Dos minutos de vergüenza


Cuando nuestros representantes en el exterior demuestran su ruidosa ignorancia


“El puesto para que el que usted está siendo considerada requiere de calm, cool diplomacy”, le dice el senador Mendoza a Claire Underwood en el capítulo 28 de House of Cards durante su proceso de evaluación para el puesto de embajadora de los Estados Unidos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Calm, cool diplomacy

En efecto, este temple es el necesario para participar en los procesos de negociación y diplomacia internacional. Y se observa en la mayoría de las discusiones de la Asamblea General cuando esta discute temas tan variados como derechos humanos, desarmamento, o la moratoria de la pena de muerte entre los diferentes Estados miembros. También cuando se discuten temas más sociales y concretos a la realidad de un país como el Perú: derechos de las mujeres, racismo, o discriminación estructural. Es por ello que los ‘exabruptos’ de algunos presidentes son tan memorables: vienen a la mente los comentarios incendiarios de cierto mandatario bolivariano para con cierto presidente del norte; o el interminable discurso de un coronel de Libia en 2009. 

El martes pasado empezó el segundo periodo de sesiones del Foro de las Naciones Unidas sobre Afrodescendientes. Luego de una primera tanda en Ginebra, este busca constituirse como un espacio participativo con la sociedad civil, en el que los actores participantes puedan compartir ideas para llevar a cabo acciones concretas y efectivas para erradicar el racismo hacia los afrodescendientes; y escuchar algunas de las razones por las que las desigualdades raciales todavía son una constante en el mundo. 

Con mucha fortuna pude acompañar este proceso in situ una vez más. Llegué a la sala de la Asamblea General con toda la esperanza, emoción y expectativa con la que se puede participar en estos espacios, pero teniendo bastante claro —no soy nueva en estas lides— que hay una serie de limitaciones inherentes al propio mecanismo y al contexto político mundial que recortan la efectividad o el potencial del Foro. La convocatoria, procedimientos y participación (o no participación) de los Estados miembros y la sociedad civil son de las más importantes. Y si bien estaba expectante de escuchar la intervención peruana, tampoco esperaba nada más allá de las recurrencias a las que las participaciones nacionales nos tienen acostumbrados: declaraciones amplias, aspiraciones generales, datos oficiales y referencia a los últimos avances normativos sobre la materia de discusión. En suma, formales pero medio tibios.

Cuando llegó el turno del Perú, mi ensayo de mantener una poker face resultó infructuoso. La primera sorpresa fue que nuestro representante tomó la palabra extrañamente temprano en la lista de discursos. Extraño, pero no del todo. Empezó, sin embargo, y desde el inicio, el discurso se sintió como un golpe seco en el estómago. Y con esto, mandé un poco al diablo la idea de la calm, cool diplomacy. El discurso duró dos minutos (ningún país podía exceder este tiempo a riesgo de que silenciaran su micrófono). Dos minutos, sin embargo, fueron suficientes para ofender a todo un pueblo; y a toda una nación, si es que el Perú fuera el tipo de nación que se exaltara ante las afrentas contra sus ciudadanos más vulnerabilizados.

Como solo tenía 120 segundos para hablar, el embajador dosificó muy bien sus frases. Estableció cuatro puntos concretos(minuto 2:57:50 del video):

  1. Resaltó los “procesos migratorios” de los afroperuanos; procesos que finalmente aportarían a la diversidad cultural del Perú.
  2. Destacó nuestros aportes invaluables a la construcción de la nación. Las artes, la música, la danza, la religiosidad, la gastronomía y la lengua española en el país. Además de su participación, en segundo lugar, supongo, en las gestas independentistas y la protección del territorio.
  3. Habló de la lucha contra el racismo en el país.
  4. Mencionó los avances normativos actuales y la Política Nacional del Pueblo Afroperuano (por cierto, uno de los logros más importantes del Ministerio de Cultura en 2022).

Quiero pensar que ya identificó dónde están algunos de los problemas de este discurso. Y, si no, por lo menos el más significativo. 

Lo que entendemos por migración, migración internacional, procesos de movilidad humana y temas similares implican, normalmente, voluntad. El día de hoy, millones de ciudadanos afrodescendientes se mueven por las Américas, por diversas razones. En el caso de los descendientes de los africanos que fueron traídos a los diferentes países Americanos, por cuenta de los colonizadores, hablamos de trata trasatlántica. Esto es algo ya consensuado en la comunidad internacional. Mis antepasados no migraron hacia las Americas: fueron traídos. Más aun, secuestrados y traídos a las Américas. No llegaron voluntariamente. 

Por otro lado, es verdad que los aportes de la población afroperuana a la cultura nacional son gigantes. No obstante, empezar con los ya conocidos “son buenos para la música y bailan bonito”, “nos dieron el Señor de los Milagros”, “juegan bien al fútbol” y “la carapulcra les sale rica” es poner la luz sobre las áreas en las que los afroperuanos ya estamos sobrerrepresentados gracias a los estereotipos que pesan sobre nosotros y al reducido espacio que ocupamos en el imaginario nacional. 

El embajador pudo empezar con la participación de los afrodescendientes en las gestas independentistas y la protección del territorio peruano. Pudo mencionar que la mano de obra gratuita que soportó la industria agrícola del país fue una contribución significativa a su economía. Pudo mencionar que manos negras fueron las responsables de erigir algunas de las construcciones históricas mas antiguas de Lima. Pudo decir que las labores de cuidado de las mujeres cocineras, niñeras y lavanderas en las grandes casas coloniales de Lima y las labores de transporte de los hombres negros en estas mismas casas fueron un gran aporte a la movilización de la economía capitalina. Esos son solo algunos de los ejemplos de los “aportes invaluables” que no suelen traerse a colación en los discursos sobre nuestros derechos, incluso en los que se dicen reivindicativos. 

Finalmente, sí: normativamente el país viene avanzando en sus esfuerzos formales para la erradicación del racismo. En este sentido, el Ministerio de Cultura acaba de promulgar su estrategia ‘Perú sin racismo’, un instrumento cuyo proceso de implementación tendremos que seguir muy de cerca, así como el correspondiente al de la Política Nacional del Pueblo Afroperuano al 2030.

Siendo del todo sincera, espero que no me haya extrañado mucho, querido lector, pero esta semana usted no debía leerme. Una invitada muy querida había sido extremadamente amable preparando un texto fenomenal sobre la elección del Defensor del Pueblo. No obstante, y luego de escuchar la declaración oficial del Estado peruano ante el Foro Permanente de las Naciones Unidas sobre las personas de ascendencia africana, tenía que usar mi espacio semanal para alzar mi voz. No es muy calm, cool diplomacy de mi parte, y dado que sigo en NY (el Foro aun no termina) se de las consecuencias concretas que este texto puede acarrear, pero es lo que puedo hacer hasta que me toque estar detrás del micrófono representando a mi país en un espacio como este. Prometo, sin embargo, cuando esto suceda, prepararme e informarme lo suficiente como para no hacer este tipo de papelones. O, por lo menos, para no llamar viaje en crucero a lo que el mundo ya ha establecido como un crimen de lesa humanidad.


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3 comentarios

  1. Nancy Goyburo

    ¡Extraordinario artículo! Y no lo digo sólo por ser afrodescendiente. Lo difundiré porque en nuestro país ya nos estamos acostumbrando a calificar como «viaje en crucero» a lo que ya ha sido establecido como un «crimen de lesa humanidad». Más aún, cuando (por lo menos personalmente) la «calm, cool diplomacy» ya no soportan, ni siquiera el límite de la razón.

  2. Gerardo Padilla Freyre

    “Cuando nuestros comentaristas demuestran un enorme resentimiento”

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