¿Quiénes son los responsables de este momento y qué nos toca hacer?
Eduardo Dargent es politólogo, abogado y profesor del departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Máster en filosofía política de la Universidad de York, Reino Unido. Doctor en Ciencia Política (Universidad de Texas en Austin). Sus temas de investigación son las políticas públicas, economía política, el Estado en América Latina y los partidos políticos. Ha publicado en diversas revistas especializadas como Comparative Politics, Journal of Democracy y Journal of Latin American Studies. Ha publicado Demócratas Precarios, Technocracy and Democracy: The Experts Running Government y El Páramo Reformista.
Un presidente encierra de forma improvisada a una ciudad entera porque tiene miedo. Los ministros apoyan el disparate. Sus aliados pierden todo sentido del ridículo y dicen que la solución al desastre que ellos han creado es una nueva constitución. Y un congreso mediocre no se muestra capaz de actuar políticamente para corregir el despropósito. Luego, el propio Ejecutivo retrocede y deroga su absurdo decreto, dejando en claro que no tiene idea de qué hacer con el país. Degradados.
Las causas de esta situación son varias, muchas vienen de tiempo atrás y trascienden al gobierno actual. La prueba es que otro presidente o presidenta tendría muy difícil enfrentar esta situación con este estado insuficiente y teniendo al frente un congreso fragmentado y polarizado. Pero la responsabilidad directa del desborde de los días previos hay que buscarla en el presidente y sus aliados. En todo el mundo hay un impacto económico en los precios; pero no en todo el mundo, ni siquiera en América Latina, ha explotado en un país tanto malestar.
El primer responsable de esta situación es un presidente al que el cargo le quedó grande. No lo digo por su inexperiencia. Le quedó grande porque desde el inicio decidió gobernar mal. Lo suyo fueron despropósitos, no errores o ignorancia. Repartió cargos entre incompetentes, amigos y aliados, destruyendo espacios efectivos de gestión estatal, incluso aquellos necesarios para enfrentar situaciones como las actuales. En vez de leer el contexto y de reconocer la dura oposición que le tocaría, prefirió encerrarse con sus amigos y amigotes. Lo que se ha visto es oportunismo y mediocridad, cuando no actos que apuntan a una corrupción de baja estofa. Eso es vileza, no torpeza.
Pero existe también la responsabilidad de una izquierda obtusa, la de Perú Libre y otros aliados que comparten una mirada política donde se mezclan maximalismo y oportunismo. Perú Libre mostró que el radicalismo y la depredación patrimonialista del Estado hacen buen matrimonio. La grandilocuencia revolucionaria del partido de Vladimir Cerrón va de la mano con el nombramiento de doctores Chantada en todo espacio estatal. Pero también una izquierda que, sea por la ilusión de un sentimiento constituyente que no existe o por la búsqueda de posiciones en el Estado, aceptó un pésimo primer gabinete y una serie de nombramientos penosos. Unos propusieron los sapos, otros se los tragaron. Hoy suena a comedia ver al arquitecto del desmadre, Cerrón, o a Nuevo Perú, pontificar sobre una salida constituyente para superar la crisis: ¡la crisis que ellos, por incitación o complicidad, han profundizado!
Las excepciones existen y es importante recordarlo. Hubo voces que desde la Izquierda alertaron sobre la deriva mediocre. Hay que reconocer su importancia, porque creo que de allí podrá rescatarse otra izquierda. Pero no olvidemos a todos los que con maximalismo u oportunismo fueron parte de la comparsa, y que hoy salen sorprendidos a denunciar autoritarismos. Eso no es rectificar: es saltar del barco. Rectificar sería reconocer el error.
¿Y qué hay sobre la responsabilidad de los duros en el Congreso, los que desde la derecha piden la vacancia todos los fines de semana? Claro que también contribuyen a muchos problemas del país y al daño institucional. Sus agendas y mentiras han profundizado la polarización. Sin embargo, en el desastre de estos días y en todas las metidas de pata y las cuchipandas que debilitaron al Estado, no tienen la carga de responsabilidad. El gobierno no puede usar una oposición tan torpe y desconectada del país como excusa.
Paradójicamente, creo que existe más responsabilidad en los congresistas que aceptaron ser comparsa de la degradación, donde están algunos duros pero también muchos otros. Por ejemplo, en los aliados silenciosos que apoyaron al ministro de Transporte hasta que fue insostenible y que aceptaron que fuera reemplazado por un clon que mantendrá su acceso y agendas locales. Todos en silencio. ¿En qué sector creen que han explotado las protestas?
Esa es la vileza que toca reconocer para enfrentarla, alineando esfuerzos y recursos desde la sociedad, la política y la prensa. Hace unos días, Carlos Garatea, rector de mi universidad, señalaba en la inauguración de nuestro año académico lo siguiente con respecto a la desesperanza por la situación actual y a la necesidad de enfrentarla. “Alguna vez dijo Vallejo: ‘La luz es tísica; la sombra, gorda’. Creo que podemos invertir la fórmula. Engordar la luz, adelgazar la sombra”.
Hoy, engordar la luz pasa por hacer retroceder a un gobierno que ha tomado una medida tan absurda como inconstitucional; que desprecia e insulta a la población utilizando disposiciones propias de la pandemia para encerrarnos en nuestras casas. Esto no puede repetirse. Luego, toca marcarle la cancha al Ejecutivo para que no siga destruyendo al Estado. Por ejemplo, haciéndole saber que sería un suicidio nombrar a un apparatchik de Perú Libre en el MINSA. También hay que presionar al Congreso para que ejerza control político sobre los espacios del Estado abandonados a su suerte con enormes consecuencias sobre nuestro bienestar. Y denunciar las alianzas patrimonialistas que se mantienen debajo de una retórica de confrontación.
Engordar la luz en forma decisiva ya pasará por una agenda mayor de construcción de organización y voces que nos saquen de esta polarización estéril y mediocre. Pero hoy lo urgente es que el presidente y sus aliados sepan que no pueden vulnerar nuestra libertad y bienestar para esconder su miedo. Hay que intentar que el papelón de los últimos días sea recordado como un momento en que la vileza tuvo freno.
Ineptitud, deshonra, pilleria a gran o pequeña escala, desenfada o disimulada ( a ver, demuestrenlo pues imbéciles), fragilidad del Estado al punto de no notar su presencia, instituciones débiles, leyes que se vulneran, informalidad innegable que va mucho más allá de la economía¿ Cómo salir de todo esto?