¿Desconectarse es una opción?


Reflexiones sobre una prerrogativa que ilumina brechas en este momento


Quizá a usted, como a mí, la llegada de diciembre le traiga un atisbo de esperanza. Algo así como llegar al último tramo de la maratón, la expresión de un aliviado ¡ufff, ya se acaba el año! 

Sin embargo, como ya se viene haciendo costumbre —recordemos que ya hemos tenido algún diciembre medio fatídico—, la política peruana parece persistir en el juego de que si creías que llegamos al fondo, espérate que te muestro el sótano.  

En este contexto abrumador de narrativas que se cruzan, muy pocos peruanos tenemos el privilegio de poder hacer oídos sordos y cerrar los ojos a lo que está ocurriendo a nivel nacional. Y si bien a veces parece una buena idea desligarse de esta convulsa realidad porque nos afecta, nos estresa o, por último, nos harta con justa razón, haríamos bien en recordar que muchas personas en el país no tienen esa misma prerrogativa: tenemos conciudadanos para quienes “la política” significa la diferencia entre tener que comer y no. Y que, independientemente de las decisiones que tome una o un presidente en un palacio en Lima, su inseguridad personal es un tema concreto y urgente, además de materia ineludible en esta coyuntura. Hablamos de personas que “viven” los efectos de esta política aun si apagan el televisor o dejan de seguir a alguien en Twitter; compatriotas para quienes acceder a servicios públicos toma horas o días y que no tienen el “lujo” de “desconectarse” de lo que está pasando en el país. 

Escribo esto desde mi propio privilegio de estar harta de analizar variables, observar actores políticos y ensayar posibles escenarios resultantes en cada caso. Quizá lo hago como un recordatorio personal —pero con afanes colectivos— de que este hartazgo aburguesado medio disforzado y egoísta que algunos tenemos la fortuna de darnos ocasionalmente es, en realidad, un lujo. Eso, además de una evidencia más de lo profundas de nuestras desigualdades sociales, nuestra ausencia de empatía colectiva y la falta de un sentimiento de unidad nacional. 

Eso. Gracias por su atención. 

P.S.: En caso no esté siguiendo las noticias, al 14 de diciembre hemos perdido a seis ciudadanos peruanos en medio de esta crisis a manos de nuestras autoridades nacionales. Aunque algunos son menores de edad y no se debe ventilar sus nombres, las historias de todos algún día tendrán que ser conocidas. Sin ellas y ellos no estamos todos. Nos faltan.


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1 comentario

  1. Lucho Amaya

    A la señora Natalia Sobrevilla le he leído decir algo muy parecido a lo que usted dice ahora sobre los acontecimientos de estos días en nuestro país; «que ya mucho se está diciendo» ha dicho ella… Pero usted agrega una P. S. que expresa un lamento, y triste muy triste, sí, que muera gente en las protestas, pero hay otras muertes anónimas consecuencia de las tomas de pistas… Sabemos los nombres de los ocho muertos, ya, pero no de los muertos anónimos… Una pena todo.

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