Música criolla para leer la última novela de Mario Vargas Llosa
La semana pasada tuve el placer de leer Le dedico mi silencio (Alfaguara, 2023), la última novela de nuestro nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. El libro es un homenaje y celebración a la música criolla. Sin caer en spoilers, les puedo decir que el libro cuenta la historia ficticia de un erudito de la música peruana —Toño Azpilcueta— con una clara obsesión con el vals criollo. El devenir del personaje se intercala con fragmentos de un supuesto trabajo de investigación que realiza sobre este género y que es, en sí mismo, una valiosa recopilación de información sobre la historia de este peruanísimo género musical.
Mientras conocemos la delirante historia de Azpilcueta, lo vamos acompañando a los espacios fundamentales que dieron vida a la música criolla: las calles y los callejones de la vieja Lima, las casonas de Barrios Altos y el Rímac, las peñas, la pampa de Amancaes. Pero la evocación que más me gustó fue a los diversos exponentes del criollismo que llenaron de música esos lugares. Le dedico mi silencio brinda homenaje a criollos como Felipe Pinglo, Óscar Avilés, Jesús Vásquez, La Limeñita y Ascoy, Lucha Reyes y Chabuca Granda. Mención aparte merece la cantante Cecilia Barraza —la referencia más contemporánea—, quien es un personaje importante a lo largo de la historia.
El libro está lleno de criollismo y vale la pena leerlo con la música adecuada. Así que, aprovechando que hoy es el Día de la Canción Criolla, les regalo una recopilación que he hecho de canciones a partir de los autores a los que hace referencia Mario Vargas Llosa. Pueden encontrar en este enlace la lista completa en Spotify
Empezamos con Felipe Pinglo, “el padre de la música peruana” de acuerdo con Toño Azpilcueta. El personaje de Vargas Llosa lo tiene en un pedestal, aunque irónicamente no le gusta su canción más conocida, El Plebeyo, aquella en la que Pinglo se pregunta “por qué los seres no son de igual valor”, recordando que “el amor, siendo humano, tiene algo de divino” y que “amar no es un delito, porque hasta Dios amó”. El Plebeyo es una de las canciones con más versiones, y me fue muy difícil quedarme con una sola para la lista, pero finalmente me quedé con la que interpretan Los Embajadores Criollos, el emblemático trío criollo formado en 1949 por Rómulo Varillas, Carlos Correa y Alejandro Rodríguez.
Otro referente en el relato es Óscar Avilés, la primera guitarra del Perú, “el hombrón del bigotito recortado”, uno de los grandes intérpretes del criollismo. Al recordarlo, Azpilcueta señala una frase atribuida a Chabuca Granda: “Si no fuera por Óscar Avilés, la canción peruana ya estaría muerta”. Y aquí es imposible no incluir Y se llama Perú y Contigo Perú, esos dos hermosos himnos nacionales compuestos por Augusto Polo Campos, cuyas versiones más conocidas son las interpretadas por Avilés y su gran amigo Arturo “Zambo” Cavero. Las dos canciones tienen frases notables, pero la que más me emociona está en Contigo Perú: “Te daré la vida / y cuando yo muera / me uniré en la tierra / contigo Perú”.
Y ya que mencionamos colaboraciones emblemáticas, también agrego aquí la de Óscar Avilés con La Limeñita y Ascoy, el dúo conformado por los hermanos Alejandro y Rosa Dolores Ascoy. De las mejores, Yo perdí el corazón: “Y qué será de mí, hoy que todo acabó / Si yo me acostumbré, a vivir para ti / El culpable fui yo, por tener el corazón / Y regalarte mi alma y perder la razón”. Despecho del bueno en esta canción compuesta por José Escajadillo.
Algo que se hace evidente con las referencias de Azpilcueta es el importante rol de las mujeres en el éxito de la música criolla. Hay tres fundamentales: Jesús Vásquez, Lucha Reyes y Chabuca Granda. Empecemos con la reina y señora de la canción criolla: “A la muerte de Felipe Pinglo Alva, surgió una bella cantante de magnífica voz: Jesús Vásquez. Tenía una linda concepción de los valses y con ella contribuyó como nadie a expandir la música criolla”. Una de las canciones interpretadas por Jesús Vásquez es Clavel Marchito, cuya letra nos permite hacer referencia a un concepto que Vargas Llosa desarrolla con entusiasmo en este libro: la huachafería. En Le dedico mi silencio encontrarán incluso una reivindicación de este peruanísimo concepto que, como bien señala Vargas Llosa, va más allá de la definición de la RAE, que lo pone solamente como un sinónimo de cursi.
La letra de Clavel Marchito, compuesta por Armando González Malbrán, ilustra bien lo huachafo: “Él, él que fue mi pasión / hoy sediento de placeres / con otros quereres / olvida mi amor”. Aunque, si entramos en esas lides, habría que incluir Mi primera elegía, donde se habla de “palacios principescos”, “salones dorados”, “rincones dantescos” y “ansias temblorosas”. Esta canción de Eduardo Márquez Talledo tiene también una interpretación de Jesús Vásquez en un gran dúo con el cantante arequipeño Víctor Dávalos.
Imposible hacer este recuento sin hablar de Lucha Reyes. Justo hoy —Día de la Canción Criolla— se cumplen 50 años de su partida. En palabras de Toño Azpilcueta, la llamada “morena de oro” le había dado al vals peruano “un acento especial, un vigor y una fuerza desconocidos hasta entonces. Ese vals, que era bajito, afeminadito, educadito, ella lo había convertido en un estruendo y en algo a la vez muy refinado”. Precisamente esta semana, el diario británico The Guardian ha publicado una elogiosa nota sobre Lucha, donde cita al productor musical Jalo Núñez del Prado: «La única gran diferencia entre Edith Piaf y Lucha Reyes es que los franceses sabían la joya que tenían y supieron exportarla. Si Lucha Reyes hubiera tenido el tipo de apoyo de la industria que los artistas tuvieron en Inglaterra, Estados Unidos o Francia, sería reconocida junto a Billie Holiday, porque es sencillamente increíble».
Lucha Reyes es reconocida por su interpretación de Regresa, de Augusto Polo Campos, o Una Carta al Cielo, de Salvador Oda. También por la profética Mi última canción, compuesta por Pedro Pacheco, que se encuentra en el último álbum de Lucha Reyes, publicado dos meses antes de su muerte. “Perdonen si esta vez una lágrima se escapa / Será por la emoción de poderles cantar / Mi última canción”. Sin embargo, debo de destacar que se acaba de publicar mucho material inédito y versiones en vivo de Lucha Reyes en Spotify, y he quedado enamorado de una versión de Cuando llora mi guitarra, escrita por Augusto Polo Campos, que no había escuchado antes.
Y Chabuca Granda. La cantautora más importante de la música criolla, “la artista que llevó el vals peruano fuera de las fronteras del Perú y lo hizo famoso en el mundo entero”. En una entrevista recopilada en el libro Las palabras de Chabuca 1920-2020, de Alberto Rincón, la cantautora hace una confesión: “Al principio no me gustaba la música criolla, así como tampoco la comida, que odiaba por su picante. Pero a los once años la descubrí. Llegaba al colegio con unas ojeras de estribo por quedarme noches enteras escuchando desde la ventana de mi dormitorio a los cantores populares que desgarraban marineras y valses peruanos”. La Flor de la Canela, José Antonio, Fina Estampa, El Surco, El Puente de los Suspiros, la lista podría continuar por varios párrafos más.
Antes de terminar, hay que mencionar a Cecilia Barraza, cantante y divulgadora, convertida en amiga y amor platónico de Toño Azpilcueta. “Había escrito muchos artículos sobre ella, poniéndola siempre por las nubes, hablando sobre todo de su elegancia y finura en el cantar, de su manera de vestirse y su delicadeza al andar por el proscenio”. Su versión de El Tamalito, de Andrés Soto Mena, es perfecta para terminar alegres esta recopilación.
Espero que disfruten la compilación y la lectura de Le dedico mi silencio. Y, a modo de cierre, nos vamos con una copla de Nicomedes Santa Cruz: “Desde la humilde cabaña / a la imponente mansión / avanza nuestra canción / con sabor a ron de caña / Fiesta de tondero y saña / que nuestras palmas apoya / vals sincopado que arrolla, / festejos y marineras / adornan como banderas / nuestra música criolla”.
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Qué placer leer este artículo de Jugo de Caigua Alberto!
Aún no tengo “Le dedicó mi silencio”, pero no tardaré en adquirirlo.
Tu artículo sobre grandes cantantes criollos me ha llenado de alegría. Me ha hecho pensar en el Deportivo El Inca, de Abajo el Puente, que frecuenté en mi juventud.
Muchas Gracias!
Un abrazo,
Muchas gracias! Un abrazo grande. Me cuentas qué te parece el libro.
La huachaferia limeña la comprendí en la adolescencia cuando mi madre, profesora de arte en un colegio de Descalzos me hizo ver la ternura sentimental que la acompaña. Verdad es que hay mucho escrito sobre este tesoro nacional. No hay que confundirla con el mal gusto, tampoco con el que quiero y no puedo o la cursilería que tiene alcances globales. La huachaferia, comprendí, tiene las lágrimas, amores desencantados, sentimentalismos llorones, extremos o irónicos. Con ese modo de verla creci.
Maravilloso aporte, Adela. Muchas gracias por leer y comentar.
Todos tus escritos son excelentes, este me ha encantado, muchísimas gracias.
Muchas gracias, Sylvia! Disfruté mucho escribiéndolo.
Podriamos discrepar en la delimitación estricta de los géneros musicales y de los limites del papel que jamás alcanza para derramar la necesaria y justa tinta pero ¿no crees que sería bueno mencionar a Eva Ayllon y a Susana Baca?
Buen articulo. Felicitaciones.
Hola Ivan, ¡gracias por leerme y comentar! A Susana Baca no la tengo registrada como cantante criolla, aunque es cierto que tiene algunas versiones hermosas de canciones de Chabuca y otros compositores criollos. Eva Ayllon sin duda debería estar, es una grande, pero me guié por el mapa de MVLL en su última novela. Igual, debí encontrar la manera de incluirla, tienes toda la razón. ¡Saludos!
Hola Alberto, no espoileas, sino que dan ganas de leer la novela de MVLL. Te leo y, sin repasar, me identifico con lo que se dice de Lucha Reyes en The Guardian. Tuve esa certeza a los 20 años, en la caleta de Santa Rosa, luego en Monsefú y Catacaos, en el viaje tirando dedo que hacía con amigos de Artes Plásticas hasta Huaquillas, y escuchaba a Lucha Reyes a todo dar en los restaurantes, Dios, qué voz y sentimiento tan particulares. Ahora, de las canciones que citas, reconozco que es criollismo limeño, y en buena hora (aunque pongas por allí a uno de los Dávalos), pero ¿dónde situar a un cantante como el Cholo Berrocal? ¿Y qué hay de alguien como Luis Abanto Morales? También son muy buenos y criollos, pero no limeños. Cecilia Barraza es genial, y aunque viene del norte, viene chiquilla y es en Lima donde crece. Chabuca Granda indudablemente fue grandiosa, pero ¿y qué hay de Alicia Maguiña, las guitarras de Carlos Hayre y Féllx Casaverde? ¿Y lo de Manuel Acosta Ojeda? Mis preguntas hablan de manera incompleta, no soy un experto, y ya veré en qué época se sitúa Azpilcueta y cómo, de todas maneras, fijarse en la canción criolla es algo que se agradece.