Reciente investigaciones nos permiten esperar buenas noticias bajo el cráneo
Me cautiva el funcionamiento del cerebro de mi padre, un hombre de 89 años que lucha contra el Alzheimer. A menudo construye vocablos nuevos, tropieza con las palabras o, simplemente, no logra recordarlas. Me llena de esperanza saber que dos avances científicos podrían brindar ayuda a pacientes en situaciones similares en un futuro cercano.
La semana pasada, la inserción de un chip en el cerebro de un voluntario anónimo acaparó —además de la atención de la comunidad científica— las portadas de los periódicos del mundo. Después de controvertidas pruebas con cientos de cerdos y monos, Neuralink, una compañía recién fundada por el magnate Elon Musk, anunció el lanzamiento de PRIME (Precise Robotically IMplanted Brain-Computer InterfacE), una interfaz cerebro-ordenador implantada robóticamente de forma precisa.
Esta interfaz cerebro-ordenador (o BCI por sus siglas en inglés) es un chip del tamaño de una moneda de cinco centavos de dólar que fue insertado debajo del cráneo del voluntario y que permitirá leer y registrar la actividad de sus neuronas a través de 64 diminutos cables —más finos que un cabello humano— vía 1.024 electrodos. El sistema detectará las señales del cerebro y, a través de una especie de bluetooth, las transmitirá a una computadora o celular.
Musk está capitalizando la investigación de decenas de laboratorios del mundo que han ensayado e investigado diversas interfaces cerebro-computadora. En sus aplicaciones médicas, esta “telepatía tecnológica” (el primer producto previsto por Neuralink se llama Telepathy) podría permitir que personas con parálisis puedan controlar sus prótesis y recuperar el movimiento solo con el pensamiento, sin necesidad de cables ni movimientos físicos. O que, más adelante, se restaure la vista de ciegos o el habla de personas que la han perdido, como mi padre.
El estudio de PRIME —que durará seis años— validará el funcionamiento, seguridad y riesgos del dispositivo. Se evaluarán tres componentes del microimplante: el chip mismo (implante N1), el robot R1 (un robot quirúrgico) y la aplicación de usuario N1 (software BCI) que utilizarán individuos con parálisis para controlar los dispositivos externos. Las personas con tetraplejia u otras lesiones de la médula podrían ser las primeras en beneficiarse. Si sufres de cuadriplejia, paraplejia, ceguera, afasia, sordera; o la amputación sustancial de un brazo o pierna, la web de Neuralink te invita a postular para las pruebas clínicas llenando el formulario de su Registro de Pacientes.
Otra noticia científica vinculada al cerebro humano —quizá menos futurista— también es esperanzadora.
Es el descubrimiento de una nueva membrana en el cerebro que forma parte del sistema glinfático, un mecanismo de eliminación de residuos descubierto en 2012 que se activa para hacer un barrido de los subproductos metabólicos no deseados. Es especialmente importante pues parece remover proteínas nocivas que se acumulan en pacientes con las enfermedades de Alzheimer o Parkinson, como el beta-amiloide y la alfa-sinucleína.
La nueva estructura, denominada membrana subaracnoidea de aspecto linfático, recubre el cerebro y mantiene el líquido cefalorraquídeo recién hecho —que circula por el interior del cerebro— separado del líquido “sucio” que contiene los productos de desecho de las células. La labor de limpieza del sistema, imprescindible para el buen funcionamiento de células y órganos, se obtiene gracias a una especie de efecto de succión ejercido por nuestra respiración y por la presión de las células musculares que rodean las paredes de los vasos sanguíneos del cerebro, que bombean líquido cefalorraquídeo (LCR) y lo expulsan a través de una red de finos conductos. La membrana es tan fina —tiene el espesor de una o pocas células— que no se había visto antes, dado que los escáneres cerebrales no la detectan en personas vivas y, en los fallecidos, se desintegra durante las autopsias, cuando se separa el cerebro del cráneo. El tejido se descubrió por primera vez en ratones, después de que se utilizara una técnica de etiquetado genético que hacía que las células de la membrana subaracnoidea brillaran de un color verde fluorescente. Posteriormente se observó también en cerebros humanos, al disolver el cráneo de cadáveres donados para la investigación.
Aún no está claro cómo opera el sistema glinfático en las personas, pero su mal funcionamiento podría estar asociado a muchas enfermedades. Como el Alzheimer. Desde que se descubrió, se han multiplicado las investigaciones encaminadas a comprender cómo podría ayudar a mejorar la salud del cerebro y, con ello, quizá nuestra longevidad y calidad de vida.
Estos avances deben celebrarse no solo por los abuelos longevos como mi padre, sino por las personas de todas las edades afectadas por condiciones neurodegenerativas que, a futuro, podrían beneficiarse de estos sorprendentes descubrimientos y manipulaciones cerebrales.
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Gracias, Anna, es fascinante el cerebro!