El Orgullo también nace en Perú 


En el día central del Orgullo LGBTIQ+, conviene recordar nuestras propias batallas 


Piero Vásquez Agüero es candidato a doctor en Derecho por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIJ-UNAM). Abogado y magíster en Derechos Humanos por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Es profesor de la facultad de Derecho de la PUCP en Derechos Humanos y Derecho Internacional, y es consultor de organizaciones como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), además de miembro del Consejo Directivo de Presente ONG.


Muchas personas creen que la celebración del Orgullo es una moda de los últimos años, venida de los países del norte a través de internet y las redes sociales. Si acaso, algunas personas saben de un bar LGBTIQ+ en Nueva York llamado Stonewall que fue objeto de una redada policial en 1969 y que acabó con la detención de varios de sus clientes, tras lo cual se desató una serie de protestas en Estados Unidos. De cualquier forma, la celebración del Orgullo remite a la lengua inglesa o a otras latitudes, por lo que cualquier réplica en Perú termina siendo percibida como un producto impuesto de otras realidades, una alienación o —en las lecturas más delirantes— un intento homosexualizador de la agenda 2030. Nada más alejado de la realidad.

El movimiento de derechos de las personas LGBTIQ+ en el Perú tiene vida e historia propias. No es nuevo y no es extranjero. Por eso, sin dejar de lado la importancia de las protestas sociales asociadas a Stonewall y otros lugares, es necesario que nos apropiemos y expliquemos el orgullo LGBTIQ+ en el Perú desde nuestra propia historia. Me parece relevante que entendamos el orgullo desde la óptica —por así decirlo—  de la “marca Perú”, porque es necesario combatir la narrativa falsa del conservadurismo peruano y de sectores religiosos en política que minimizan los reclamos de derechos humanos de las personas LGBTIQ+ y que sostienen que se trata de una moda extranjera, de una agenda superflua que le importa a algunas personas que vivieron en el extranjero y que ahora quieren imponer costumbres aprendidas que nada tienen que ver con la historia y sociedad peruanas. 

Sorprenderá saber que el movimiento LGBTIQ+ en Latinoamérica puede ser rastreado desde los años 70 en países como Argentina, Brasil, Colombia, México, Venezuela y, en efecto, también en el Perú. A diferencia de estos otros países, que lograron alinear el reclamo por el reconocimiento de las disidencias sexuales con movimientos políticos que ofrecían plataformas de cambio, sobre todo desde la izquierda, el caso peruano fue diferente. Las fuerzas políticas en el Perú no brindaron un espacio para las disidencias sexuales; incluso peor, los movimientos terroristas de izquierda radicalizada persiguieron a las personas LGBTIQ+ y acallaron sus reclamos. Los ejemplos recogidos por la Comisión de la Verdad y Reconciliación y por el Movimiento Homosexual de Lima (MHOL) hablan de más de 500 casos de violencia en contra de las personas LGBTIQ+ ocurridas durante el conflicto armado. 

Adicionalmente, durante los años 80, las personas LGBTIQ+ tuvieron que soportar una pandemia que no recibió la atención de parte del Estado peruano por muchos años, dando lugar a la masacre que supuso la aparición del VIH/SIDA. Estudios sobre la historia del movimiento LGBTIQ+ en el Perú dan cuenta de la aparición del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL), el grupo Acción para la Liberación Homosexual (APLHO) y el Grupo de Autoconciencia de Lesbianas Feministas, entre 1982 y 1983, con poco apoyo social y cero apoyo del Estado. Estos grupos, que aparecieron con un discurso antidiscriminación y de visibilización, tuvieron que cambiar su estrategia para el autocuidado y la supervivencia dado que el VIH y la muerte no les dieron tregua. Esta historia de resiliencia comunitaria debe ser contada y divulgada, como una muestra de la solidaridad peruana.

Con la aparición de antirretrovirales y el control de la pandemia del VIH, el reclamo se retomó. Hemos visto cómo, con el poco apoyo de los partidos políticos y un Estado que nos da la espalda, personas y organizaciones LGBTIQ+ luchamos con dignidad por nuestros derechos. La violencia y la tortura sexual han sido denunciadas en cortes internacionales. Lo mismo ha ocurrido con la discriminación en contra de las demostraciones de afecto por parejas del mismo sexo. El derecho a la identidad de género ha sido reconocido jurisprudencialmente. Y aunque nuestras familias aún no son reconocidas por las leyes peruanas, los casos que han llegado al Tribunal Constitucional sobre matrimonio igualitario han desnudado el prejuicio, la homofobia y la indolencia patriarcal de los operadores de justicia peruanos.

Así celebramos el orgullo LGBTIQ+ en el Perú por nuestras batallas, las que hemos ganado y las que hemos perdido en casi 50 años. Celebramos el Orgullo recordando a las personas pioneras que fundaron movimientos y a las que han seguido creyendo que el Perú se merece una sociedad más inclusiva, en donde todas las personas tengamos el derecho a disfrutar de un país que no nos discrimine. Nuestras orientaciones sexuales e identidades de género son un derecho humano. No hay alienación aquí. Estos reclamos son nuestros, son antiguos y son muy peruanos.


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