¿Es posible sentir esperanza por el futuro del Perú?
En una entrevista de 1982, el periodista César Hildebrandt le preguntó a nuestra cantautora Chabuca Granda qué era, para ella, ser peruana. La compositora de La Flor de la Canela respondió: “Bueno, ahora es un sufrimiento… te lo digo en serio. Y si sigo hablando —no me dejes hablar mucho—, te diré que ser peruana es tener una angina, como la que tengo, es tener algo malo y crónico, un dolor de siempre… ¿Qué es ser peruano? De repente es no creer”. Casi cuarenta años después, la periodista Gabriela Machuca le hizo la misma pregunta a nuestra cantautora Susana Baca, quien respondió: “Ser peruana para mí significa formar parte de un mundo único. Mi país tiene los paladares más gustosos debido a la mejor gastronomía. También una de las riquezas más grandes en cuanto a patrimonio monumental. Tiene muchas lenguas, linajes, climas. Todo esto lo hace diverso y sostenible. Mi país se conforma en el encuentro del África con la Europa española y la indígena ancestral y el aporte de las migraciones orientales. Pero, a veces, mi país, para no ser tan maravilloso, ensaya para ser excluyente, injusto y poco solidario. Y, nuevamente, para dar la vuelta, ser peruano significa no rendirse, no dejarse llevar por el desánimo. A mi edad, que lo he vivido casi todo, creo que ser peruano es formar parte de un lugar donde no todo está hecho, donde existe la ilusión de que todo está por hacer”.
La respuesta de Chabuca sabe amarga, y se siente el dolor del pesimismo, de la desilusión. Digamos que tiene poco de veredita alegre y mucho de larga noche. La de Susana, por el contrario, parte de la realidad y te invita a soñar, está llena de esperanza. Creo que en la actual coyuntura nacional uno se siente más Chabuca que Susana. Por ello, para hacerle frente a esta lóbrega actitud, le pedí a siete personas de diversas ciudades del país que identifiquen algo que les haga sentir esperanza por el futuro del Perú. Aquí las respuestas que recibí:
Pilar Rojas, ayacuchana, 35 años, investigadora social: “Hace un año y medio regresé a mi ciudad de origen, Huamanga, capital de la región Ayacucho. No pasó ni una semana para ser testigo directo de la solidaridad que existe en las ciudades más pequeñas, la solidaridad que viene de la tradición de las comunidades campesinas e indígenas que permanecen a través del tiempo y de la modernidad (el ayni y la mita, por ejemplo, se mantienen entre familias, vecinos, escuelas, y demás). Este lazo invisible que te permite conocer y confiar en el otro/a y, por tanto, establecer un diálogo, aun entre diferentes (porque también hay que reconocer que en esta parte del Perú, la homofobia y transfobia están muy arraigadas) es lo que me permite creer y seguir apostando por mi país”.
Pavel Martiarena, madrediosense, 33 años, fotógrafo y comunicador: “Siento esperanza cuando salgo de las ciudades y redescubro que en muchas zonas rurales de los Andes y la selva, a pesar de todas sus limitaciones, le tienen un gran respeto a la tierra, ese pedazo de suelo que heredaron de sus antepasados y que llamamos Perú”.
Bruno Montenegro, arequipeño, 30 años, comunicador, y activista en Fraternidad Trans Masculina Perú: “Estoy dedicando mi vida a la lucha por los derechos humanos de la diversidad sexual y de género, y es un poco difícil sentir esperanza en un país que te hace sufrir y sentirte abandonado, donde cada medida impacta de la manera más grave en todas las poblaciones vulnerables. Puedo decir que lo único que me hace sentir esperanza por el futuro es mi gente, mis amigues trans; muchos nos estamos organizando y haciendo visibles e involucrándonos en luchas sociales con la esperanza de dejar de mirar a otros países y encontrar en el Perú un lugar donde vivir dignamente y sentirnos libres, válidos, escuchados y ser felices”.
Manuel Antonio Monteagudo, limeño francoperuano, 30 años, cineasta: “Algo que a diario me llena de esperanza con el Perú, es el talento y la fuerza creativa de sus artistas, en todas las regiones del país. El arte es una respuesta poderosa a la desesperanza y el nihilismo, y estoy seguro de que esa voluntad de crear, ese impulso de vida que veo en nuestra comunidad, pueden desembocar en nuevos relatos que nos unan y nos hagan vislumbrar sueños en común. Un país sin voluntad de soñar y de narrar, es un país sin futuro. Siguiendo ese principio, creo que el Perú es un país que está entreviendo un futuro muy rico, que ve más allá de la mediocridad del presente”.
Britney Villacorta, ucayalina, 20 años, estudiante de Psicología y de Criminología y Criminalística, activista feminista y LGBTI: “A mí, lo que me da esperanza es la juventud, el trabajo de los jóvenes a través del activismo. Muchos chicos están empezando el activismo a los 15 años sobre políticas de juventudes, derechos de las mujeres, derechos LGBTI, protección de pueblos indígenas, cuidado del medio ambiente. Una característica en esos jóvenes es la unidad, a través de los colectivos o movimientos, y en la organización de eventos por fechas importantes, como el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer) o el 28 de junio (Día del Orgullo). La tecnología está ayudando mucho en esas tareas de incidencia. El Perú está yendo a un ritmo un poco lento, pero el cambio va a ser necesario. El activismo representa esa esperanza”.
Alain Espinoza, arequipeño, 27 años, escritor y docente universitario: “Me da esperanza la oportunidad de cambio que puede generar esta crisis. Cometemos errores gravísimos que nos cuestan lo indecible, pero aprendemos y nos apartamos plenamente de tiranos opresores. Fujimori. Castillo. Qué más da. Ya hemos sufrido lo suficiente. Conocemos la verdad, el camino. Entonces nos percatamos de que hay tantas formas de ver el mundo, como seres que lo habitan. Es ahí que, como quien descubre el fuego, nos comunicamos. Del diálogo nace un progreso mayor, sin violencia, sin armas. Ya no somos indiferentes. Todos tenemos la memoria suficiente como para saber elegir quién nos representa. Comprendemos que nuestro voto vale exactamente igual que el de la otra persona. Poseemos la sensibilidad suficiente como para entender que sus necesidades pueden ser rotundamente distintas a las nuestras, y que ante la necesidad se lucha, se grita, se marcha. Pero jamás implantando el terror. No tendría sentido, si del terror es de lo que huimos todos. Entendemos eso. Entendemos la vida. Gobierna la paz, y ya no miramos a la derecha ni a la izquierda, sino hacia adelante”.
Lisseth Meléndez, apurimeña, 31 años, estudiante de Ciencia Política: “Estaba haciendo cola para ingresar al banco y me puse a conversar con tres niños en la fila. Les expliqué que por su edad podían exigir atención preferencial, que era su derecho. Luego salí a atender una llamada y al regresar encontré a los niños buscándome en la cola, porque sus mamás no les habían creído. Yo confirmé la información y, luego de reclamar al banco, pudieron usar la fila preferencial. Los niños empezaron a repetir “mamá te dije, te dije, mis derechos”, mientras levantaban el pecho con orgullo y seguridad. Todo sucedió frente a muchos adultos, que comentaron que de niños no hubiesen reclamado así, “crecimos con miedo”. Y millones de las y los que hoy son adultos crecieron en un Perú con miedo, mientras mi generación lo hizo en un país de apogeo que quizá nos edulcoró; pero la de los niños que repitieron una y otra vez que tenían derechos, pueden crecer en un presente en el que la palabra ley no es un adorno y tienen los medios para hacerse escuchar. Así que, aunque suene a cliché, los niños y las niñas de esta generación me hacen sentir esperanza por el futuro del Perú. Ahí hay un terreno fértil en el que se puede sembrar igualdad, justicia y libertad”.
Espero que estas miradas recogidas desde distintos puntos del país, nos contagien. Para finalizar en el mismo espíritu, los dejo con Canción de fe, de Manuel Acosta Ojeda, la cual es interpretada por Susana Baca en uno de sus últimos discos:
“Yo creo que algún día, / la espina se hará rosa, / y se hará luz la duda / y el hambre se hará pan. / Yo creo que algún día, / se morirá la muerte, / y será la moneda / de amor y de verdad. // Ese día el hombre / será de color alma, / el odio, arrepentido, / querrá volverse amor. / Los niños tendrán risa, / los hombres tendrán paz, / Dios se volverá hombre / y así se quedará”.
Que así sea.
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