AFP, una cuarta década difícil


Un análisis sobre la enorme dificultad de ahorrar cuando no se tiene confianza en el futuro


Mirado desde un punto de vista estrictamente económico, ahorrar significa postergar el consumo. El gran detalle es que el periodo de postergación depende muchísimo de nuestro nivel de riqueza. Recuerdo un taller en el que participaban unas señoras beneficiarias del Programa Juntos, aquel de transferencias monetarias condicionadas, y de cómo hablaban con mucho orgullo de los ahorros que podían hacer ahora gracias al dinero de la transferencia. 
Es probable, estimado lector o lectora, que ahora se esté preguntando cómo es posible que personas a las que no les alcanza el dinero para comer diariamente ahora puedan ahorrar con un mínimo de ingresos extras. Precisamente: no gastar el dinero de hoy para comer, sino guardarlo para poder comprar después los útiles escolares de sus hijos constituye una triste síntesis del ahorro. Siguiendo esa línea de pensamiento, ¿pensaría usted en ahorrar ahora para cuando no pueda trabajar?

Responder esta pregunta requiere un conjunto amplio de reflexiones que muchas veces no queremos hacer. “¿Jubilación? A mí no, joven”, decía hace no mucho un comercial de televisión. Nos cuesta enfrentarnos a nuestro propio proceso degenerativo y natural. En ese camino asediado por el miedo a perder facultades y fuerza, le ponemos poca cabeza a tomar hoy —que es cuando podemos— las decisiones sobre los momentos cuando ese proceso ya no sea posible: si alguna vez tuvimos la suerte de ocupar viviendas grandes y caras de mantener, terminaremos desalojados de ellas, y nos será problemático apoyarnos en nuestros hijos —si es que los tenemos—, pues ellos estarán en su propio proceso de vivir la plenitud de su juventud, de criar a sus propios hijos, de pagar la hipoteca de sus propias viviendas y todo lo demás. Todo esto, además, asumiendo que se cuenta con una pensión mensual. Y volvemos a lo mismo: para recibir hoy una pensión, se necesita haber ahorrado mientras se podía trabajar.

Hasta la década de los 90, en el Perú los jubilados dependían de una pensión que surgía de los aportes en masa de los trabajadores. El nivel de confianza en un sistema así tiene que ser supremo. De más está decir que hacia fines de los 80 y principios de los 90, lo último que teníamos los peruanos era confianza en los sistemas políticos y económicos. Fue así que adoptamos la gran innovación de los sistemas privados de pensiones: cuentas individuales de capitalización en las flamantes AFP. Los fondos serían manejados por expertos en finanzas, con perspectiva de largo plazo. ¿Qué podía salir mal?

Pues, a la luz de los resultados luego de tres décadas de haberse implementado el sistema de las AFP, varias cosas salieron torcidas.

El éxito de un ahorro forzado en cuentas individuales de capitalización depende de varios factores. Uno de ellos es el aporte sostenido en el tiempo, es decir, pertenecer al mercado laboral formal y sostener meses continuos de aportes. Sin embargo, lo usual a lo largo de nuestra vida laboral es que la gran mayoría de peruanos pasemos por periodos de sueldo en planilla y otros periodos de recibos por honorarios. Estas combinaciones de regímenes laborales matan el aporte sostenido y, de paso, las posibilidades de acumulación de la cuenta y de los rendimientos de los fondos. Fíjese usted que ni siquiera he mencionado a la mayoría de compatriotas que nunca han recibido un sueldo de manera formal.

Junto con el aporte sostenido en el tiempo, era necesario sostener el crecimiento económico y fomentar mejoras de la productividad laboral. Solo así se puede esperar aumentos de sueldo a lo largo de la vida laboral, así como disminuciones de las tasas de informalidad laboral. Ni lo uno ni otro ha ocurrido en las últimas tres décadas.

Si queríamos ser consistentes con el desarrollo de una economía de mercado, otro de los factores vitales era ofrecer alternativas de ahorro forzoso. Para algunos tal vez sea conocido el tipo de ahorro de las cuentas 401K en los Estados Unidos: la abres, aportas voluntariamente, te sirve de colateral para préstamos, puedes hacer retiros. ¿Cuáles fueron los mecanismos de ahorro previsional puestos a disposición?

Finalmente, en el contexto de las sociedades de bienestar, la protección de la vida en la vejez depende de decisiones colectivas sobre los recursos colectivos. “El deber ser”. Hoy, en nuestra patria, las decisiones individuales son las dirimentes. Y, con la extensión de la expectativa de vida, estas son cada vez más onerosas para los familiares en ausencia de una pensión digna y de un sistema de salud de cobertura universal. 

Fíjese usted, además, que hasta ahora no he incluido en el análisis cómo nos afectó la pandemia y cuánto nos está costando salir de la destrucción generalizada que nos trajo: ¿qué perspectiva de mañana podrías tener si no sabes cuándo y cómo te afectará un virus?

En este contexto de urgencias en tiempo presente, nadie dice “quiero disponer de mi fondo de jubilación”, pero muchos sí reclaman: “quiero mi AFP”. Es lógico, sobre todo, si lo que uno ha aportado es poco para lograr una pensión decente a futuro, pero sí significativo como paliativo coyuntural al día de hoy. Parte de la insatisfacción por las dificultades que vivimos cotidianamente se la hemos colocado a la entidad privada que administra los recursos, hiriendo de muerte al sistema privado de pensiones en el camino. Otro retroceso más en este curioso caso de Benjamin Button en que se ha convertido nuestra patria: si en vez de preocuparnos parcialmente por la problemática de las AFP pensáramos en cómo modificar el amplio panorama de nuestro mercado de trabajo y en otras maneras de captar fondos para el futuro, ¿hablaríamos en el futuro de otro cuento, de otra película?


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1 comentario

  1. En la crisis mundial del 2008 decidí pasar a fondo 3, puesto que aumenta la compra de acciones y en aquel año las acciones cayeron (oportunidad de compra). De manera que el fondo se multiplicó. Luego con bajadas de pandemia y demás ocurrencias en términos de fondo hay ganancia. Muy bien. El problema surge cuando calculo mi pensión, pese a todo resulta paupérrima y más con ese sistema en la que se calcula un expectativa de vida irreal donde el fondo se diluye, no te pagan todo tu dinero resultando en la práctica una estafa. Lo que resultó conveniente es la modificación que se le hizo de poder sacar todo a los 65 años y un porcentaje para seguro de salud donde sí veo todo mi fondo pero depende de mí lo que pase de allí para adelante y eso no asegura nada. Esto último en Chile no se da y ya me imagino lo mal que se deben sentir al pensar que no todo les será devuelto en un canal chileno vi una entrevista donde el presidente de las AFP se quejaba de la modificación hecha en Perú, me dejó la impresión que su secreto es recibir más de lo que dan.

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