¡Bienvenido, dragón!

Empieza un Nuevo Año Chino y también un nuevo ciclo

Ayer, 10 de febrero, se dio inicio en muchos países de Asia el nuevo año lunar. De esta manera comienza el festival de primavera donde millones de personas celebran un nuevo ciclo de vida. Aquí y en muchos lugares se le conoce como el Año Nuevo Chino, a pesar de que son muchas las comunidades que organizan sus calendarios de esta manera sin ser parte de China. 

Las celebraciones se fijan con base en la Luna ya que el último día de los quince de celebración debe coincidir con la segunda luna llena después del solsticio de invierno y es por ello que la fecha varía de año en año. Así, la manera de fechar esta celebración está emparentada con la que luego será la Semana Santa en el calendario cristiano, que debe empezar en el domingo siguiente a la primera luna llena del equinoccio de marzo, lo que es primavera en el hemisferio norte y otoño en el hemisferio sur. Cuarenta días antes del domingo de resurrección se fija el miércoles de ceniza, y el martes anterior se fija el fin del carnaval.

Todas estas celebraciones nos unen a los antiguos ciclos de la tierra que nuestros antepasados utilizaron para desarrollar la agricultura y no debe sorprendernos que, aun hoy, cuando la mayoría de nosotros ya no tiene una conexión personal con el campo y muy pocos cultivamos lo que comemos, sigamos tan unidos a los ciclos de la Tierra y la Luna.

Pero volvamos al Año Nuevo Chino. Este que comienza es el del Dragón de Madera y, según las predicciones de Ludovica Squirru, va a ser uno de muerte y resurrección: un antes y un después. La experta argentina explica que este año toca un cambio de era ya que han pasado diez ciclos de los doce animales chinos, 120 años para enfrentar un nuevo inicio.

La astrología china se organiza con base en una leyenda en la que doce animales hacen una carrera para llegar a la casa del sabio que vive del otro lado del río. El primer animal en llegar fue la astuta rata, que se subió encima del buey y saltó primero a tierra. El segundo fue el fuerte y trabajador buey, seguido del aventurero y aguerrido tigre. Después llegó el simpático conejo, que fue seguido por el dragón, el único animal mítico del horóscopo y que se asocia con la fuerza, la salud y la suerte. El sexto animal fue la serpiente, que se caracteriza por su sabiduría y que provee protección, y ella fue seguida por el caballo, el signo de la nobleza y la victoria. Después llegó la cabra, que es considerada honrada y sincera. El noveno signo es el del mono, que se ve como el más inteligente y versátil. Luego llegó el gallo, conocido por su garbo y personalidad heroica. El penúltimo signo es el del perro, fiel, tierno y alegre, mientras que el último es el del cerdo, reconocido por su virilidad y alegría, y que llegó al final porque es al que más le gusta disfrutar.

Lo interesante de que los ciclos sean de doce años es que coinciden con cómo se desarrolla la vida de las personas, que mayormente solemos llegar a tener seis ciclos o, si tenemos suerte, siete. Los primeros doce años de nuestra vida son la infancia, y cuando cumplimos con este primer ciclo comenzamos la etapa de la adolescencia, en que empezamos a saber un poco mejor quiénes somos. A los 24 se inicia el tercer ciclo de vida y es cuando somos adultos y nos vamos buscando un lugar en la vida. A los 36 ya estamos más afianzados, y así como el tercero, el cuarto ciclo de nuestra vida suele ser muy intenso. Después de los 48 ya estamos en la etapa de consolidar las cosas y, por ello, a los 60 nos convertimos en ‘venerables’ y comenzamos un sexto ciclo de vida que ya debe ser más tranquilo, al igual que el séptimo ciclo, que comienza a los 72. Quienes tienen la fortuna de comenzar una octava vuelta de la rueda a los 84 ya han llegado al momento más calmo de la vida, y ya son muy pocos quienes a los 96 son regalados con una novena vuelta. Hay cierta sabiduría al pensar la vida compuesta por esos ciclos de doce años.

De la misma manera, no todos los ciclos son iguales ya que los elementos van cambiando. Así, los nacidos en los años que comienzan en 0 o 1 son de metal y se caracterizan por ser alegres e independientes. Los que nacen en años que terminan en 2 o 3 son de agua, y suelen ser personas creativas, transparentes y amantes de la verdad. Los nacidos en años que terminan en 4 o 5 son de madera y son fuertes, emprendedores y audaces. Los de los años 6 o 7 son de fuego: tienden a ser originales, positivos, pasionales y amorosos. Mientras que los del 8 o 9 son de tierra: confiables, comprensivos y solucionadores de problemas.

Podemos creer o no en los temas esotéricos, pero es innegable que nos entretienen y nos hacen pensar en cómo somos y en cómo nos relacionamos los unos con los otros. En China, la creencia en los signos es tan grande que se espera un pequeño boom de natalidad este año porque el dragón es considerado uno de los animales con más fortuna.

Por muchos años, mi madre y mi tía se reunían con sus amigas los años nuevos chinos para conocer las predicciones para cada uno de los animales. Siempre las leía una mítica amiga suya a quien conocíamos como ‘la gata’ por sus impactantes ojos verdes y amarillos. Hasta ahora recuerdo su risa contagiosa al llegar a mi animal, el último del ciclo, y decirme lo que me traería el año. Ahora, mi hermana y yo solemos hacer una fiesta en estas fechas porque creemos firmemente que no importa lo que traiga cada año: ¡La vida hay que celebrarla! 

«恭喜发财» (Gong hei fat choi): «Felicidades, y que sea próspero».

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