El ministro y su simplista idea de la peruanidad
Esta semana se difundió un audio de la presentación de Ciro Gálvez ante el personal del aún llamado Ministerio de Cultura. El notario Gálvez se refiere, como ya es habitual, a la relegación histórica de las poblaciones andinas y amazónicas, y promete una mayor atención a sus derechos culturales. A mí eso me parece estupendo. Pero hay otros pasajes de su breve alocución que chirrían.
El nuevo ministro menciona dos o tres veces “las diversidades” que deberíamos reconocer, lo que en sí mismo me suena a oxímoron: la diversidad es ya el conjunto de cosas diversas. Entonces no existen —no pueden existir— varias diversidades porque una sola es la que reúne lo variado. Comprendo las buenas intenciones del discurso, pero la mayoría de veces estas no bastan para solucionar los problemas; es más, haciéndolos farragosos pueden agudizarlos.
Aquí empieza lo bueno (realmente lo malo): refiriéndose al país, el ministro dice que “en un mismo territorio existen dos clases de peruanos: los hispano-peruanos, y los peruanos originarios, que hasta hoy han estado separados por un abismo de diferencias sin solución de continuidad, como lo dijera el maestro José Carlos Mariátegui en sus 7 ensayos”.
Lo menos importante, digamos que lo anecdótico, sería el uso que le da a la locución adverbial ‘sin solución de continuidad’, o que le atribuya una afirmación así a Mariátegui: pasa por la típica frase alambicada del político patrio. Hasta acá nada pasaría de una revisión puntillosa pero irrelevante del mensaje de Gálvez. Lo preocupante es que diga —y supongamos que piense— que existen dos clases de peruanos, y que estos sean los descendientes de españoles y los que podríamos llamar ‘peruanos puros’. No sé si me molesta más el clasismo, el binarismo o la tontería que encierra la frase.
El Perú existe desde hace solo y exactamente 200 años. Hace 500 era otra cosa, y hace mil no era una sino muchas más. Y como la generación espontánea aún no está probada en humanos, lo más seguro es que incluso los habitantes más antiguos de estos pagos hayan sido migrantes, o hijos de estos. Nadie se pregunta si los chavines eran peruanos más puros que los incas.
El nuestro, como la mayoría de los países, es un invento geopolítico reciente. La idea del peruano puro es tan absurda como aquella de que alguien, por su color de piel o sus rasgos, sea más de un lugar que el otro. Es un racismo muy burdo, una idea que les gustaba a los nazis. Lo que tenemos es un país fracturado, con una parte importantísima de la población históricamente explotada y menospreciada por una mucho más pequeña pero que domina por la fuerza y el dinero; y que el primer grupo es sobre todo indígena y el segundo de origen criollo o blanco: así es. Pero de ahí a suponer que unos son más peruanos que otros hay un océano de sinrazón.
Me encantaría preguntarle al señor Gálvez algunas obviedades, como dónde dejaría su postulado a los descendientes de africanos Y qué haría con los nietos de chinos y de japoneses, con los árabes y los judíos. Y dónde pondría a los que tienen ancestros italianos, alemanes, croatas o gringos. O en qué categoría colocaría a los hijos de los inmigrantes venezolanos. Y, como ya iría con viada, querría saber, de paso, qué sucedería con los nacidos en otro país, pero decidieron ser peruanos por amor, por opción personal. ¿Todos ellos son menos peruanos, don? ¿Su participación en la cultura nacional no nos importa?
El binarismo de Ciro Gálvez excluye, de paso, a las miles de variables que se presentan como resultado de la rica mezcla entre todos, incluidos los hispanos —catalanes, andaluces, castellanos, vascos— y lo que quiso decir con “peruanos originarios” —no queda claro si moches, ese ejas, aimaras o quechuas, entre muchos otros—. Qué desconcierto sentirá el señor ministro en unas semanas cuando reciba su sueldo: en los billetes encontrará apellidos como Rostorowski, Paulet, Tsuchiya… y quizá piense que le están pagando en moneda extranjera. O acaso se quede mirando confundido la cara de José María Arguedas, un hombre sabio donde los hubo, quien amaba y sufría este país de todas las sangres.
Ciro Gálvez (Tayacaja, Huancavelica, 1949) es abogado y notario. Se autodenomina indígena, pero no lo es. Ha postulado tres veces a la presidencia de la República, dos al gobierno regional de Huancavelica, una a la alcaldía de Huancayo, todas sin éxito. En las elecciones pasadas llamó la atención durante el debate de candidatos por hablar principalmente en quechua para insultar a sus contendores y enviar mensajes demagógicos.
Hasta hace unas semanas iba por la vida vestido como cualquiera, y muy seguido en terno, por su trabajo. El sombrero, el quipe, las ojotas y la huaraca los dejaba para encarnar un personaje en su faceta de artista: es también poeta y cantautor. Tras obtener el 0,62% de los votos en abril último, fue designado vocero oficial ante los pueblos originarios por Pedro Castillo. Desde entonces, emulando al jefe, parece decidido a lucir en cada acto público sus prendas típicas.
Y eso no está mal, pero no puedo dejar de pensar en que se trata de una pretensión de lucir como un “peruano originario”.
Ay, mi Dios ! Alguien podrá salvarnos de tanto improvisado ?
Excelente tu cuestionario Dante !!
Una pena que salimos de un extremo para enfrentar a otro en nuestra ya alicaída política… la buena noticia es que en última entrevista Carmen McEvoy nos dio esperanza para “salir bien de esta.”
Este individuo está chiflado. Tenemos un gabinete de corruptos, ineptos, investigados y para colmo chiflados. Por favor que él Se Castillo se quite ya su sombrero !
Compartiré este artículo, aun cuando diga, usted, que en el país «la fuerza» sea históricamente uno de los factores de dominio de un grupo: En la actualidad, Castillo no fuera presidente si fuera así.
En verdad es un absurdo que Ciro Gálvez esté al frente de tal ministerio. Absurdo total.
Saludos