Donde las protestas violentas terminan en destrozos, pero no en muertes
Si hay un país en Occidente que nos hace pensar en la protesta y la insatisfacción ciudadana es Francia. En 1789 la molestia con la monarquía fue tan grande que la Revolución arrasó con todo el sistema de gobierno y, tras años de disconformidad y disturbios, los reyes y muchos nobles terminaron perdiendo la cabeza en la guillotina.
La radicalización llegó a ser tan grande que la Primera República desbarró en ríos de sangre. Los jacobinos, liderados por Saint Just, Robespierre, Danton y Marat, instauraron no solo la Constitución de 1793, sino también el Comité de Seguridad Pública y el Régimen del Terror, que al final los consumió de tal manera que sus dirigentes también acabaron en la guillotina (menos Marat, que fue acuchillado en su tina).
El imperio de Napoleón llevó eventualmente a la Restauración y, en 1830, a otra revolución, que instauró una monarquía constitucional al mando de Luis Felipe de Orleans. Este régimen fue más moderado, pero tampoco sobrevivió sino hasta 1848, cuando se desató una sublevación más, casi tan intensa como la de 50 años atrás.
Una nueva generación de liberales radicalizados en busca del cambio social enarboló las banderas rojas. Karl Marx publicó en Londres su Manifesto comunista y en todo el mundo surgieron movimientos de cambio, algunos de corte nacionalista y otros que buscaban la dignidad del trabajo y la abolición de la esclavitud.
Una vez más, sin embargo, las ambiciones de la revolución se vieron decepcionadas, y Luis Napoleón organizó un nuevo imperio. Si bien Francia se consolidó como una gran potencia, los problemas sociales no desaparecieron, y en 1871, al terminar la guerra franco-prusiana, la Comuna de París tomó el control de la ciudad por dos meses, en los que implementaron una serie de políticas progresistas. Los socialistas, las feministas, los comunistas y los anarquistas tuvieron roles protagónicos en el breve gobierno que fue destruido por el ejército en tan solo una semana.
Las barricadas no sobrevivieron, pero sus esfuerzos fueron considerados por Marx y Engels como un primer ejemplo de ‘dictadura del proletariado’. Murieron entre 10 y 15 mil personas, y otras ocho mil fueron exiliadas. A diferencia de las revoluciones anteriores, el sistema de grandes bulevares creados por el barón de Haussmann al refaccionar París hizo imposible la defensa de las barricadas, que fueron destruidas con gran facilidad. Enardecidos los últimos en defender la Comuna en Montmartre se dedicaron a incendiar los edificios que representaban el gobierno.
Si bien en el siglo 19 Francia fue escenario de muchas revoluciones, durante el 20 se vio más afectada por las guerras mundiales. Luego, en 1968, la violencia social volvió a estallar cuando los estudiantes tomaron las calles y armaron barricadas para enfrentarse a lo que consideraban un sistema que ya no los representaba. Durante unas siete semanas que comenzaron en mayo las huelgas y manifestaciones a lo largo del país paralizaron todo. Los que protestaban se quejaban del imperialismo yanqui y del impacto del capitalismo, y 11 millones de trabajadores se pusieron en huelga y lograron mejoras salariales importantes. Los estudiantes que tomaron las universidades también tuvieron éxito en cambiar la manera en que funcionaban algunas de sus instituciones, y las elecciones llevaron a un fortalecimiento del gobierno de De Gaulle.
La leyenda de Mayo del 68, de la Comuna de 1871, de las revoluciones de 1848, 1830 y 1789 alimentan la idea de que los franceses no aceptan el mandato de sus líderes sin oponerse violentamente a cualquier cosa que limite sus derechos. En realidad, comparada a muchos otros países, Francia ha logrado mantener un estado de bienestar contra los embates del neoliberalismo.
Pero esto no ha sido sin violencia y confrontación. El sistema de pensiones se ve cada vez más amenazado y Emmanuel Macron, el actual presidente, fue elegido con el mandato de hacer cambios que lo hicieran sostenible. Pero en cada paso de ese proceso se ha enfrentado a los trabajadores.
En 2018 se hicieron conocidos los ‘chalecos amarillos’, que se opusieron a cualquier cambio al régimen de pensiones y exigieron modificaciones al sistema económico. Las protestas se volvieron rabiosas y murieron al menos unas 10 personas, una de ellas por acción de la policía.
Este mes de marzo las protestas han estallado de nuevo y una vez más Francia arde. Los trabajadores están en huelga. De día las manifestaciones son pacíficas, mientras que de noche se dan enfrentamientos con la policía en las que se queman edificios emblemáticos del poder y se destruyen plazas del centro de las ciudades.
Si bien los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes son cada vez más violentos y más de cien personas han terminado presas, no ha habido muertos y, tras una noche en el calabazo, los protestantes vuelven a la calle a seguir con su rechazo. No se ve solución a la vista porque Macron arguye que la edad de jubilación debe necesariamente subir de 62 a 65 años, mientras que los trabajadores consideran que esto es injusto y que lo que deben subir son los impuestos a los más ricos.
Desde el Perú, donde ni siquiera tenemos una jubilación justa (no importa a qué edad), no podemos más que ver con envidia cómo en Francia es posible tomar aeropuertos, destruir propiedad, tomar las plazas centrales de las ciudades más emblemáticas sin temor a ser abaleados y asesinados por las autoridades.
Si bien Francia está en llamas, no tiene aún muertos que lamentar.
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Ya destruyeron el aeropuerto deGaulle???? cuantos policías han sido quemados vivos???? Ya agarraron a pedradas a militares???? Algún gobernador francés ha tenido que defenderse con ametralladora desde su casa??? Es obvio que el nivel de salvajismo y barbarie es distinta entre los comunistas franceses y los comunistas peruanos, pero tenga por seguro que cuando se atente directamente contra personas, las autoridades francesas protegerán la vida del inocente y aniquilaran al violento, en aplicación de la justicia y el sentido común mas elementales
P.D. Y en el Perú no existe jubilación justa, porque los socialistas y comunistas han truncado el desarrollo del país, bloqueando los grandes proyectos que ya habrían triplicado el PBI y casi eliminado la pobreza, esa que los rojos necesitan mantener para que su discurso tenga cabida.