Asesinos en serie(s)


Reflexiones a raíz de la serie sobre Jeffrey Dahmer


La fascinación popular por los asesinos en serie no es nueva. Por ejemplo, podemos retroceder a “Jack el destripador”, asesino anónimo que en el Londres de 1888 asesinó con un modus operandi horrendo a por lo menos cinco mujeres supuestamente dedicadas a la prostitución. El caso impactó a la sociedad del momento y el paso del tiempo no ha hecho que se olvide. Desde 1924 a la fecha se han hecho por lo menos 61 películas sobre el caso, por no mencionar los innumerables libros que uno puede encontrar donde, de forma directa o indirecta, se habla del asesino de East End.

¿Qué es un asesino en serie? La definición que maneja el Museo del Crimen es la siguiente: “Un asesino en serie se define convencionalmente como una persona que asesina a tres o más personas en un período de más de un mes, con un tiempo de ‘enfriamiento’ entre los asesinatos”. El museo nos ofrece más detalle sobre el fenómeno criminal: “Para un asesino en serie, los asesinatos deben ser eventos separados, que suelen estar motivados por una emoción o placer psicológico. Los asesinos en serie suelen carecer de empatía y culpa, y la mayoría de las veces se convierten en individuos egocéntricos; estas características clasifican a ciertos asesinos en serie como psicópatas. Los asesinos en serie suelen emplear una «máscara de cordura» para ocultar sus verdaderas tendencias psicopáticas y parecer normales, incluso encantadores”. 

Normalmente, los asesinos en serie tienen un perfil para elegir a sus víctimas, una manera de actuar y una identidad criminal que se va revelando conforme se conocen los casos. Los crímenes suelen conocerse antes que la identidad de su autor, por lo que la policía y los medios de comunicación los bautizan con alias sensacionalistas, vinculados a su modus operandi. Ese “bautizo” también puede darse luego de ser capturados, una vez que se conoce la magnitud de su accionar criminal. “El garabateador” asesinaba a hombres homosexuales en San Francisco, pero antes de hacerlo dibujaba un boceto de cada uno; en el Reino Unido el “doctor Muerte” mató a más de 200 de sus pacientes; “Candy Man” abusó y mató a una treintena de niños, él y su familia tenían una fábrica de dulces y era conocido por dar caramelos gratis a los niños del barrio; en Corea del Sur, “El coleccionista de órganos”… bueno, no es necesario ahondar en más detalles, creo que queda clara la idea.

La combinación de psicología con misterio y terror hace de este fenómeno algo muy atractivo para la producción de audiovisuales de entretenimiento. La serie Criminal minds o la película El silencio de los inocentes son considerados clásicos dentro de este subgénero del true crime.

En los últimos años, plataformas como Netflix vienen produciendo series ficcionadas sobre asesinos en serie, muchos de ellos de origen norteamericano. Como nota a pie de página, podemos mencionar que Estados Unidos es una fuente inacabable de casos, nadie sabe muy bien por qué, aunque hay varias hipótesis. Les dejo este enlace a un artículo de la revista Rolling Stone con algunas de ellas. 

Volviendo a Netflix, una de esas series se estrenó este año y se llama Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer. La serie de diez capítulos cuenta la vida de “El caníbal de Milwaukee”, un asesino en serie que mató y descuartizó a 17 hombres y adolescentes entre 1978 y 1991. Su apelativo nos da mayores luces de qué hacía luego con parte de los cuerpos.

La serie sobre Dahmer permite reflexionar sobre algo que parece ser olvidado por muchas de las personas que producen estas series y quienes la consumen: al ser casos reales, las víctimas de estos asesinos en serie tenían familiares y amigos. Son personas que perdieron a seres queridos de manera sumamente violenta y pública, y que en muchos casos no han sentido que se ha hecho justicia. 

Las series sobre casos como el de Dahmer suelen girar sobre el personaje del asesino y su accionar. Las preguntas que acompañan la historia lo suelen tener como objeto central: ¿cómo se convirtió en asesino? ¿Cómo era su modus operandi? ¿Por qué hacía lo que hacía? ¿Cómo fue su infancia? El desarrollo de la trama busca responder esas preguntas, y al hacerlo suele instrumentalizar a las víctimas, pues su desarrollo como personajes en el relato se subordina al interés de la producción de explotar la imagen del victimario. Así, sabemos poco de quiénes eran, pues su presencia es solo para poder mostrar cómo actuaba el asesino. Esa instrumentalización deshumaniza y es particularmente chocante para las familias y amigos, que deben ser considerados también como víctimas de los crímenes por todo lo que han tenido que sufrir.

Creo que en la serie sobre Dahmer hay un intento valioso por evitar que este fenómeno se repita. La serie no solo se centra en el asesino, sino que permite conocer con mayor detalle de lo habitual a familiares y víctimas, y el sufrimiento que tuvieron que vivir incluso después de que la justicia condenara a Dahmer. Uno de los personajes más notables de la serie es la vecina del asesino, una mujer afroamericana de carácter que fue ignorada por años por la policía local —por racismo y negligencia—, evitando que se pueda apresar antes al “caníbal de Milwaukee”, lo que pudo haber salvado muchas vidas. La serie no solo se centra en los asesinatos y la personalidad del asesino, sino que trae una serie de críticas sociales que resultan pertinentes y que deben ser bienvenidas por el género.

Aun así, hay críticas que pueden realizarse a la serie y que deberían servir para pensar en un desarrollo ético de otras historias. La pregunta central a responder es: ¿cómo contar la historia sin que ello genere la revictimización de quienes la sufrieron originalmente?

Y no solo son los productores los que tienen tarea, nosotros como público también tenemos un rol que cumplir. El éxito de este tipo de series suele implicar un posterior uso y consumo de la desgracia como producto comercial. Este año, Dahmer ha sido el desafortunado disfraz de Halloween de muchas personas, es común encontrar “parodias” sobre sus asesinatos en TikTok e Instagram, y en Amazon hay decenas de polos y otros souvenirs sobre el siniestro personaje. ¿Qué dice sobre nosotros esta clara muestra de indiferencia y frivolización del dolor ajeno?

Las historias sobre asesinatos en serie seguirán capturando la imaginación de millones de personas. Esperemos que se pueda encontrar mejores maneras para relacionarnos con estos siniestros fenómenos sociales.


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