El Perú en un diván


Una mirada a la situación nacional desde una perspectiva psicoanalítica


Martin de Aubeyzon es psicólogo clínico con especialidad en Psicoterapia Psicoanalítica. Magíster en Administración Pública por la Universidad de Columbia de Nueva York. Tiene más de nueve años de experiencia como psicoterapeuta y diseñando e implementando programas de salud mental en beneficio de poblaciones en situación vulnerable a través de diversas organizaciones sociales y públicas.


En mi experiencia clínica, las personas con personalidad paranoide han sido de las más difíciles de tratar. La manera en que perciben la realidad, así como características estructurales de su personalidad, dificultan el logro de las metas y objetivos que tiene el proceso psicoterapéutico. 

La psicoterapia es una práctica que busca, en términos generales, guiar al paciente hacia un mayor autoconocimiento. Al obtener un mayor entendimiento de su funcionamiento mental-emocional, se logra una mayor capacidad de autorregulación. Conforme transcurre el proceso terapéutico, se van desarrollando cualidades que permiten ir alcanzando esta meta. Entre ellas están la autorreflexión, la confianza, la tolerancia a nuevas o distintas ideas. Bajo un funcionamiento mental principalmente paranoide, será un gran desafío poder desarrollar estas cualidades.

Bajo la paranoia, se vive una realidad terriblemente tormentosa. Las personas que desarrollan este tipo de personalidad suelen, desde edades tempranas, experimentar altos niveles de estrés y angustia. Esto las lleva a crecer conviviendo con una constante sensación de vulnerabilidad y peligro inminente. Sienten que en cualquier momento pueden colapsar mentalmente y perderse a sí mismos. Viven en un constante estado de supervivencia, buscando en todo momento evitar el fin de su existencia.

La intensidad de estas angustias fuerza a la persona a utilizar la proyección como principal mecanismo mental. Colocan sus angustias en el exterior buscando así reducir la intensidad de las sensaciones internas. El gran problema que esto genera es que la proyección es un mecanismo primitivo que se desarrolla en edades tempranas y, por ende, utilizarlo como mecanismo principal de la personalidad impide el desarrollo de funciones mentales más complejas y adaptadas a la realidad. En consecuencia, 

sus pensamientos suelen ser rígidos y absolutistas.

Un cruce de miradas casual con otra persona puede fácilmente ser interpretado como un gesto de amenaza. Convencer al paranoide de que no es así será una tarea casi imposible. Lo que interpretan de la realidad, “es”. Lo bueno es “todo” bueno y lo malo es “todo” malo. Habrá muy poca admisión de percepciones intermedias (más complejas). Debido a esto, les será extremadamente difícil desarrollar relaciones con otras personas.

El Perú atraviesa uno de sus más sangrientos conflictos sociales en décadas. Las protestas no cesan. La violencia y el caos persisten. El gobierno, enfocado solo en su propia subsistencia y de espaldas a las necesidades del país, recurre al abuso del poder para controlar a las masas. El clima ha llegado a tal nivel de enfrentamiento que ha traspasado incluso los círculos familiares y sociales más íntimos.

Como en el caso de una persona paranoide, el conflicto nos lleva a un estado mental de supervivencia y,  en consecuencia, estamos experimentando un severo deterioro en nuestras relaciones como connacionales. Hemos caído también en pensamientos absolutistas. Algo tan simple como una idea, opinión o comentario se transforma en un todo. Somos un país conformado por fachos, caviares, comunistas y terrucos. Nuestra capacidad de diálogo y entendimiento es prácticamente nula. Vemos cómo han disminuido capacidades como el discernimiento, la reflexión, la tolerancia. La polarización se encuentra en su punto más extremo. Al igual que en casos de personalidad paranoide, este no es un fenómeno que haya surgido espontáneamente.

Nos encontramos en el punto más álgido de una crisis vigente desde hace más de seis años. Desde la toma de mando de Pedro Pablo Kuczynski no han cesado los enfrentamientos entre bancadas y/o poderes del Estado que han dejado un saldo de seis presidentes en cinco años y un sinnúmero de ministras y ministros efímeros. Hemos sido testigos de venganzas, estafas, traiciones, espionajes, arrestos y muerte. Las estrategias cortoplacistas que se trazaron para castigar la corrupción parecen solo haber menoscabado aun más la integridad política y nuestra institucionalidad.

Por si fuera poco, el país ha experimentado además una catastrófica pandemia. El aislamiento prolongado, el colapso del sistema de salud, la escasez de vacunas, la desinformación, las mafias del oxígeno y camas UCI y los cientos de miles de fallecidos. Perú sale del periodo más crítico de la pandemia como uno de los países con mayor tasa de mortalidad a nivel mundial. 

La incertidumbre, la desesperanza, el abuso, la vulnerabilidad, las pérdidas y los duelos conviven entre nosotros. El impacto que esto genera a nivel mental y emocional de toda la sociedad es brutal. 

En el trabajo clínico individual, nuestra tarea frente a la personalidad paranoide será lograr que se puedan, poco a poco, admitir cuestionamientos sobre sus sensaciones y percepciones. A través de la empatía, intentaremos generar una relación de confianza que permita, entre otras cosas, tolerar percepciones distintas a las que poseen y así desarrollar la capacidad de autorreflexión. Progresivamente, se desarrollan procesos mentales más complejos y disminuyen las ideas absolutistas. Como resultado, se construyen nuevas maneras de pensar y modos más sanos de relación con otras personas.

Como país, necesitamos poder recuperar las capacidades que nos conduzcan al fin del conflicto. Esto implica, antes de cualquier cosa, lograr un trabajo de autorreconocimiento sobre la responsabilidad que cada uno tiene en el desarrollo del clima social actual. Lograr discernir y mirar más allá de la violencia que ejercen unos pocos para escuchar el clamor de un país. Recuperar la capacidad empática y así darnos cuenta de que todas y todos estamos asustados, frustrados, hartos, desesperanzados. ¿Acaso no queremos todos un Perú más justo, seguro, sano, equitativo?

En terapia, la crisis más intensa, a pesar de ser sumamente angustiante, suele ser un episodio donde las angustias se observan con mayor claridad. La crisis nos permite entender la complejidad de la persona a un nivel más profundo y auténtico. En este sentido, tienen el potencial de generar avances significativos en el proceso hacia la salud mental.

Los problemas del Perú no son de hace seis años. Nuestro desarrollo como sociedad es tan accidentado como nuestra geografía. Jorge Basadre, en la década del 30, ya postulaba los profundos problemas sociales en el Perú. Un estado es creado para servir, proteger y representar a todos sus miembros; sin embargo, en nuestro país el Estado está presente sólo para algunos. Nuestras fracturas internas son tan antiguas como nuestra historia como república. La crisis actual nos brinda una nueva oportunidad para observarlas, analizarlas y entenderlas en sus sentidos más profundos. Trabajemos para que la crisis actual se transforme en una oportunidad para reducir brechas, integrarnos como país y así finalmente construir un futuro esperanzador para el Perú.


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2 comentarios

  1. Enciso Ardiles Manuel

    Muy bien descrito el panorama del Perú, paciente psiquiátrico. Dolorosas afirmaciones desgraciadamente ciertas.
    Como para ponerse a pensar. Leerlo y releerlo.
    Quien lo podrá tratar adecuadamente.
    Pregunta difícil y más difícil respuesta
    Mil gracias por el excelente artículo..

  2. jorgelortega2055

    La paranoia es una enfermedad incurable que un factor incierto lo puede desencadenar. La correlación para explicar al Perú y sus angustias es puntual y, aunque exacerbada, permite entender a qué nivel nos encontramos.
    Cada crisis es una oportunidad para entender y salir adelante, pero cuando las crisis se repiten y cada vez son más absurdas y profundas me hacen pensar que sí, el Perú es un país paranoico.
    Felicitaciones, excelente explicación de nuestra realidad desde su diván.

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