Callecita curva


La capital de la cocina se está quedando sin sabor


Cerca de mi casa, acariciada por la brisa del mar, existe una callecita curva que no mide ni un tiro de piedra. Sus casas peculiares, los ficus, las moreras y la perspectiva de su trazado hacen que caminarla sea un placer y no es raro encontrar jóvenes tomándose fotos en sus recodos para colgarlas en sus redes sociales. Lamentablemente, ayer desperté con la noticia de una horrenda amputación en su vereda más amable: su casa más emblemática, la que le otorgaba casi todo su carácter, acababa de ser demolida.

No me ha dolido solo la abolición de la belleza.

Hace años, cuando me mudé a este barrio, la casa recientemente derrumbada mostraba unas cuantas banderitas de otros países que señalaban su utilización como hotel escondido. El tejado, sin embargo, coronado con iconografía prehispánica, sugería una historia secreta.

Para el siguiente paseo que tomé con mis hijas, ya tenía la clave. 

–En esta casa vivió Julio C. Tello.

Ellas no sabían mucho de él, pero intuyo que haber empezado describiéndolo como uno de los hombres más sabios que ha nacido en el Perú llamó su atención. Tello fue hijo de una pareja de agricultores quechuahablantes de la sierra de Lima y en 1900 estudió Medicina en San Marcos, donde se graduó de cirujano. El azar quiso que en la universidad fuera compañero del hijo homónimo de Ricardo Palma. El viejo tradicionalista le cogió afecto y le consiguió un puesto en la Biblioteca Nacional, de la que era director. Aquello cambió la historia, literalmente. Tello se interesó por la arqueología y la antropología, y se lanzó a una meteórica carrera que incluyó su colaboración con grandes arqueólogos de su tiempo ­– Aleš Hrdlička fue su maestro en Harvard–. Suyas son la identificación de la Cultura Chavín y su difusión, el descubrimiento de la necrópolis de Paracas, de Kotosh y muchos sitios más, y la creación del actual Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, acontecimientos que hicieron cambiar la idea que los peruanos teníamos de nuestro país. El acumulado de textos e imágenes que ahora nos conmueven sobre nuestra sabiduría prehispánica, empezando por la estela de Chavín y los textiles Paracas, no habría sido posible sin Tello, y no es exagerado proponer que si no existe peruano que dude de que nuestra tierra ha sido la cuna de civilizaciones mayores, ello se deba al sabio de Huarochirí.

La casa de la calle O´Donovan, hoy un ancho terral cubierto de escombros, había sido comprada por Tello en 1930, cuando el sabio rozaba la cincuentena y Miraflores se asomaba con timidez al acantilado. Él mismo había colaborado con sus detalles arquitectónicos y decorativos y la bautizó con cariño como Inca Wasi. 

Ayer, ni bien me enteré de la demolición, publiqué mi desazón en las redes junto con una foto del terreno descampado. No faltaron quienes sugerían que exageraba. Me gustaría que se imaginaran un animal de escamas doradas, apreciado con asombro por las gentes, al que poco a poco se le van arrancando dichas hojuelas. Eso es lo que está ocurriendo con Lima a causa de la insensatez y el lucro sin balance. Un comunicado del Ministerio de Cultura señaló ayer que la casa de Tello sí fue patrimonio cultural de la Nación, pero en 1997 un grupo de expertos aconsejó eliminarla de la lista porque no cumplía con los requisitos arquitectónicos. 
Veinticuatro años después, será un edificio ordinario más.

La sangre me hierve. No me cuesta imaginar a quienes aconsejaron no proteger la casa, tomándose una foto turística en Londres junto a la casa de Dickens o a la de Garcilaso en Córdoba. Borradores de nuestra singularidad que olvidaron que la personalidad de las ciudades se encuentra en su pasado: ¿quién va a Roma para conocer cristales o a Madrid para ver muros de porcelanato? ¿Qué ocurrió aquí con el Programa de Conservación de Casonas que Miraflores lanzó en su momento, con el que se compensaba a los propietarios por el lucro a perder con los edificios no levantados? ¿Cuándo se ejecutará un plan urbano integral que contemple invertir en las casas de nuestros padres y abuelos?

La callecita curva de mi barrio ha perdido su sal mientras tantas otras siguen ese destino.

Y así, dentro de no mucho, la supuesta capital gastronómica de América se habrá convertido en un plato insípido. Ordinario, como uno de comida rápida.

10 comentarios

  1. Paul Naiza

    Gustavo, sin tener conocimiento de quien era el dueño y saber lo místico de ese lugar, la modernidad devora con un apetito feroz, el concreto es el nuevo plato bandera …

    • Gustavo Rodríguez

      Qué decirte, Paul. La «modernidad» mal entendida..

  2. Patricia Seminario Stulpa

    Es una lástima la destrucción acelerada de nuestras ciudades. Construirán algún edificio anodino como la mayoría que hay en Lima: abundante vidrio templado, aluminio y paredes grises. Modernidad le llaman..

  3. Benjamín Falla

    Hola Gustavo, apreciado artículo que pinta de cuerpo entero nuestra realidad anti-patrimonio, para dejar «avanzar» la modernidad… En Provincias el tema es igual o peor, pero indigna más la convivencia con la historia y no saber a quien perteneció ese espacio. Muchos barrios del País están perdiendo su sal…

  4. Sara

    Es bastante frustrante comprobar, una vez más, la desidia y escasa visión de los funcionarios y organismos municipales. Tanto arrasar con lo antiguo para dar paso a una cuestionable modernidad ha provocado una ciudad sin carácter ni definición. Mientras en otras ciudades se cuidan con esmero los edificios antiguos, aquí se esmeran con ahínco en destruirlos.

  5. Monica Vértiz

    Y pasa en tantos lugares de Lima, recorrer hoy la costa verde de Magdalena a Chorrillos y tratar de apreciar la belleza del mar es casi imposible, no lo permiten horrorosos puentes peatonales que van paralelo al mar, postes de luz de corta altura sin necesidad ni sentido alguno, restaurantes, boulevares, ¡horroroso! , Lima en las peores manos, que lástima.

  6. María Acosta

    Si, es muy triste ver cómo desaparece nuestra historia.
    Es difícil amar lo q no conocemos. Y en esto tienen responsabilidad autoridades, especialmente del ministerio de cultura y educación. No hay una política de divulgación y protección de nuestro patrimonio cultural e histórico.
    Hay una casona en la esquina de Bellavista con Rutte, y no hay indicios de protección de ninguna autoridad…

  7. Cecilia A. Lanzara

    Vi la noticia hace unos días y también me dio rabia. Sin referirnos a Roma u otra ciudad europea, en Cartagena, Panamá, Quito han hecho esfuerzos por conservar casas emblemáticas a través de concursos de fachadas, reducción del impuesto predial y preservando el criterio de patrimonio nacional….Todo mal.

  8. María Acosta

    La casona q mencione en mi comentario de ayer, está en Bellavista con Revett( no Rutte) .
    Figura como buen monumental en la municipalidad pero luce abandonada.

  9. Lucho Amaya

    UNA PENA, irreparable pérdida.
    Y dudando siempre sobre la pertinencia de algunos de mis comentarios agrego lo siguiente: Leí Conversación en la Catedral recién no hace diez años, y, es verdad, debo reconocerlo, y con vergüenza (por mi ignorancia de ese esencial dato, y por todo lo demás), que un motivo que me llevó a leerla fue enterarme que lo que se denominaba «la Catedral» no se refería, como yo creía, a la Catedral de Lima, sino que era el nombre de un bar ubicado en la primera cuadra de la avenida Alfonso Ugarte, en el centro de Lima… Lo que me llevó a recordar que a fines de 1979, bien joven yo, un lugar donde di mis primeros brindis (cerveceros) fue en un local, bar, amplio, ya vetusto pero concurrido todavía en esa época, ubicado justamente en la primera cuadra de la avenida Alfonso Ugarte y frente a lo que todavía era en esos tienpos, fines de los 70, La Perrera de Lima (tal como don Mario da cuenta en su novela)… El lugar era La catedral de la obra de Mario Vargas Llosa y ni idea yo cuando lo pisaba… Ahora solo queda la fachada semiderruida del local y adentro desmontes abandonados en un lado y carrocería de chatarra al otro.
    Un lugar turístico, en este caso, perdido.
    Saludos

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