Los enemigos no son la izquierda ni la derecha, sino los corruptos
Paco Flores (Lima, 1982) es periodista y escritor peruano. Ha ejercido en distintos medios de comunicación televisivos como Canal N, Latina y Panamericana. Actualmente es jefe de redacción de Nativa Televisión. Ha publicado los libros “Así es la tele, el periodismo televisivo contado por sus protagonistas”, “Borrones y cuentos nuevos” y “Perú en cuarentena: crónicas desde el encierro”.
Hace poco, la dramaturga mexicana Sabina Berman dijo muy acertadamente en una entrevista que hablar de izquierdas y derechas resulta anacrónico. Que, en lugar de ello, deberíamos inaugurar el eje “derechos” y “chuecos”. Que los corruptos —se entiende que los “chuecos”—, así sean de izquierda o de derecha, son sencillamente corruptos y que automáticamente se convierten en enemigos del resto —los “derechos”—, quienes día a día nos convertimos en víctimas de estos ladrones de saco y corbata que, por si fuera poco, tienen la desfachatez de usar al pueblo para perpetrar latrocinios en contra del pueblo.
Sabina Berman se refería a México y a la polarización instalada en ese país por el régimen de Andrés Manuel López Obrador. Ella y los entrevistados discutían la pertinencia de “censurar” Las mañanitas, el programa que el presidente de México usa todos los días para dirigirse a sus conciudadanos en peroratas interminables que, la mayoría de las veces, acaban siendo pasto de los medios mexicanos y otras tantas en los medios internacionales que convierten en noticia alguna polémica declaración del mandatario.
De la conversación de Berman con sus entrevistados se desprende que la censura al espacio del presidente sería inútil, porque la polarización ya está instalada en la sociedad mexicana como lo está en todo el mundo. Al escuchar a Berman, no pude dejar de pensar que la polarización está igual de enquistada en el Perú, sin que hayamos llegado a niveles de un Aló, Dina. Sin embargo, igual creo que es pertinente recordar los discursos ultraizquierdistas polarizantes de Castillo, Torres y los demás personajes de su régimen, así como los ultraderechistas de López Aliaga, Muñante o Montoya, que suelen calificar de “caviar” a todo lo que no les gusta.
Si bien es cierto que este discurso polarizador se ha instalado en el Perú desde hace ya mucho tiempo, no es responsabilidad estricta de la izquierda o de la derecha, sino de los “chuecos”: de los corruptos que disfrazan su discurso de un color o de una ideología y la usan como arma arrojadiza contra sus adversarios, pero que, a la hora de la hora, son otros “chuecos” como ellos.
En el Perú, por ejemplo, a los chuecos se les cayó la careta de izquierda y derecha con el pacto que los fujimoristas y cerronistas hicieron para hacerse del control del Congreso, y siguen dándonos muestras de su verdadero rumbo: el sinuoso hacia sus bolsillos.
No obstante, para ser justos, hay que decir que es cierta izquierda y cierta derecha —la más rancia y extrema en ambos casos— las que han logrado desplazar a los “derechos” de cada lado de su espectro para imponer su agenda chueca. Una agenda cargada de intereses subalternos, venganzas políticas y ansias de poder para servirse y no para servir.
Retomando lo expresado por Sabina Berman, lo deseable es que los derechos de cada lado del espectro rechacemos enérgica y contundentemente a los chuecos de nuestra orilla. En muchos aún está instalado ese atenuante de la indignación si quien traspasa los límites está en la misma línea ideológica, como si sintieran que están traicionando su ideología por enfrentarse a alguien de su misma orilla ideológica. Lo que se obvia en estos casos de indignación selectiva es que esos sujetos no son ni de derecha, ni de izquierda: son viles y vulgares corruptos que están usando una línea de pensamiento a favor de sus intereses y que no tendrán empacho alguno de bailar con el diablo para lograr sus objetivos.
Aunque es señal de madurez política que trincheras opuestas se pongan de acuerdo en aras del interés público, lo grave en el Perú es que “izquierdistas” y “derechistas” —recalco las comillas— voten juntos, pero para fines de interés particular: bajarse a la SUNEDU, tomar la Defensoría del Pueblo, la ATU y, como ya lo saben los ciudadanos informados, a la Junta Nacional de Justicia, que conduciría al control de los organismos electorales.
Ha llegado el momento de que los “derechos” de todo el espectro ideológico le hagamos frente a los chuecos de todo el espectro ideológico, así sea el nuestro. La institucionalidad y la democracia del país —es decir, su futuro— está en riesgo.
Recuperado el poder de manos de los chuecos, los “derechos” de todo pensamiento tendremos tiempo de sentarnos a discutir el mejor camino para lograr objetivos comunes en materia de salud, educación, inversiones y lo mucho que nos falta. Por lo pronto, nuestro objetivo urgente y común debe ser que los chuecos no nos sigan robando el país.
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