien ha creados edificios de lujo con temáticas aymaras. Por su parte, Ayacucho es la actual capital de la música experimental andina, representada por artistas como la cantante de trap y pop quechua Renata Flores, el DJ Kayflex y la productora audiovisual Ciao Rosé que ha estado involucrada en cortometrajes y videoclips musicales que se proyectan en el extranjero. Y Otavalo ha sido y sigue siendo un centro de comercio global para la artesanía andina y la música kichwa por el mundo.
Repensar otras formas de modernidad es una reflexión que no es exclusiva de los grupos indígenas; también es realizada por intelectuales africanos y afrodescendientes. Y por lo general, el primer espacio para plasmar estos ideales se encuentra en las artes y la ciencia ficción. En el cine de Hollywood lo hemos visto con proyectos como la película Pantera Negra (2018), que ofrece una utopía panafricana, así como en diferentes comics y literatura que plantean futuros alternativos para sociedades indígenas.
En ese contexto es que nos aproximamos al reciente libro fotográfico Perú (2023) de Mariano Vivanco, publicado en Nueva York por la respetada casa editorial Rizzoli, que ofrece una aproximación de nuestro país mediante diferentes espacios geográficos como la costa, los Andes y la amazonía. Las fotografías panorámicas son impresionantes y un recordatorio de los diversos espacios que ofrece el país. Pero lasfotografías no solo se enfocan en espacios ‘vacíos’, sino que también incorporan personajes y actores en espacios arqueológicos como la Huaca de la Luna, ubicada cerca de la ciudad peruana de Trujillo y perteneciente a la cultura Moche. Una de las principales figuras del libro es una representación de la Dama de Cao por la actriz y modelo Juana Burga. Este relativamente reciente descubrimiento arqueológico del año 2006 nos invitó a repensar el rol y liderazgo de las mujeres en el antiguo Perú, ya que generalmente se asume el país como un mundo dominado únicamente por hombres. La presencia de la Dama de Cao, considerada como un ser casi divino, es una oportunidad de revisitar el pasado para entender mejor el contexto actual de una sociedad en donde todavía existen brechas de género, y ver cómo dentro de nuestra misma historia es posible encontrar maneras de revalorar la equidad entre nosotros.
Del mismo modo que ocurre con el caso de la Dama de Cao, el libro nos emplaza a entender nuestra historia ancestral como una oportunidad para reimaginar nuestras perspectivas del futuro que queremos construir a propósito de las celebraciones del Bicentenario en 2024: ¿hacer del Perú una futura Suiza, o también buscar nuestras propias formas de avance y desarrollo en diálogo con nuestro propio legado cultural?
No se trata de cerrarnos al mundo, sino de abrirnos a nuestra propia historia.
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Wonderful!!
Interesante, pero infeliz comparación.
Tras años viviendo fuera del Perú, he constatado que los «modelos de desarrollo» como Londres, Tokio o Dubai sirven de ejemplo por su calidad de vida.
La clave son los servicios públicos, medio ambiente, seguridad, transporte.
No las propuestas artísticas «futuristas» que no impactan en la calidad de vida.
«Calidad de vida» que La Paz, Ayacucho y Otavalo hoy no tienen, por desgracia.
Si en las calles hay cerros de basura, delincuencia a montones, malas redes de agua potable y electricidad, más un pésimo transporte público, no hay decorado «futurista» que salve esa ciudad.