Campus en el norte y campus en el sur


¿Qué puede aprender Estados Unidos de la autonomía universitaria en América Latina?


En los Estados Unidos, cuando se habla de ‘autonomía universitaria’ generalmente se piensa en el espectro legal y económico dentro de las instituciones de educación superior, y cómo esto les da la capacidad de promover debates necesarios, y a veces tensos, sobre diferentes disciplinas del conocimiento y nuestra sociedad. De ahí la existencia de la libertad académica. Sin embargo, en otras regiones del mundo como América Latina, este mismo concepto va más allá: es entendido como un componente fundamental de los derechos civiles y democráticos.

En el siglo XX, la ‘autonomía universitaria’ en América Latina apareció tras una serie de movimientos sociales liderados por estudiantes contra gobiernos autoritarios que intentaban cerrar los campus universitarios, reprimir a los estudiantes, e incluso a veces asesinarlos o desaparecerlos. Así, la defensa de la autonomía universitaria también se traduce en un impulso más amplio para garantizar la democracia. Dada esta definición más compleja, la autonomía universitaria se menciona explícitamente en varias de las constituciones de todo el hemisferio. Históricamente en la región, el ataque a los campus universitarios ha sido también visto como un termómetro de la estabilidad democrática de cada país.

Las protestas estudiantiles en Estados Unidos no son cosa nueva: hubo masivos movimientos contra la Guerra de Vietnam y contra el apartheid de Sudáfrica, que en su momento recibieron bastante represión de parte de las fuerzas del orden. En la actualidad vemos en docenas de campus estadounidenses la toma de edificios, la presencia de campamentos de estudiantes y protestas en las que se expresa solidaridad con la causa palestina; esto luego de los ataques de Hamas a Israel de octubre 2023, y la contraofensiva que ha cobrado cientos de vidas. Entre los pedidos de los manifestantes están el cese al fuego en el Medio Oriente y la desinversión económica e intelectual en causas militares israelíes. Algunas de estas manifestaciones se han desarrollado con calma, pero otras han sido enfrentadas con mucha fuerza policial. También hay contraprotestas en apoyo al gobierno israelí, aunque en menor dimensión, debido a que existe un mayor apoyo institucional y del gobierno estadounidense, aliado histórico de Israel. En este contexto, cuando la opinión pública en EE.UU. está dividida frente a cómo entender las protestas estudiantiles y, sobre todo, acerca de cómo las autoridades deberían lidiar con estas, podría ser útil considerar algunas lecciones desde el sur global. 

En Argentina, miles de estudiantes han inundado las calles y sus campus universitarios para rechazar las nuevas políticas gubernamentales que buscan restringir el acceso a la educación pública. A pesar del gran número de manifestantes, la intervención policial o militar está prácticamente fuera de la mesa, ya que traería recuerdos oscuros de las épocas de dictaduras respaldadas por Estados Unidos. En contraste, en Perú —que según el indicador democrático de The Economist es considerado un régimen híbrido— el gobierno asaltó el campus de la Universidad de San Marcos en enero de 2023 y arrestó a 200 estudiantes durante un período de 24 horas, lo cual recibió condena internacional incluso de la OEA.

En estos momentos un tanto inciertos en la sociedad estadounidense, considerar la larga tradición de autonomía universitaria en América Latina podría ayudar a entender mejor la necesidad del respeto a la libertad de expresión y la dignidad de los manifestantes, inclusive cuando surgen posiciones diversas. Al mismo tiempo, no estaría de más asegurarnos de condenar la presencia del antisemitismo, la islamofobia, laxenofobia, el racismo y otras formas de odio que puedan aparecer en el proceso. 


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