La dignidad es lo último que deberíamos perder, pero es lo primero de lo que muchos se burlan
El día de las elecciones presidenciales argentinas que terminó ganando Javier Milei, un joven congresista peruano hizo alarde de haber olvidado que políticos muy ecuánimes ocuparon su escaño antes que él, y escribió este mensaje en sus redes: “Hoy sabremos si en Argentina hay o no más cojudignos que en el Perú”.
Ignoro cuándo se acuñó exactamente en mi país el término “cojudigno”, pero intuyo que se esparció con furia cuando en el Perú hubo también una sorpresiva segunda vuelta electoral entre contendores que no le gustaban para nada a la mayoría: la hija de Alberto Fujimori —Keiko— y un exsindicalista poco preparado colocado en esa instancia por un partido de izquierda extremista —Pedro Castillo—. Bajo una atmósfera tensa y ante un final difícil de predecir, los cojudignos —léase: los idiotas que en nombre de derechos y normas pisoteadas decidieron abstenerse de votar por Keiko Fujimori y se arriesgaron a que le entreguemos el país a las hordas comunistas— se convirtieron para la derecha menos analítica en los responsables de nuestras futuras desgracias. Simplificando la noción como para que entre en una calcomanía, un cojudigno sería quien prefiere estar a favor de valores intangibles como la dignidad humana en vez de preferir el crecimiento económico: nuestros derechos o los bolsillos, digamos.
Más que de mal gusto, es de una soberbia penosa criticar las razones por las que vota un compatriota. Imagínese tratándose de un ciudadano extranjero, como lo hizo el congresista peruano y otros connacionales. Si algo nos enseña la literatura, el buen arte y las almas viejas, es que toda vida humana es imposible de analizar bajo una dicotomía: se necesitaría vivir bajo la piel de otra persona la infinidad de penurias, glorias y expectativas nacidas de su íntima experiencia para acercarnos a comprender la razón de sus decisiones. Y eso, claro, es imposible. Quizá solo la humildad de la apertura nos pueda acercar al umbral del misterio.
Sé que unas líneas como estas, escritas además sin maestría, jamás harán mella en los fanáticos bidimensionales, pero quizá algo ayuden si quien las lee ha usado el citado término tan solo por repetirlo, y sin reparar en que solo en un país degradado la mención a la dignidad pueda considerarse un insulto.
¿No es verdad que la madre de nuestras desgracias es nuestra crisis de valores, antes que la crisis económica? ¿Y qué es tener una crisis de valores en estos tiempos de atrincheramiento político? No es solo el resultado de no haberle enseñado a las nuevas generaciones la importancia del respeto a lo colectivo o a la verdad: si analizamos nuestras últimas pugnas políticas, pareciera que hemos preferido resaltar la obtención de resultados por encima del valor de las vidas humanas, y me remitiré a un reciente ejemplo que ilustra cómo hemos perdido la brújula: uno de los equipos de fútbol más populares del Perú apagó las luces de su estadio cuando su eterno rival ganó el partido del campeonato y le impidió celebrar así en su cancha. Es como si alguien hubiera pensado: si no obtuvimos el resultado anhelado, que se joda el otro. ¿El club en mención no se convirtió en un hazmerreir mundial en cuestión de horas? ¿No se han convertido también en fantoches para la historia los candidatos que no han aceptado haber perdido ante sus adversarios? Más allá de sus victorias y derrotas, ¿no es haber actuado con dignidad el activo más perdurable con que se recuerda positivamente a un ser humano? ¿No es Grau el peruano más admirado porque perdió con grandeza?
¿Se le debe decir cojudigno tan campantemente en Perú a quien se resistió a premiar con la presidencia a la señora que más dinamitó la gobernabilidad con sus congresistas?
¿Se le debe decir cojudigno tan alegremente a un argentino que guarda el recuerdo de un amigo desaparecido, y que se resiste a votar por el partido que niega esa desaparición?
Dudar sobre la respuesta ya es vergonzoso.
Contradiciendo al lema informal de Bill Clinton: no es la economía, estúpido.
La civilización es sostenible cuando la dignidad es el centro de la economía, de la ciencia, de la gestión pública. No cuando es motivo de burla.
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Totalmente de acuerdo Gustavo. Hace mucho tiempo que la clase política y sus satelites NO representa el sentir de los peruanos. Cuando se pierde la dignidad solo queda el vilipendio, la bravuconeria, el discurso de cloaca para desprestigiar y acallar a los que no piensan como ellos. Nosotros tenemos dignidad y eso nos basta y sobra. Aprovecho para felicitarte por el exito de «Cien cuyes»…Un abrazo amigo…
Gracias, Carlos. Cuándo aprenderemos que en el momento en que se insulta al otro en vez de debatir, se le pierde quizá para siempre, y así se pierde un país a la larga.
Un abrazo.
Interesante enfoque que comparto plenamente sin olvidar que frente al cojudigno tenemos al cojuindigno.
Es como que quien fue primero » la gallina o el huevo » que es primero » crisis de valores o crisis económica » , pienso que los dos van juntos , es » como , cuerpo sano en mente sana » , son las caras de la misma moneda .
Término que, además, Luz, espero que no se haga popular, porque de invectivas ya estamos hartos.
Un abrazo.
Gracias, Gustavo.
Gracias a ti, Ricardo querido, por siempre estar. Y sin insultar.
Es un excelente artículo en defensa de la dignidad. Todas las personas tendríamos que coincidir con el autor en que es una lamentable expresión de la degradación a la que ha llegado nuestra sociedad el que sea motivo de insulto el actuar dignamente o el defender la dignidad. Siempre deberíamos actuar teniendo en mente el primer artículo de la Constitución Política del Perú: «La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado».
Jorge, excelente complemento tu recordatorio de la Constitución.
Muchas gracias.
100 % contigo Gustavo. Mil gracias por publicar esta reflexión. Ahora, pasemos a la acción!
A la acción, Juanito, que ya hace falta.
Un abrazo.
Pondré lo mismo que en mi tuit. La dignidad no está en un voto político porque tiene sesgo ideológico. El voto para elegir un Presidente no hace más o menos dignos a unos q otros.
Los de izquierda caviar acuñaron la etiqueta: a»Que por DIGNIDAD no votarían nunca apor Keiko». Cómo si esa acción POLITICA los elevará a la divinidad o excomulgación de sus acciones pasadas. Los antifujimori han hecho del odio político su gran negocio en los últimos 22 años al punto de querer atribuir y resumir la dignidad de una persona a un voto POLÍTICO. Es por ello que quienes acuñaron la dignidad atravesó del voto y luego les estallo en su cara la dignidad con un adefesio de Presidente como Castillo se les acuñó como vuelto a su grosera bidimensionalidad (digno o no digno) el término de cojudigno. Si das espera recibir con la misma intensidad.
En verdad, hacer alarde de superioridad moral es sembrar las condiciones para que los aludidos quieran desquitarse.
Eso es clave entenderlo también.
Pero bastaría tener un espíritu democrático, pero de verdad democrático, para respetar por quién vote cualquiera.
Excelente Artículo
Gracias, Elvis.
Un abrazo.
Excelente reflexión, seguro que a los fujicerronistas del congreso les da igual al, pero a la mayoría de los peruanos nos da una ayuda memoria
Gracias, Sergio, por tu lectura y comentario.
Un abrazo.
Excelente artículo Gustavo
Muchas gracias, Miguel.
Gracias siempre por tu atenta lectura.