Una lupa al Reporte de Inflación del Banco Central de Reserva
El viernes 22 de diciembre, como para terminar el año sin incertidumbre, el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) presentó su Reporte de Inflación. Este informe, que se publica de manera trimestral, contiene las cifras actualizadas del desempeño de la economía peruana en los diversos frentes: consumo, inversión, recaudación, balanza comercial, desempeño sectorial y, por supuesto, el resultado de inflación a noviembre. Su lectura nos trae una gran buena noticia: la inflación está cediendo. No obstante, junto con esta primera gran noticia, las cifras muestran muchas malas noticias: la economía se contrajo y ello viene unido al aumento del déficit fiscal. Hacía tiempo no escuchábamos esta combinación en un año, excluyendo, por supuesto, los años de pandemia.
Sobre el reporte mismo y su análisis escucharán y leerán a muchos de mis colegas. En este jugo de fin de año quisiera concentrarme en los recuadros. Estos contienen información que suele pasar desapercibida y me interesa destacarlos por dos motivos. El primero es que muestra el tipo de trabajo que hacen los economistas del BCRP: muy técnico y con los métodos de frontera (ya pueden estar sospechando que su lectura será densa para un no iniciado). El segundo, es que solemos pasar por alto que la macroeconomía tiene un componente muy importante del día a día y de decisiones de todos, cuyo análisis también es parte del trabajo del BCRP.
El recuadro 1 se titula “Choques que afectaron la economía peruana en 2023”. En economía, un choque es un evento poco anticipado que distorsiona el desempeño de una economía. Este recuadro explica el impacto de los diversos choques que sufrió la economía peruana en el 2023. Para dar contexto, recuerdo que el BCRP compartió parte de los resultados de la encuesta de expectativas del último trimestre, a la que agregó una pregunta sobre los factores limitantes al crecimiento de las empresas. La inestabilidad política y los conflictos sociales ocuparon los dos primeros lugares en opinión de los encuestados, seguidos de factores asociados a las tareas que mínimamente debe proveer un estado (cobrar impuestos, trámites, seguridad ciudadana y de cumplimiento de contratos). En séptimo lugar, se encontró a los factores climatológicos adversos, y recién en octavo lugar a limitaciones en el acceso al crédito y su costo. Estos son los factores que los entrevistados consideraban que limitan el desempeño de las empresas.
En el recuadro 1 que comento ahora, se presentan los resultados tras implementar modelos económicos sofisticados para medir el impacto de varios choques. El BCRP identificó siete posibles choques adversos: sequía, gripe aviar, conflictos sociales, anomalías por el fenómeno El Niño, baja confianza empresarial, menores exportaciones no tradicionales y, finalmente, menor nivel de inversión subnacional. Este último podría sorprender porque no se trata de un choque, sino del efecto del cambio de autoridades de gobiernos locales que ocurre tras cada elección. Estas, al inaugurar su gestión, no solo ordenan auditorías a la gestión anterior, acciones que suelen paralizar obras en curso; también prefieren hacer cambios en las prioridades de inversión o, simplemente, no saben cómo ejecutar gasto.
Ahora sí, veamos qué dice el modelo sobre la magnitud de estos siete choques sobre la actividad económica. El recuadro reporta un impacto combinado de estos choques que asciende a 2,7 % del PBI. El de mayor impacto negativo corresponde al choque asociado al fenómeno El Niño, que sería de 1,1 % del PBI, seguido de los conflictos sociales calculado en 0,8 %, quedando en tercer lugar la pérdida de confianza empresarial, cuyo efecto negativo ha sido estimado en un 0,3 % del PBI.
Durante el 2023 la economía sufrió, pero esta frase, aparentemente neutra, enmascara un año de incertidumbres, retrocesos y dificultades para las personas. Pongamos buena disposición y energía para que el 2024 sea un mejor año.
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