Cuando los jueces discuten de arte


Andy Warhol pierde en los tribunales y reaviva un viejo debate con consecuencias impredecibles


La semana pasada, la Corte Suprema de Estados Unidos resolvió que una de las obras de arte de Andy Warhol era un plagio. Ello ocurre tras 39 años de que el artista neoyorkino creara la imagen, y 36 después de su muerte. Como suele suceder en los casos que se ven ante ese alto tribunal, la controversia analizada no es solo jurídica. Este juicio nos habla de un antiguo e inacabado debate sobre el arte, que esta sentencia, más que ponerle fin, solo ayudará a reavivar.

A continuación haré un resumen sobre el caso que puso a los jueces más poderosos de Estados Unidos a discutir sobre arte. Empecemos identificando a los artistas en conflicto.

De un lado está Lynn Goldsmith, una conocida fotógrafa norteamericana, especializada en tomar retratos a estrellas de rock. Una de las primeras mujeres en participar en el rubro. Bob Dylan, The Police, Patti Smith, Kiss son solo alguno de los intérpretes y grupos que han posado frente a su lente. Sus fotografías, además de haber sido portadas de revistas influyentes como Time o Rolling Stone, se pueden encontrar en la importantísima National Portrait Gallery de la ciudad de Washington. 

De otro lado, Andy Warhol. O bueno, la fundación que lleva su nombre y tiene el control de su obra. Warhol es un influyente artista visual posmoderno, uno de los principales exponentes del pop art. Su trabajo se nutre de la estética de los productos de consumo masivo, se apropia de otras imágenes y transgrede cláusulas formales de creación artística. Todos hemos visto alguna vez su famoso cuadro titulado ‘Campbell’s Soup Cans’, con las famosas latas de sopa; o su retrato intervenido de Marilyn Monroe. La idea de apropiarse de imágenes para desarrollar su propuesta con base en ellas no es patrimonio exclusivo de Warhol, sino que lo vemos también como parte central de la propuesta de otros artistas posmodernos, como aquella obra de Marcel Duchamp donde vemos una postal de la Mona Lisa intervenida con bigotes.

Goldsmith de un lado y Warhol del otro. Ahora vayamos al origen de la controversia.

En 1981, Lynn Goldsmith recibió el encargo de la revista Newsweek de fotografiar a un músico en ascenso sobre el cual estaban escribiendo una nota. El artista era Prince Rogers Nelson (o, como todos lo conocemos, Prince). Tres años después, con la carrera de Prince más consolidada, Vanity Fair le solicitó autorización a Goldsmith para utilizar una de esas fotos como “referencia artística para una ilustración”. Goldsmith aceptó, dando una licencia limitada sobre la imagen para que se use como referencia una sola vez. A cambio recibió cuatrocientos dólares. 

En la edición de diciembre de ese año Vanity Fair publicó un retrato de Prince hecho en serigrafía púrpura por Andy Warhol. Los créditos de la publicación reconocieron a Goldsmith por la fotografía original. A continuación, las dos obras: la fotografía de Goldsmith y la serigrafía de Warhol.

Lo que Goldsmith no sabía es que, además de esa serigrafía púrpura, Warhol había realizado 15 más tomando como base su retrato del cantante. Se enteró recién en 2016, cuando luego de morir Prince, se publicó una revista conmemorativa cuya portada era otra de las serigrafías hechas por el artista. Los editores de la revista le pagaron por el uso de derechos a la fundación de Warhol, y Goldsmith no recibió ni un centavo. El tema se volvió una controversia legal y, luego de años de litigio, finalmente llegó ante la máxima instancia norteamericana.

Las decisiones de la Corte Suprema de los Estados Unidos suelen tener líneas ideológicas bastante claras. En la actual Corte Suprema las decisiones suelen ser seis a tres, con los seis jueces conservadores de un lado, y los tres jueces liberales del otro. Pocas veces se ven situaciones como la de la sentencia de este caso. La decisión de mayoría (siete votos) fue redactada por una jueza liberal, y el voto en minoría (dos votos) fue redactado por otra de las juezas liberales, apoyada por uno conservador. 

¿Y qué dice la sentencia? La Corte decidió que la fotógrafa tiene razón y que hubo una vulneración a los derechos de autor por parte de Andy Warhol al no contar con la licencia para el uso de la imagen. La sustentación jurídica es amplia y bastante técnica, y se basa en la legislación sobre derechos de autor del país. El voto en mayoría señala que “estas licencias, para fotografías o derivados de ellas, es la manera cómo fotógrafos como Goldsmith se ganan la vida. Proporcionan un incentivo para crear obras originales, que es el objetivo de los derechos de autor” y que estos se aplican “incluso frente a artistas famosos”.

El voto en minoría disiente, y lo hace con rigor y dureza. Comparto con ustedes tres fragmentos de lo que dice:

El primero: “La mayoría [de jueces] no lo ve. Y lo digo literalmente. Hay muy poca evidencia en la opinión de hoy de que la mayoría ha mirado realmente estas imágenes, y mucho menos de que se ha comprometido con las opiniones de expertos sobre su estética y significado”. 

El segundo: “La descripción [de la sentencia] es descorazonadora. Es como si Warhol fuera un filtro de Instagram, y uno sencillo, como el filtro sepia. ‘¿A qué viene tanto alboroto?’, quiere saber la mayoría. Haciendo caso omiso de montones de pruebas de expertos —explicando, como todo historiador del arte podría explicar, a qué se debe exactamente el alboroto— la mayoría se sitúa firmemente en la escuela de crítica de arte de ‘Yo podría pintar eso’”. 

El tercero: “Warhol basó su serigrafía en una foto, pero cambió fundamentalmente su carácter y significado. Al menospreciar esas aportaciones creativas, la mayoría garantiza que llegará a un resultado equivocado. Peor aun, la mayoría mantiene que esas contribuciones, aunque fueran significativas, simplemente no importarían”.

Finalmente, los jueces en minoría recuerdan que, si bien Warhol era el maestro de la apropiación en las artes visuales, esto se da dentro de una tradición que se remonta siglos. Menciona como ejemplo el desnudo reclinado, el cual se inicia posiblemente con la ‘Venus dormida’ de Giorgione. Uno de los discípulos de Giorgione fue Tiziano, cuya ‘Venus de Urbino’ es un clásico ejemplo de imitación renacentista de una obra original existente. Y luego ello fue tomado por la ‘Olimpia’ de Édouard Manet, considerada una obra fundacional del modernismo artístico. 

Por todo lo anterior, el voto en minoría concluye señalando que la sentencia “frenará la creatividad de todo tipo. Impedirá el arte, la música y la literatura. Impedirá la expresión de nuevas ideas y la consecución de nuevos conocimientos. Empobrecerá nuestro mundo”.

El debate está lejos de haber acabado con la publicación de la sentencia, y sus consecuencias legales están todavía por verse. ¿Podrán los museos seguir exhibiendo la obra de Warhol sin temor a demandas? ¿Veremos a otros artistas siendo llevados a juicio por casos similares? ¿Qué pasará con otras manifestaciones artísticas? ¿Demandarán a Tarantino por varias escenas de Kill Bill y a Borges —o a quien termine teniendo los derechos de su obra— por su cuento ‘Pierre Menard, autor del Quijote’? 

“La idea no es vivir para siempre; es crear algo que lo haga”, dijo alguna vez Warhol. Sea cual fuere el devenir de este debate, el controvertido creador se las ha ingeniado para seguir agitando el mundo del arte con su obra incluso décadas después de su muerte. 


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